A 75 años de la derrota del nazismo y del fin de la II Guerra Mundial en Europa, vuelven a crecer las diferencias de enfoque sobre lo que significó esa conflagración que envolvió a 61 estados nacionales y le costó la vida a alrededor de 50 millones de personas. Por una diferencia horaria, para los soviéticos la fecha fue el 9 de mayo, mientras que en el resto del continente se celebra un día antes. Pero esas son diferencias menores al lado de lo que marcaron esos 1418 días de feroces combates. El nazismo dejó un estigma de horror sobre la humanidad que aun hoy conmueve: el holocausto. Pero en estos 75 años hay muestras de la capacidad de destrucción monstruosa que puede desplegar una sociedad humana.

De esa guerra quedó un reparto del mundo, planeado por Josef Stalin, Winston Chuchill y Franklin Delano Roosevelt en un encuentro en Yalta, que el mandatario estadounidense no pudo ver cristalizado en las Naciones Unidas. Murió el 12 de abril, menos de un mes antes de la rendición alemana.

Roosevelt fortaleció entre 1939 y 1945 una alianza entre la Unión Soviética y los países occidentales que prometía una paz duradera en el mundo. La tarea que se puso Harry Truman, su sucesor, fue impulsar la Guerra Fría, luego de haber ordenado tirar dos atómicas sobre población civil en Japón.

Desde principios de 1945, las tropas alemanas venían perdiendo terreno tras la fallida invasión a la URSS. Los ejércitos soviéticos, en cambio, comenzaron a ser incontenibles para el III Reich. La potencia socialista fue la que más sufrió las consecuencias de la guerra en su territorio, con más de 20 millones de muertos.

De tal manera que los primeros en llegar a Berlín fueron tropas del Ejército Rojo. Adolf Hitler y la cúpula del régimen nazi se habían suicidado en 30 de abril en su bunker. Los ejércitos británicos avanzaban en Europa, los estadounidenses venían subiendo desde el sur de Italia, tras los acuerdos con los jefes mafiosos en Chicago y Nueva York que facilitaron el acceso.

Estados Unidos solo ingresó en la guerra cuando era claro que el Reino Unido no podría ganar, Francia estaba ocupada y la URSS comenzaba a dar muestras de que no sería derrotada. Una estrategia que le permitió convertirse en la gran potencia capitalista de fines del siglo XX.

A la caída de la Unión Soviética, en 1991, hubo otro momento de cercanía entre Washington y Moscú que hizo prever años de armonía. Poco duró ese espejismo y en los últimos años crece una cruzada contra la Rusia de Vladimir Putin que justifica el armamentismo en Europa y las continuas tensiones que amenazan a esa parte del mundo.

Putin envió mensajes de felicitación a los líderes y los pueblos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia con motivo del aniversario. «La gran victoria se ha convertido en un importante evento del siglo XX, que tiene importancia duradera para el destino de toda la humanidad», le dijo al primer ministro Boris Johnson, quien telefónicamente le recordó aquella asociación de hace tres cuartos de siglo e invitó a Putin a un encuentro virtual para hablar sobre la búsqueda de una vacuna contra al Covid-19.

Del otro lado del Atlántico, Donald Trump homenajeó a “las fuerzas de la libertad que derrotaron a la tiranía” y recalcó que “ningún desafío es mayor que la determinación del espíritu estadounidense”.

La versión de aquella gesta que expresa el departamento de Estado logró irritar a la burocracia estatal en Moscú. Así, la vocera de la cancillería rusa, Maria Zajárova, tildó de “acusaciones abominables por su hipocresía y falsedad” a las afirmaciones de que la guerra había comenzado en setiembre de 1939, cuando Alemania y la URSS invadieron Polonia.