–¿Es el City el principal favorito a ganar la Champions por el nivel que está teniendo en la Premier League? –le preguntaron a Pep Guardiola, entrenador de Manchester City, a fin de año, en una conferencia de prensa.

–¿Dónde juega Messi?

–En Barcelona.

–Ese es el favorito.

En 2018, el año del Mundial de Rusia, se puede trasladar ese razonamiento de Guardiola a la Selección: Argentina es el principal favorito porque tiene a Lionel Messi. O, tamizado, el actual subcampeón del mundo quiere ser campeón. Este mediodía argentino, cuando salga a jugar su primer partido en el año ante Levante por la Liga, con Jorge Sampaoli en el palco del Camp Nou, Messi tendrá el objetivo de llegar a punto al 16 de junio, cuando Argentina debute frente a Islandia por el Grupo D.

Messi atravesará el primer semestre de su cuarto año mundialista de un modo diferente a los anteriores. «Entendí que el año es largo –dijo días atrás–. Hay momentos en la temporada que son más duros que otros. Van pasando los años y soy más grande. Años atrás el cuerpo no lo sentía. Hoy jugar muchos partidos te pasa factura. Todavía me cuesta el no jugar o salir, pero me di cuenta de que es lo mejor». La cuenta regresiva tendrá la primera parada el 20 de febrero, con la ida de los octavos de final de la Champions League ante Chelsea en Inglaterra (la vuelta será el 14 de marzo); la segunda será la doble fecha con la Selección: el 23 y el 27 –amistoso ante Italia en Suiza, y otro ante un rival a confirmar que puede ser España–; continuará afuera de la cancha, con el nacimiento de su tercer hijo, a principios de abril; y el 6 de mayo recibirá a Real Madrid en el cierre de la Liga. Todo será estructurado alrededor del descanso y la dosificación de cargas.

Hugo Tocalli, mano derecha de José Pekerman en Alemania 2006, primera Copa del Mundo de Messi, dice que aquella vez llegó sin problemas físicos. «Era chico, de poco hablar –recuerda– y estaba con Ustari y Agüero todo el tiempo, que venían del juvenil. Ahora lo veo muy maduro, en un momento extraordinario, tomando las responsabilidades de ser el dueño del equipo, aunque también lo tienen que acompañar». Tocalli, que estuvo en el Big Bang de Messi en la Selección, cuando le pidió en 2004 a Julio Grondona que organizara un amistoso exclusivo para su debut en la Sub 20, coincide con Guardiola: «Estando él, tenemos una ventaja muy grande. Uno siente que es el as de espadas. Estoy seguro de que vamos a pelear el Mundial».

A Sudáfrica 2010, en cambio, Messi arribó fatigado. Lo corrobora Fernando Signorini, el preparador físico de aquella Selección con Diego Maradona como técnico. «Todos los muchachos que jugaban en Europa llegaron con esa acumulación brutal de partidos de un calendario que tendría que cambiar si quieren jerarquizar el Mundial –marca Signorini–. Este año va a tener suerte. Sacaron mucha ventaja con el Barcelona. Va a poder jugar menos, graduar los esfuerzos, siempre y cuando lo haga o alguien lo convenza para no llegar con tanta carga de partidos». Signorini disiente con la idea de Guardiola traspolada a la Selección: «El Barcelona, además de a Messi, tiene a Iniesta, a Sergio Busquets, a Suárez, y un trabajo cotidiano desde hace años. No existe parangón. Por eso le cuesta cada vez que viene a Argentina. Va a ser muy dura la clasificación a octavos. No me extrañaría si pasara, pero tampoco si no pasara. No hay tiempo para ensayar».

Claudio Gugnali, ayudante de campo junto con Julián Camino en Brasil 2014, cuenta el método que utilizaron con Alejandro Sabella para que Messi llegue en condiciones óptimas: «Siempre prendiendo velas, porque jugaba todos los partidos. ¡Y nosotros, sabés cómo estábamos! Que no lo lesionen, que no lo golpeen». Gugnali-Camino era la dupla del truco que jugaba en las concentraciones ante la pareja Messi-Javier Mascherano. «Leo es un pibe seriecito, casi tímido. No es de los que más hablan –apunta Gugnali–. Era un momento en el que era uno más con nosotros a través del truco, con gritos y mentiras. No le decía: ‘Señor Leo, truco’. Ahí lo bajábamos un poco a lo terrenal. Pero después hasta en sus silencios y miradas impone respeto». Antes de la semifinal con Holanda, hace memoria Gugnali, Sabella estaba muy preocupado por el rival. «Y yo le decía: ‘Ale, pero Messi juega para nosotros. ¿Vos sabés si lo tuviéramos en contra cómo estaríamos?’. En Ecuador por las Eliminatorias fui, y en una situación muy incómoda y en un lugar en el que no le gusta jugar, Leo fue y metió tres goles. Sí, tres goles».

Con suplencias, o ni siquiera convocado por Ernesto Valverde en los partidos por la Copa del Rey, Messi ya comenzó la relajación. Extender la ventaja en la Liga –jugó todos los minutos de los 17 partidos y es el máximo goleador (15)– será el objetivo del equipo. El suyo, a la par: evitar ofuscarse por no jugar. Las ligas europeas terminarán, como fecha límite, el 20 de mayo. El 26, en Kiev, Ucrania, se jugará la final de la Champions. Hasta allí podría viajar Messi con Barcelona. Luego, Sampaoli les abrirá la puerta del predio de Ezeiza a los jugadores citados. A algunos les dará unos días de vacaciones. Si algún argentino –no sólo Messi– juega la final, hasta podría decidir que se quede en Europa, a costa de perderse el partido de despedida de la Selección en La Bombonera, el 30 de mayo, posiblemente ante Bolivia. El plantel, después, se concentrará una semana en la Ciudad Deportiva Joan Gamper, a 20 minutos de la casa de Messi en Castelldefels. Existe la posibilidad de que Argentina juegue el 8 de junio un amistoso ante Israel en el Camp Nou. La Selección llegará días antes del debut a Rusia. Hará base –y aislamiento– en el Centro de Entrenamiento de Bronnitsy, a 75 kilómetros del Estadio Spartak, donde se presentará ante Islandia, antes de Croacia y de Nigeria.

«Si nos va mal, tenemos que desaparecer todos. Es muy complicado que siga porque son muchos años que estamos, muchos partidos, varias Copas América, el Mundial anterior… La gente se cansa. Quiere ver caras nuevas. Todo pasa por el resultado», dijo, también, Messi, atrapado en su existencialismo. Palabras más, palabras menos: muchos le reclaman –le imponen, le exigen– ganar el título que le estampe el logo de autenticidad de la épica, porque un Mundial es un Mundial, aunque Messi –con o sin Copa del Mundo, este año o en Qatar 2022, cuando cumplirá 34 años– es Messi.