–¿El resultado de las PASO lo puso de buen humor?

–Sí. Yo creo que fue una reafirmación de esta política de gobierno. Este es el primer examen que rinde el gobierno. La lectura nacional es que se le renueva el voto de confianza a la estrategia político-económica de gradualismo.

–Sigue sin definición el distrito más importante. ¿Se sorprendió con la elección de Cristina Fernández?

–El supuesto a priori era que Cristina iba a ganar por tres o cuatro puntos. Eso, por ejemplo, al inversor financiero le causó temor: cayeron las acciones, subieron los bonos, la gente se refugió en el dólar, etc. Al día siguiente de las PASO ese segmento minoritario tomó el resultado con beneplácito. Mi lectura es que la población está diciéndole al gobierno que siga con su rumbo.

–Sin embargo, a diferencia de lo que pasaba antes del comicio, los empresarios rechazan las políticas de shock. ¿Ese cambio nace de una lectura de las urnas?

–Es que el gobierno ya explicitó que su estrategia es lograr un crecimiento del 3 por ciento anual para disminuir el déficit fiscal. Me parece que es el camino correcto y posible. El 30 por ciento de la población vive en estado de pobreza y no se puede pensar en una reducción agresiva del gasto público.

–Las empresas no acompañaron con inversiones el primer tramo de este proceso. ¿Qué piensa de esta actitud?

–Me parece natural porque las inversiones dependen de la actividad. Aparte, el año pasado cayó el consumo y si hay menos ventas no se puede pedir que haya inversiones. Creo que hay que mirar para adelante. Ahora la inversión está creciendo a dos dígitos, está derramando en el consumo y las exportadoras manufactureras también están creciendo. Eso no se discute, el gobierno prevé crecer al 3 por ciento, ahora hay que ver que ese 3 por ciento se materialice el próximo año y los siguientes.

–El gobierno más bien defiende que el consumo no se reactive, ¿se equivoca?

–No. Hay que ver qué significa eso de ir a un mercado interno fuerte porque al mismo tiempo tiene que intentar reducir la inflación. Entonces, el aumento del consumo tiene que venir dado por el mismo aumento de la inversión que genera más empleo, y a su vez más sueldos, etc. La suba del consumo tiene que ser a causa del aumento de la actividad y no del aumento de salarios por encima de la inflación o con medidas que se pagan por otro lado, como le pasó al gobierno anterior. El modelo anterior se deterioró y por eso la pérdida de votos de Cristina, que arrancó con el 54 por ciento y hoy tiene el 20 por ciento a nivel nacional.

–¿Qué espera de las reformas económicas que quiere introducir el gobierno después de octubre?

–Creo que esas reformas van a contribuir pero no veo nada espectacular. Son reformas importantes porque, por ejemplo, hay impuestos distorsivos. Pero la reforma tributaria no va a hacer que los empresarios o las familias paguen la mitad de los impuestos que pagaban antes. Es decir, hay déficit fiscal: lo que hay que hacer es alinear los impuestos. No hay que duplicarlos pero los impuestos no pueden bajar.

–¿Cuál es su idea de una reforma laboral?

–No lo tengo muy elaborado. Pero lo que sé es que la carga laboral es enorme. Y por otra parte, el sistema previsional tiene un déficit gigante a raíz del desfasaje entre el número de jubilados y el de los que aportan. ¿Reforma laboral quiere decir bajar los aportes patronales y los aportes del empleado? ¿Entonces cómo se financia? No se puede hacer milagros en la economía. Hay que ir gradualmente.

–¿Qué evaluación hace del movimiento obrero hoy y en particular de la CGT?

–Yo creo que la última manifestación fue un gol en contra para el sindicalismo. El país necesita un gremialismo sano y honesto, y lo que se vio esta semana fue una equivocación. Pelearse públicamente y a las piñas es muy malo para ellos. Así se debilitan más. «