Otto Ramón Sonnenholzner Sper nació en Guayaquil en 1983. Un empresario ligado a la radiodifusión, con mucho dinero y casi tanto poder. Llegó a ser vice de Ecuador tras la destitución de María Alejandra Vicuña hace 15 meses, elegido por la Asamblea pero propuesto por el propio Lenín Moreno. Hoy el presidente tiene su imagen política por el suelo (desde antes del estallido de la pandemia), las críticas le caen en forma de diluvio y hasta existe una hipótesis no confirmada pero validada en algunos círculos políticos de que el presidente está recluido en una de las islas Galápagos y que desde allí emite sus discursos: alguna versión apunta al riesgo que implica su invalidez; otra a que fue, literalmente, corrido de la escena.


Sonnenholzner es, de un modo u otro, un hombre fuerte en un Ecuador donde el coronavirus resulta devastador. Una teoría habla de que el flujo de turismo del país con España es muy grande y que eso disparó el contagio. Otra es que el gobierno central no tuvo reacción, tal como ocurrió en otros países. En Quito fue relevada la ministra de Salud, Catalina Andramuña, que clamaba por fondos suficientes, por el médico Juan Carlos Zeballos, aunque a la luz de los resultados resultó tarde.


Al menos en Guayaquil, donde se recogen decenas de cadáveres por día de la calle, ya que los servicios sanitarios y de limpieza, colapsados, no responden a la demanda. La provincia del Guayas está gobernada por Pedro Pablo Duart y la más importante ciudad portuaria del país por la alcaldesa Cynthia Fernanda Viteri Jiménez, fiel representante de una sociedad de profunda raíz cristiana y de tradición derechista. Una ciudad con enormes desigualdades, como advierte el periodista ecuatoriano Christian Racines: “Los videos no mienten. En Guayaquil no se controló a tiempo la pandemia. Se tomó a la ligera desde el gobierno y también hubo indisciplina de la gente. La situación social es caótica. Hay muchísima pobreza, es una de las ciudades más dispares de Ecuador, la de peor distribución. Y ha provocado que la gente, para buscar el pan de cada día, haya salido de manera abrupta a la calle”.


Con un agravante: ya se conocían los primeros casos a principios de mes. Una mujer llegada desde Europa había dado positivo y de todos modos se permitió un partido de fútbol con público (Barcelona-Independiente del Valle, por la Libertadores). El estadio del local está a orillas del río Guayas. Más de 40 mil personas asistieron a pesar de que el gobierno central había anunciado que sería sin público. Pero la alcaldesa lo permitió. Y Duart dobló la apuesta: “El peor virus es el miedo”. En Quito ya se habían suspendido las clases y horas después se disponía la cuarentena y el teletrabajo. En Guayaquil, al cierre de esta edición se habían detectado oficialmente casi 2500 casos, aunque se asegura que serían muchos más. El número de muertes también es incierto: nadie desmiente que sean cerca de un millar. Hasta el propio Moreno habló el jueves de trasparentar las cifras. La segunda ciudad en contagios es Pichincha con apenas poco menos de trescientos.



Los tuit de Viteri, ahora, ante la situación caótica son desesperantes. “En Guayaquil hubo responsables. La gente muere en las calles. El sistema está colapsado, y ya de por sí era sumamente precario. A eso se le agrega la corrupción en la compra de insumos con sobreprecios. Por eso, se reclama ayuda internacional urgente”, dice Racine con amargura.