Es un día para mirar la nada y quedarse colgado de cualquier cosa, de un árbol, de alguien que pasa. De sentir que no hay palabras ni frases que puedan representar lo que se siente. Es la pena en persona y es la de todos los argentinos. La que sienten en cualquier lugar de la tierra los enamorados del fútbol.

Es la partida de un artista sublime y la partida de un hombre bueno. Un hombre generoso, cálido, al que tuve mucha posibilidad de tratar bastante íntimamente en lo que de eso hay cuando se conviven meses, como los que pude tener con Diego tanto en Brasil como en Rusia. Acercarte en puntas de pie al ídolo, teniendo miedo que no sea tan querible como uno lo imagina: a los grandes, uno los quiere así en la vida como en el arte, y no siempre se da. Pero Diego dio una respuesta siempre maravillosa a esa duda.

Es la pena de todos los argentinos. La sensación de que cada uno puede elegir un momento precioso de su relación con Diego, así nunca lo haya conocido. El orgullo de que una muerte pueda ser tan grande. Que la palabra tristeza hoy se escriba más que ninguna otra en el mundo entero. Que la emoción esté tan apichonada.

Estaré todo el día buscando una palabra que me consuele. Que sea suficiente para transmitir lo que siento. La gratitud personal, la de un enamorado del fútbol, como hombre de radio, la simple gratitud a la vida que me permitió conocerlo. El recuerdo de aquel gol, de aquel relato que el propio Diego me elogió, pero que nunca me animé a hablar con él.

Diego me regaló mucho. Pero pocas cosas como una frase: “Usted es la voz de la cocina de mi casa. Usted me da paz”.

Tal vez el momento más maravilloso, sagrado, el que nunca me voy a olvidar será un asado de dos horas en Rusia, en el que según evocamos con mi esposa, nunca nos reímos tanto y nos sentimos tan privilegiados de estar sentados en una mesa con él, por una comida que él nos daba a todos los que lo acompañábamos en las trasmisiones a través de Telesur. Es un momento de tal impacto porque lo vivimos en familia y porque es un instante tan precioso que deseábamos que no se terminara nunca. Contando historias muy graciosas, reales, de su vida, del futbol. Por supuesto que Diego puesto a contar tenía para llenar libros y libros de anécdotas. De todas sus pasiones, de todo lo que vivió en su vida de tantos altibajos. Tan lejos de esta muerte que se lo llevó hoy.

Es uno de esos momentos en los que lo vi libre y se comprende la dificulta de ser Maradona. De todas las vidas que he conocido, ninguna tan difícil como la suya. Lo vi habitar un hotel fantástico, enfrente de la mejor playa del mundo, en Barra de Tijuca. Estar a 30 metros y no tener el derecho de mojarse los pies. Porque nunca lo dejaban en paz. Ni de día o de noche.

El Diego ser humano estaba a la altura del Diego artista. Uno de los mejores que traté. La estética de Diego es única. Un hombre que impulsó el juego que practicaba hacia lo más alto.  Diego es Picasso. Diego dibujaba la maravilla de la vida, los sueños de todos, las jugadas que cada uno teníamos en la mente, así como un pintos consigue plasmar en una tela que los hombres admiramos. Diego era un geómetra, trazó ideas embellecedoras, porque la geometría también tiene su arte en sus curvas, en las combas de diego. Como Niemeyer, el gran arquitecto que hablaba de la belleza de las curvas. Arte es hacer lo que todos amamos, mejor que los otros. Y Diego claramente era el mejor artista. Le puso una distinción, una belleza, una armonía única.

Y hablando de arte, y la música lo es, yo lo despediría a Diego con la que tengo pensada para mí cuando me muera, muy especial en lo individual, como es el segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven. Una música que acompasadamente, va llevándote con una tristeza que parece que te hunde y se mete dentro de tu alma.,

Diego va a ser cada día más grande en el corazón de los otros. Se torna insuficiente cualquier relato en este día que era nada, salvo que también murió Fidel Castro hace cuatro años, el gran acompañante del Che, su gran admirado. Nada menos. Un día pobre en ese calendario. Se fue para que sea un día extraordinario. Eso era Diego.

Un alivio que tengo es que ahora será nada más que lo que estamos viendo en la televisión. Un tipo que hacía juegos que exaltaban la vida. Y nada más. Se terminan los acosos al Diego persona, por cualquier motivo. Porque cometía errores o porque se lo atribuían. Diego entre en una leyenda pacificadora y tranquila. El Diego que importa, el Diego grande, el Diego artista va a vivir muchísimo más que el Diego de las polémicas

Lo que deploro, la mayor tristeza, es que no pueda ser despedido por esa multitud que lo llevó siempre en su piel. La tristeza de que esta maldita pandemia nos quite el llanto colectivo, una despedida grande, juntos abrazados, en el adiós definitivo y no en lágrimas individuales como me pasa ahora mismo, impulsado por las palabras y por los recuerdos.

No habrá llanto colectivo, pero quedará su sonrisa. Las dos sonrisas únicas en la Argentina son la de Gardel y la de Diego, que es la de Gardel.