Nadie sabe realmente quién es hasta que no se enfrenta a una situación límite. Julián, el personaje de Ya pueden encender las luces, la reciente novela de Ariel Urquiza, es un actor de teatro sin trabajo al que las circunstancias lo llevan a convertirse en alguien que nunca pensó que podría llegar a ser: un asesino. Creer que quien mata o es cómplice de una muerte es un monstruo resulta tranquilizador porque traza una línea tajante entre la buena gente y la que no lo es. Sin embargo, la división no es tan nítida y aunque se tenga certeza de lo contrario, nadie está libre de cruzar esa línea y quedar definitivamente del otro lado. 

Este es el inquietante planteo de la novela de Urquiza que salpica la narración con breves pensamientos sobre el teatro que él llama sentencias. Pero el mundo del arte no sólo se expresa en la profesión del protagonista, sino también en la instalación de un Boeing 737sobre avenida Libertador, a pocos metros de la Biblioteca Nacional que prepara un arquitecto.  

Aunque no se trata de un policial en sentido estricto porque no hay un asesinato a descubrir, la historia tiene un suspenso propio de ese género que seduce al lector desde la primera página sin que pueda oponer resistencia a ser atrapado por el relato.

El autor estudió periodismo, dramaturgia y es, además, traductor, razón por la que está acostumbrado a trabajar con voces ajenas, lo que lo lleva a la escritura de ficción como un modo de encontrar la propia, un cometido que, sin duda, logra.

Su libro de relatos No hay risas en el cielo recibió el Premio Casa de las Américas en 2016 y fue preseleccionado en la cuarta edición del Premio Hispanoamericano de Cuentos Gabriel García Márquez. Ya pueden encender las luces fue finalista del III Premio Eugenio Cambaceres organizado por la Biblioteca Nacional y publicada en la colección Narrativas al Sur del Río Bravo de la editorial Corregidor.

– ¿Qué te llevó a mezclar la narración con textos muy breves que son pequeños ensayos sobre teatro?

-Mi idea, desde el principio, fue ir mezclando el mundo del teatro de ese protagonista con esa noche de tensión en que se acerca cada vez más a un punto del que no hay retorno. En una primera versión esas sentencias no estaban y me pareció que hacía falta algo que le diera un mayor sustento desde el teatro que Julián siente que es lo que lo representa. Escribí bastante y fui seleccionando textos cortos que eran los que me parecía que se relacionaban más con lo que iba pasando en la trama. La idea es que cada una de esas sentencias sea una apertura hacia lo que va a suceder en las próximas páginas. Me pareció una buena idea para establecer un equilibrio entre el mundo del teatro, que siempre está presente en él, y lo que vive durante esa noche que cambiará su vida.

-¿Julián es alguien que se descubre a sí mismo cuando se enfrenta a una determinada circunstancia o alguien que no puede dejar de interpretar un personaje?

-Más allá de que a él todo lo lleva a la actuación, se encuentra en un momento frente a una realidad que no hubiera esperado, que lo lleva a actuar de un modo que tampoco hubiera esperado. Él se encuentra frente a una situación límite que lo empuja a dar un paso más allá.  Esa noche se da cuenta de que aunque el centro de su vida era el teatro, en el último tiempo, quizá por no tener trabajo, estaba en búsqueda de algo nuevo. Ese mundo que descubre y que en un principio lo horroriza, lo va encantando y llega a pensar que quizá él puede ser uno de los que pertenecen a él.  

-Se convierte en un asesino y comienza a naturalizarlo. 

-Claro, como Fajre, que es un asesino y que ya lo tiene naturalizado. Por eso, luego de matar a un hombre va a la casa a ver su padre y en su relación con él es como cualquier persona. Hace muchos años que hace ese tipo de “trabajo” y lo naturalizó a tal punto que no lo inquieta.  Lo que a Julián en un principio le parecía algo totalmente antinatural, hacia el final de la novela comienza a naturalizarlo. La muerte de Taboada lo horroriza y, además, lo asombra, que luego de asesinarlo, Fajre vuelva a subirse al auto y le pregunte a él si tiene hijos, le pregunte por su vida. Con el segundo asesinato, Julián siente algo, pero sigue adelante. Hay un crescendo. Cuando están en el bar Julián piensa en la vida de Fajre, ese hombre que parece un oficinista que ha salido del trabajo, pero qué es un asesino, y se pregunta cómo puede conciliar las dos cosas. Algo así también aparecía en mi libro anterior respecto de los sicarios. Los pensé como personas que no se ven a sí mismas como monstruos, sino como seres comunes que dicen “bueno, es lo que me tocó”.  Sus actos son perversos, pero ellos no los piensan de ese modo. Creo que no toda persona que realiza actos perversos, los vive como una perversidad. Muchas aturalizan tanto ese acto que deja de parecerles extraño, se acostumbran.

