Son dos nombres casi familiares para todo el mundo: Mozart y El Principito. Este jueves, en el Teatro Coliseo, ambos mundos se articularán en el espectáculo El Principito y Mozart, un relato sinfónico, que contará con la voz de Fernando Bravo en la narración, y la direccion musical de Santiago Chotsourian.

«Como niño el leitmotiv siempre fue el descubrimiento, una sensibilidad atenta a descubrir, a no perder la capacidad de asombro», dice a Tiempo Chotsourian, quien trabaja en ópera, en música para cine mudo, con el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, mientras prepara su tesis doctoral en filosofía.

Para el director hacer este espectáculo es «una necesidad» que comparte con los televidentes del canal Arpegio y la radio Amadeus, dos reductos fundamentales para los aficionados a la música clásica.

-¿Cómo llegaron a combinar estos universos?

–Creo que tanto Mozart como El Principito, si bien tienen lenguaje adulto, también convocan al niño interno. El mismo Saint-Exupéry hizo la identificación de su personaje con el niño Mozart, a quien dijo admirar y –en una de sus crónicas para el diario Paris Soir– lo comparó con un “pequeño príncipe”.

-En El Principito, incluso por los dibujos, es más palpable la apelación al «niño interno»; vos,como maestro de música, ¿dónde encontrás ese niño en Mozart?

–Mozart vivió 30 y pico de años y tuvo un temperamento de niño, por su esencia y su lenguaje claro. Pureza es una palabra peligrosa, pero en este caso tiene sentido porque a través de su música Mozart proyecta una emocionalidad que también se vincula con la emoción del niño. Ambas obras también se relacionan por el oro, que es el aura, algo típico del Clasicismo que es cuando compuso Mozart. En ese entonces, se creaba a partir de la «proporción áurea», que intenta reflejar la belleza con visos de eternidad. Sea creencia o fantasía se trata de lo que sucede.

–¿Cómo reciben los niños la propuesta?

-No se trata de un código de interactividad como podría suceder en espectáculos infantiles de vacaciones de invierno. Acá, a través de la voz del interlocutor, se intenta priorizar la palabra, la música y la belleza. Buscamos una articulación de los sentidos y del arte, una intelegibilidad sensorial. «