Las ventas en supermercados y shoppings mostraron una evolución positiva en el mes de febrero, según los informes oficiales que dio a conocer este jueves el Indec. Sin embargo, cuando se empieza a hilar fino, saltan a la luz diferencias importantes entre ambos estudios que muestran que la recuperación es mucho más notoria en los comercios orientados a un público de mayor poder adquisitivo.

Para hacer una comparación más certera, el Indec armó un esquema de precios constantes a valores de abril de 2016, descontando la inflación que cada grupo de artículos sufrió desde entonces. Medidas bajo ese criterio, las ventas en los shoppings crecieron 6,6% en comparación al mismo mes del año anterior. En cambio, en los supermercados la mejora fue mucho menor: sólo 1,5%, bastante por debajo del alza interanual de 4,1% que el mismo organismo le adjudicó al conjunto de la economía en enero último (el estimador de febrero aún no se publicó)

Se trata de dos tipos de comercio bien diferenciados. La encuesta de centros de compras se hace en 37 shoppings de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y alrededores, nueve de ellos con más de 100 locales comerciales, destinados principalmente a indumentaria, calzado y marroquinería; ropa y accesorios deportivos: artículos de decoración; electrónicos, electrodomésticos y computación; patio de comidas y lugares de esparcimiento.

En cambio, el relevamiento de supermercados es de alcance nacional y comprende 2.459 bocas de expendio de cadenas grandes y medianas. Son sitios de consumo masivo para abastecerse de bienes de primera necesidad: dos tercios de la facturación corresponde al rubro de alimentos y bebidas; del resto, la mitad se origina en artículos de limpieza y perfumería. La recuperación de ventas mucho más lenta en este tipo de comercios da la pauta de que a los sectores de menores ingresos les cuesta mucho más sostener el nivel de demanda.

Una hipótesis que se desprende de este contraste es que la recuperación de la actividad luego de la recesión de 2016 está beneficiando a los sectores de mayores recursos en detrimento de los que menos tienen; esto es, que hay una redistribución regresiva del ingreso. Sin embargo, el último estudio oficial al respecto dio un resultado inverso. Se trata de la elaboración del coeficiente de Gini, un índice que tiende a cero cuando hay igualdad absoluta de ingresos en todos los hogares y crece a medida que la disparidad es mayor. Según el Indec, en el último trimestre de 2017 el Gini bajó a 0,417, lo que indicaría un reparto más equitativo. Claro que las condiciones económicas variaron desde ese momento: los salarios, las jubilaciones y las asignaciones sociales quedaron empobrecidos ante la aceleración de la inflación, circunstancias que tardarán algunas semanas en ser corroboradas por las estadísticas.