-¿Cómo nació el personaje de Julián?

-Lo fui pensando de a poco como un actor que lleva la actuación a su vida fuera del escenario. Me gustaba la idea de que la novela fuera creciendo en tensión y que el personaje se fuera acercando a una situación sin punto de retorno. Ya no puede volver a su hogar. Por mensajes que dejó en el celular no puede volver con su mujer. Se da cuenta de que su amante está con el director con el que él trabajaba como actor y sabe que él colaboró con la muerte de alguien. Cada paso que da esa noche lo aleja más de lo que era su vida y sabe que, aunque sobreviva, va a tener que buscar otra forma de vivir, va a ser otra persona. Me interesaba sobre todo eso, llevarlo hasta un límite a partir del cual ya no es el mismo. Él relaciona lo que vive con el teatro, interpreta cualquier señal desde el mundo actoral, tiene flashbacks de su infancia cuando comenzó a ir al teatro, pero a partir de esa noche ya no volverá a ser quien era. Cuando después de la primera muerte tiene que volver a subirse al autor de Fajre, siente que es el momento de decir no, de irse. Pero se resigna y se deja llevar.  

-¿Y por qué le interesó tanto el teatro?

-Porque no tiene una identidad definida y tampoco principios firmes y la actuación le permite ser diferentes personajes. Pero, al mismo tiempo, siente que todos los personajes que interpretó se van yendo de él y le dejan un vacío. Creo que lo que tiene Julián es una gran crisis de identidad. Por eso se entrega a esa nueva realidad.

-Eso se percibe antes de esa noche. Tiene una amante y la lleva a su propia casa cuando su mujer no está. En eso ya hay algo perverso, transgrede un límite, le gusta sentir el peligro de esa actitud.

-Sí, lleva un año sin actuar y necesita ponerle adrenalina a su vida de alguna manera, por eso realiza actos que implican cierto riesgo. No se va luego de la primera muerte porque inconscientemente sabe que eso le va a dar la adrenalina que busca, va a llenar ese vacío que siente desde que dejó de tener trabajo en el teatro.

-Eso está implícito en el título de la novela: Ya pueden encender las luces. Él vive incluso un acto criminal como una actuación.  

-Sí y también se da en los diálogos. Generalmente en “el escenario” de esa noche siempre hay dos actores que protagonizan la acción. Incluso cuando son tres, como cuando van a visitar al padre de Fajre, éste sale de escena y lo deja hablando solo con el padre. Cambia la escenografía, pero cuando se abre el telón siempre aparecen dos personajes.

-¿Te interesa particularmente el teatro o solo te interesó en el caso de Julián como personaje?

-Me interesa el teatro más allá de esta novela. Hice algún curso de dramaturgia y veo mucho teatro.

-¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?

-Se dio en varias etapas. Hubo una primera versión que terminé en 2012 / 2013, que resultó finalista del Premio Cambaceres. Pero en la novela había algo que no terminaba de convencerme, por lo que la retomé luego de publicar un libro de cuentos. Volví al texto luego después de un tiempo, lo que es bueno porque te permite evaluarlo mejor. Me di cuenta de que de la mitad en adelante no me gustaba. Entonces reformulé el final, incluí las sentencias del teatro, porque me pareció que contribuían a llevarla hacia donde yo quería. La primera versión era más policial, pero yo deseaba salir de eso. Me interesaba el mundo del policial, el suspenso, pero deconstruido. En esa nueva versión hice crecer un poco al personaje paralelo de Lorenzo Prigione que es otro artista como Julián, pero más íntegro. Durante muchos años tuvo que hacer otro trabajo pero finalmente decide hacer lo que quiere que es dedicarse al arte. En este sentido, es lo opuesto a Julián.

-¿Te sentís más cuentista o más novelista?

-Creo que hasta este momento por lo menos, me resulta más natural el cuento, pero cada vez me siento más tentado por la novela y creo que el próximo paso va a ser una novela de más largo aliento. Estoy escribiendo con más personajes y mayor complejidad.

-¿Los ambientes sórdidos son una constante en tu escritura?

-Hasta el momento sí, tanto en los cuentos como en la novela. De una u otra manera siempre estuvo presente la sordidez, pero tal vez no sea así en la novela que estoy empezando. Me gusta que los personajes partan de una situación incómoda como es la de los sicarios o la de servicios de Fajre. Me interesa analizar qué hay detrás de eso, no para justificarlos, pero sí para entender más, para saber cómo es esa gente, cómo vive y cómo siente lo que hace. Como ese mundo me resulta incomprensible, me gusta explorarlo, jugar con la imaginación y con las herramientas de la literatura para entenderlo un poco más.