No pudo ser. Argentina y Uruguay no serán sede del Mundial de básquet 2023. La Federación Internacional de Básquetbol (FIBA) eligió a Filipinas, Indonesia y Japón como los organizadores. Sin embargo, lo que podía ser una jornada negativa se convirtió en una esperanza. Porque el proyecto presentado en conjunto por la Argentina y Uruguay quedó a un paso de asegurarse el Mundial 2027. La FIBA determinó que la candidatura rioplatense sea la única para esa edición. 

La Argentina sería, de esa manera, el país que más veces haya organizado un Mundial, con los antecedentes de 1950 y 1990. Haber otorgado dos ediciones en una misma jornada no tenía antecedentes para la FIBA. Pero ya lo habían hecho la FIFA con los Mundiales 2018 y 2022, y el COI con los Juegos Olímpicos 2024 y 2028. Según la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) se debió a “la alta calidad y extrema paridad que presentaron ambas candidaturas”.

Dirigentes locales con el apoyo del presidente de FIBA, el tucumano Horacio Muratore, se movieron con rapidez en las últimas semanas para conseguir el objetivo. Para Muratore, lo más importante es demostrar que el país supo despertar de un coma en el que estuvo sumergido cuatro años atrás con un escándalo de corrupción. La apuesta del dúo rioplatense surtió efecto en el mundo FIBA. Las últimas semanas fueron decisivas, los dirigentes de la CABB se movieron con rapidez y sacaron un triple sobre la chicharra para (casi) ganar la sede del Mundial 2027. El próximo paso será en junio, cuando Argentina y Uruguay tengan que cumplir con una serie de requisitos impuestos por FIBA (adaptar contratos, avales y garantías para la nueva fecha) para confirmar la sede.

El proyecto presentado por el trío asiático formado por Japón, Filipinas e Indonesia era mucho más amplio y con una infraestructura y presupuesto de otro nivel, más teniendo en cuenta que FIBA quiere ampliar su mercado y en esa zona tendrá una llegada a más de 400 millones de personas, el triángulo casi perfecto para que se desarrolle el Mundial 2023, tras China 2019. La apuesta de FIBA es bastante clara: el camino de la pelota naranja estará centralizado en Asia.

Conocido esto, desde esta parte del mundo se apostó a seguir en carrera, luego de que otras doce naciones quedaran en el camino por no poder competir con el dragón de tres cabezas asiático. Turquía, Rusia y Serbia, entre ellas.

La noticia que se dio a conocer ayer tras la Asamblea General de FIBA, en Suiza, aparece como un gran logro para la CABB, que hace cuatro años había ingresado en una zona de oscuridad tras la mala gestión de Germán Vaccaro. La llegada de Federico Susbielles, primero como interventor y luego como presidente, más el cachetazo de la Generación Dorada a la gestión anterior fue un renacer para un básquet nacional en estado de coma.

El renovado estadio Mary Therán de Weiss, el polideportivo de Mar del Plata, Comodoro Rivadavia, Córdoba, Mendoza y La Rioja, por este lado, y Montevideo, cruzando el Río de La Plata, son los estadios designados en el plan original que lideró Susbielles y su par uruguayo, Ricardo Vairo. Pero detrás de este plan “sólido y bien pensado”, como lo define Susbielles, aparece otro personaje clave que lleva toda una vida dedicada a este deporte y que fue escalando desde Tucumán hasta quedarse con la llave del castillo naranja. Nunca un dirigente argentino llegó tan alto en una organización deportiva internacional como Horacio Muratore. Ni siquiera Julio Grondona, al menos en los papeles. El contador de 67 años es desde 2015 y hasta 2019 el presidente de la Federación Internacional de Básquetbol (FIBA).

El peso y respeto que tiene en casi todas las federaciones del planeta FIBA sin dudas fueron una pata fundamental para que, al menos, quedara la chance concreta del 2023.

Muratore, el hombre clave para pensar en un Mundial

Hombre calmo, de paso pesado y cansino, Muratore se niega a instalarse en Europa (FIBA queda en Mies, Suiza, a 15 kilómetros de Ginebra) y mantiene su tonada pese a tanto viaje siguiendo los pasos de su padre como dirigente del club Tucumán BB. Su mujer y sus cuatro hijos hicieron que dejara sus asuntos con el básquet, pero confesó que tuvo que volver a convencerlos para que lo dejaran presentarse a la presidencia de la Federación de su provincia. De allí, fue impulsado a la CABB, que lideró desde 1992 hasta 2008. Suele jactarse de ser quien creó a la Generación Dorada.

Vaccaro fue su predecesor. El pampeano lo acompañó como vicepresidente en la CABB y lo reemplazó en 2008. Fue hasta 2014, cuando  por el empujón de líderes como Luis Scola, Vaccaro tuvo que renunciar a su puesto acusado de corrupción y con una deuda de 30 millones de pesos en el máximo ente del básquet nacional.  

Hoy, el tucumano tiene a todos contentos en FIBA, dicen que suele quedar bien con todos y que sabe moverse en la política. “Ser presidente de FIBA tiene el mismo peso que ser el de FIFA», le dijo hace un tiempo al diario La Nación.

Muratore y el secretario general, el suizo Patrick Baumann, comandan una serie de modificaciones dentro del mundo FIBA y unas de ellas son las novedosas “ventanas” de clasificación para el Mundial. Aunque ninguno de los dos, hábiles como pocos, nunca vio venir la negativa de la Euroliga para prestar jugadores a las selecciones. 

Y fue la posición de Muratore, sin dudas, la que abrió la puerta a que la Argentina (y Uruguay) pudieran pensar en un Mundial.