Todo cambió de repente. La aparición del CoVid19 alteró la vida de los trabajadores en todo el mundo. En la Argentina, lo primero fue la suspensión de clases que obligó a las familias a reorganizar sus tareas para garantizar el cuidado de los niños y, enseguida, el aislamiento social obligatorio que obligó a permanecer en el hogar a una inmensa porción de los trabajadores.

Si el virus hubiera aparecido apenas una década atrás, o incluso un lustro, posiblemente el parate productivo y el impacto sobre la economía hubiera sido mucho mayor. Es que la disponibilidad y calidad de redes de internet hogareñas, el 4G, las videollamadas y teleconferencias, entre otros recursos técnicos ahora disponibles, permite seguir trabajando casi con normalidad en amplio abánico de sectores de la economía.

Una consultora internacional especializada en recursos humanos, Adecco, realizó en la Argentina una encuesta sobre más de 4.500 empleados que, desde que comenzó la cuarentena comenzaron a trabajar desde sus casas y bajo esta modalidad. El propósito fue el de indagar acerca de la percepción que tienen acerca de las condiciones laborales que esta nueva modalidad impone y que, para el 56% resulta “totalmente nueva”.

Indagados sobre la posibilidad de sostener esta modalidad de trabajo en forma permanente, una vez concluido el aislamiento social obligatorio, el 56% de los encuestados señaló que aceptaría hacerlo “solo algunos días de la semana” mientras que un 25% gustaría de hacerlo en forma definitiva. El 19% de los trabajadores, sin embargo, manifestó que prefiere volver a su oficina o lugar de trabajo.

Con todo, el dato más relevante, y el que debiera alertar a sindicatos y la clase trabajadora en su conjunto, es el que da cuenta de que bajo esta modalidad un 42% de los trabajadores reconoce trabajar más horas que las habituales. La encuesta, sin embargo, no ahonda acerca de si ese alargamiento de la jornada laboral más allá de sus límites legales es el resultado de una exigencia patronal o resultado de su propio disfrute personal. Un 40% asegura que cumple estrictamente con su horario de trabajo normal mientras que apenas un 18%  admite trabajar menos horas que las habituales.

Otro dato saliente que surge de la encuesta es el que puntualiza los beneficios que esbozan los empleados que sí ven con buenos ojos la idea de trabajar desde sus casas. En primer lugar, claro, con el 65% de las respuestas afirmativas aparecen los que aseguran que la modalidad les genera un ahorro económico vinculado con el transporte y las comidas. Del total, además, un 47% asegura trabajar más cómodo mientras que un 40% destaca su capacidad de organizarse mejor los horarios. Un 20% señala alcanzar mayores niveles de concentración.  

Por el lado de las desventajas, casi la mitad de los empleados, un 48%, cree que trabajar sin su equipo presente es negativo mientras que un 38% manifiesta la dificultad de trabajar en presencia de su familia. El 33%, en línea con el alargamiento de hecho de la jornada laboral, manifiesta que, de esta forma “nunca se desconecta”. Apenas un 12% señala que no cuenta con los recursos técnicos adecuados para hacerlo.

Desde el punto de vista de los hábitos, el lado lleno del vaso indica que un 75% de los empleados logra comer comida más sana puesto que, en general, tiene mayor control sobre lo que ingiere pero, del otro lado, sólo la mitad de los que realizaban ejercicios antes de la cuarentena encontraron la forma de continuar con su actividad física puertas adentro.

Por último, mientras que en la inmensa mayoría de los 4.635 empleados encuestados (90%) considera que la decisión del gobierno nacional es adecuada, un 38% cree que la situación anómala se sostendrá, al menos, durante 30 días y hasta 60. En el otro extremo, apenas un 3% cree que la cuarentena se extenderá por un período menor a los 15 días. El dato es curioso puesto que, por el momento, la resolución oficial indica que la misma se extenderá por un período de doce días.

La irrupción del teletrabajo generado por cuestiones de fuerza mayor acelera una tendencia por la que venían pugnando las grandes patronales a escala mundial alrededor del concepto del “futuro del trabajo”. Ese fue uno de los tópicos centrales de las últimas reuniones del G-20 y una de las grandes discusiones que atraviesan a la Organización Mundial del Trabajo (OIT) y las organizaciones sindicales.  Es que, desde el sector gremial, la modalidad a distancia es vista con con recelo porque, de la mano de la atomización y desorganización sindical, podría representar un Caballo de Troya para la vulneración de los convenios colectivos, la legislación laboral vigente y, en última instancia, del carácter de la propia relación laboral. El proyecto original de reforma laboral que presentó el gobierno anterior y que nunca pudo avanzar, de hecho, proponía modificar el concepto de la relación laboral identificando el vínculo entre capital y trabajo como «una relación de iguales».

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Así lo sufren, por caso, miles de trabajadores de prensa que revisten bajo la modalidad de “colaboradores”, sin estabilidad, vacaciones, aguinaldo ni cobertura de salud. El alargamiento de hecho de la jornada, representa una luz de alerta para lo que sucederá, a escala global, el día después de la pandemia.