Hace diez años, Mario Toia tuvo que cuidar a su madre, que estaba internada en un hospital. En el colectivo de vuelta a su casa, se lamentó: «No puede ser que no exista un elemento descartable para la higiene de las necesidades fisiológicas de los enfermos que no pueden trasladarse por sí mismos». Así fue que se unió al arquitecto Gustavo Pinus y crearon una chata biodegradable, que previene infecciones. Remarcaron que es «única a nivel mundial» y que ya se emplea con éxito en el Hospital Italiano. 

Para el desarrollo del producto contaron con la colaboración del Centro de Celulosa y Papel del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), en lo que fue la formulación de la materia prima. “Debió ser completamente natural para que el producto sea descartable y ecológico”, indicó el ingeniero Marcelo Novaresi, integrante del laboratorio, y agregó: “Produjimos los primeros prototipos, que hoy, con gran satisfacción, podemos decir que ya están a disposición de todos los centros de salud para mejorar la calidad, el confort y el aseguramiento de la salud de sus pacientes”. 

Actualmente, en todo el mundo se usan chatas de plástico o metal que se comparten de manera colectiva. Una vez utilizadas tienden a ser limpiadas por los familiares del paciente o el personal de enfermería, sin esterilizarse, lo que puede generar que se contagien Escherichia coli, tuberculosis, meningitis, sífilis, o VIH/SIDA. Un caso recurrente en hospitales es el de la bacteria Clostridium difficile que puede provocar una enfermedad intestinal grave y es potencialmente mortal, debido a sus esporas resistentes a la limpieza ambiental y a la desinfección de manos con gel a base de alcohol. 

“La asepsia de estos elementos es complicada, por no decir inexistente, cuando se trata de este tema”, acotó Novaresi. Ahí surge la importancia de la chata descartable, que reduce “significativamente” el riesgo de contagio. Hecho de pulpa de papel reciclado, impermeable hasta tres horas y con un peso de 140 gramos, el innovador desarrollo ya está patentado en la Argentina y en Estados Unidos, con protección para el resto del mundo. Hoy lo fabrica la empresa SANIBAC.

El sueño de Mario Toia, de 78 años, es que sus chatas descartables sean gratuitas para todos los pacientes: “Hoy en los sanatorios no se cobra por usar la chata de plástico, el algodón, el alcohol o las jeringas. Mi deseo es que llegue el día en que se utilicen masivamente en los centros de salud, sin costo alguno, ya que pueden considerarse como un insumo básico que mejora notablemente la calidad de vida del enfermo inmovilizado en la cama, así como también la del familiar o enfermero que lo asiste”.