El pasado 9 de Julio se cumplió un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia Nacional.

Las sesiones del Congreso de Tucumán se habían iniciado el 24 de marzo de 1816. El representante de Buenos Aires, el jurista Pedro Medrano fue su primer presidente y el encargado de pronunciar el discurso inaugural.

El 12 de abril de 1816, en una carta dirigida al congresista por Cuyo, Tomás Godoy Cruz, el general San Martín le escribe:

“¡Hasta cuando esperaremos declarar nuestra Independencia! No le parece a Usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quién en el día se cree dependemos. ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos …
Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo; si no se hace, el congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito…».

La respuesta de Godoy Cruz a San Martín expresó las dificultades de lograr acuerdos entre los congresistas y concluye que la tarea de declarar la independencia “no es soplar y hacer botellas”

El 24 de mayo de 1816, San Martín volvió a escribir a Godoy Cruz, reiterando su convicción independentista.

“Veo lo que usted me dice sobre el punto de la independencia que no es soplar y hacer botellas; yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacerla que el que haya un solo americano que haga una sola. […]Seis años contamos de revolución y los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen: falta de jefes militares, y nuestra desunión son las causales. ¡Y se podrán remediar! Puede demostrarse que no podemos hacer una nueva guerra de orden, por más tiempo que el de dos años, por falta de numerario: y si sigue la contienda, no nos resta otro arbitrio que recurrir a la guerra de montonera y en este caso sería hacérnosla a nosotros mismos. Ya está decidido el problema de la Inglaterra, nada hay que esperar de ella. Ahora bien, ¿cuál es el medio de salvarnos? Yo lo sé, pero el Congreso lo aplicará como tan interesado en el bien de estos pueblos; resta saber, que si los tales medios no se toman en todo este año no encuentro (según mi tosca política) remedio alguno. Se acabó”.

Finalmente, el 9 de Julio de 1816, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, luego de varias semanas de intensas sesiones se aprobó el Acta de Independencia declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sud América.

El texto aprobado afirma textualmente: “Nos, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”

El Congreso de Tucumán siguió deliberando en los días posteriores a la declaración de la independencia para analizar la constitución y la mejor forma de gobierno que debía darse la nueva nación.

Pero algunos congresistas, liderados por el representante de Buenos Aires Pedro Medrano, – y respaldados por San Martín desde Cuyo, Martín Güemes desde Salta, y por el recientemente designado Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón -, no estaban totalmente satisfechos con el texto aprobado el 9 de Julio. Ese día el Congreso de Tucumán había aprobado “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli”.

En 1814 Napoleón Bonaparte había sido derrotado y el monarca español Fernando VII había sido restituido en su trono. La restauración monárquica parecía dominante en toda Europa. La república francesa y sus ideales habían fracasado. Los ideales republicanos sólo tenían vigencia palpable en un solo país: Estados Unidos de Norte América.

La nueva situación hacía previsible el envío de tropas desde España para recuperar sus antiguas colonias. Y en ese marco había posturas a favor de una salida monárquica para las Provincias Unidas, ya sea subordinándose a Inglaterra o a la monarquía portuguesa, por entonces asentada en Brasil..

Diez días después de aprobada la independencia, el 19 de julio de 1816, en sesión secreta del Congreso de Tucumán, el diputado por Buenos Aires, Pedro Medrano, hizo moción para aprobar una modificación al Acta de la Independencia, agregando después de «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», la siguiente frase: ”y de toda otra dominación extranjera”.

Con esa decisión se puso fin a las especulaciones. Los congresales juraron el nuevo texto del Acta de la Independencia. La guerra tuvo un nuevo y decisivo impulso. Las fuerzas realistas fueron expulsadas del norte argentino y el general San Martín pudo organizar el Ejército de los Andes, cruzar la cordillera,  liberar a Chile y, después, continuar su gesta liberando al Perú.

El agregado propuesto por Pedro Medrano fue silenciado por la llamada “historia oficial”. En estos días en que es evidente el estímulo oficial en favor de la dominación extranjera, honramos la memoria y destacamos el coraje y la convicción independentista del representante de Buenos Aires, Dr.  Pedro Medrano.