Diego Marchionatti, joven compositor, guitarrista, cantante sureño nacido en San Carlos de Bariloche, el martes 16 presenta su muy buen segundo disco, Arista, en el Teatro NÜN. Se puede decir que Marchionatti es producto de aquella generación que dejó su hogar en busca de nuevos territorios que le dieran un escenario más acordes a sus sueños. Así fue que su padre, oriundo de Rosario, donde Marchionatti tiene a su abuela, un día se marchó a lo que en un tiempo que pareció hermoso, tenía destino de tierra prometida: Bariloche. Allí conoció a la mujer que luego sería la madre de Diego.

Quien hizo el camino inverso. “En el 2000 me fui a Rosario para emprender el viaje hacia la música”, dice, como si la música también fuera una especie de tierra prometida. Allí estudió géneros varios, mucho de guitarra (su instrumento principal) y también piano y percusión. En el 2007, quizá porque no existe eso de la tierra prometida y todo se trata de tener el mejor viaje posible, se fue a Buenos Aires, y grabó su primer disco.

“En el primer disco hacía todo solo -recuerda-, y ahora en el segundo conté con la ayuda de muchos que me acompañan desde un lugar más sesionista.” Y cuando dice todo solo, es literal, porque toca cada uno de los instrumentos, como se puede ver en el video del tema Caras, de su primer disco, Nube: allí comienza la percusión usando de caja su guitarra, lo samplea, lo convierte en loop (uno o varios samples sincronizados); produce otro, lo vuelve a samplear y hace un nuevo loop; y luego ingresa con su guitarra, para, tal vez, volver a samplear y construir (en el sentido del paso a paso) una canción con toques de encanto.

La explicación que le encuentra a esa forma de componer es: “Como tenés la posibilidad de hacer todo en casa, por ahí me levanto y algo algún compás, un ritmo, una melodía”. Eso, y soslayar las distancias que separan de los centros de difusión, es la posibilidad que ofrece hoy la tecnología, que Marchionatti encuentra como una de las razones de que su música pueda haber traspasado las fronteras del sur barilochense, a la vez que haya sido influenciada por otras de geografías no imaginadas. “Una capa, ella -dice ante la referencia a Juana Molina, quien suele hacer un gran uso de ese estilo de composición-. Pero yo con la música de argentina me encontré ya de grande, porque en mi casa y las amistades y todo, escuchábamos mucho más música del inglés que de otra cosa. Y el loop me llegó por otros artistas. Y acá Juana logró hacer algo que se escuchara afuera. A mí siempre me llamó la atención eso de poder producir algo por capas, desde lo rítmico hasta lo armónico y lo melódico.” Y además, es la manera que encuentra de acompañarse cuando no puede hacer presentaciones con su banda.

Escuchar Arista produce la sensación de que se está ante un artista que no intenta maquillar sus influencias, al tiempo que recién se encuentra en los comienzos de algo que tiene mucho camino por delante. Él dice al respecto que “el disco tiene como eje general una especie de temática: qué es lo que queda de todo lo que hacemos”. “Cuando hacía la canción (se refiere a Algo quedará, primer corte de difusión acompañado por un video que realza el tema), pensaba mucho en el legado que dejamos cuando ya no estamos, tanto lo bueno como lo malo.” En la locación del video, Marchionatti encontró, precisamente, nuevas aristas a sus inquietudes: “Me pareció muy bueno porque es un lugar abandonado, que tiene como esa doble cuestión, por un lado un paisaje hermoso, que es la naturaleza misma, y por otro lo que construyó el humano, que no perduró y quedó en ruinas. Un testimonio de algo que no duró.” Las ruinas corresponden a un hotel que sufrió dos incendios frente a la laguna El Trébol.

Cosas que acaso que llamen la atención de quien se cría en la naturaleza y no del que lo hace en medio del cemento de una ciudad, eso de relacionar la ruina como testimonio de lo que no duró. De hecho, en las ciudades prácticamente no hay ruinas: sobre ellas siempre se vuelve a edificar. De compartir ese territorio, que por eso de las generalizaciones desde Buenos Aires es el Sur, y abarca a lo que geográficamente se conoce como Patagonia, también es oriundo Lisandro Aristimuño, a quien se puede reconocer escuchando a Marchionatti. “También lo descubrí de tarde -dice-, con lo que creo que es su mejor trabajo, Mundo anfibio, su último disco. Me gusta muchísimo -cosa que me pasaba con Cerati, también- cómo desde la voz argentina realmente despegaba un poquito y sonaba a algo más de afuera; no caía tanto en yeites de acá. Y también que tiene muchas influencias de las que a mí me gustan, como cosas de Radiohead, Bjork, medio melancólicas y progresivas.”

Y Marchionatti sigue reconociéndole cosas a Aristimuño, en especial su trabajo con la voz, que “es el último instrumento” en el que está trabajando. Claro que no desconoce que compartir territorio también los hermana: “La zona tiene que ver. El frío, la estepa, como estar resguardado y no estar tanto afuera, evidentemente hay algo que condiciona que por otro lado te saca ese costado”.

Un costado que, junto con los anteriores, el martes a las 21 tendrá una nueva oportunidad de ser apreciado.

Diego Marchionatti presenta su último disco, Arista, 16 de agosto, 21 hs, Teatro NÜN (Juan Ramirez de Velasco 419). Localidades: $150