«En los sectores nuestros es algo raro que un pibe te diga quiero laburar, quiero estudiar. No. Es dame un ‘plancito’, dame una vivienda y quiero vivir de arriba», cuenta Nicolás Chipana. Desde los seis años vive en la Villa 20 de Lugano y hoy da «una mano” en el armado político del PRO en las zonas más pobres del Conurbano. Quiere alejarse lo máximo posible de las palabras militancia, política y, sobre todo, puntero. «No manejamos recursos, no manejamos contratos, no manejamos obra pública. Cuando me preguntan ‘¿qué hay?’, yo les digo: nosotros no venimos a entregar nada. Simplemente te acompañamos a hacer la gestión, ¿qué necesitás, que te pongan la luz acá? Listo. Vamos a gestionar», invita a su eventual interlocutor. “Nosotros administramos ilusiones, porque compartimos el testimonio de algunas transformaciones y logros que generamos en la Ciudad”, dice orgulloso. Aunque con menos exposición, su rol lo empareta con otra figura clave del universo de referentes sociales del PRO: Margarita Barrientos. 

Chipana nació en Salta hace 37 años y cuando tenía seis su familia, integrada por sus padres y siete hermanas se instaló en la Villa 20 de Lugano. Allí comenzó a hacer trabajo barrial junto a otros vecinos. “En la Ciudad estaba colaborando un poco con el tema de erradicación, integración y transformación de villas y dí una mano importante ahí en los barrios”, explica sobre la relación laboral que lo une al Estado porteño y que comenzó antes de la llegada de Mauricio Macri a la Jefatura de Gobierno. “Arranqué en 2003, 2004. Sigo prestando servicios en Ciudad, pero no tiene absolutamente nada que ver con lo que hago en Nación”, remarca. Por el “voluntariado” que realiza con el Frente Argentina Primero, asegura, no cobra ningún sueldo.

Fuentes consultadas por Tiempo aseguraron que Chipana mantiene un estrecho vínculo con Marcelo Chancalay, un poderoso puntero de la zona sur devenido en empresario del Real Estate. “Siempre sin estructura. Siempre traté de mantenerme alejado de la política”, confiesa a pesar de que en algún momento se puso la remera de Sergio Massa y de que hoy está muy cerca del oficialismo.

Según los registros oficiales, Chipana mantuvo vinculo laboral a través de un contrato con la Ciudad entre 2007 y agosto de 2016. 

El guiño para formalizar el pase a Nación llegó de la mano de Carlos Pedrini, el virtual viceministro de Desarrollo Social y responsable de tender puentes con los grupos piqueteros. En el gobierno admiten que existen un vínculo personal entre ambos, pero negaron una relación contractual. 

Como explica un funcionario peronista devenido en macrista, en el PRO “está mal visto el uso del término militar, lo llaman trabajo barrial. No existe más el puntero, ahora es el referente”. Tal vez por eso Chipana se enojó hace poco en una charla cuando otro referente lo presentó y advirtió a los asistentes que venía a “bajar línea” política. “Yo soy un vecino más, tenemos que romper con esa cosa piramidal de que viene alguien que tiene algún contacto o que tiene una relación tenga el poder o la autoridad moral venga a bajar línea”, señala a pesar de que no es un vecino más y de que sí tiene contactos.

¿Cómo se gestó su acercamiento al PRO? “Lo mío fue un proceso largo. No te tienen que llevar de las narices, se tiene que gestar, tiene que haber un amor, una piel. Costó entender, costó planificar. Costó manejar esto de si Mauricio gobernaba para un sector de la sociedad o para el otro”, analiza quien es hoy un firme defensor de las políticas de Cambiemos. Para Chipana, la llegada del macrismo al poder fue un shock de ánimo para la sociedad. “La gente había perdido la esperanza, había perdido las ilusiones. Hoy no te digo que está pum para arriba, pero se empieza a ver un poco más el tema de que la gente quiere solidarizarse, quiere que esto salga adelante», subraya.  «