«El 8 es el jugador más difícil de encontrar, el Modrić», dice Marcelo Bielsa desde el césped del estadio Amsterdam Arena del Ajax. «Es el que defiende como el 6 y ataca como el 10. Es el puesto clave del fútbol, porque el 8 se hace extremo, se hace contención y se hace volante ofensivo». Fue el 5 de octubre de 2016, ante un auditorio pequeño en Holanda. En el segundo partido del grupo D de Croacia en el Mundial de Rusia 2018, Luka Modrić hizo todo lo que expuso Bielsa y más: su golazo, en un punto, opacó los toques de primera en la mitad de la cancha, intervenciones que clarificaron el juego. Al mismo tiempo que Argentina se juegue el futuro ante Nigeria, Croacia enfrentará a Islandia en Rostov. «Le deseo mucha suerte a Argentina -dijo el capitán Modrić-. Que no tengan dudas: nosotros vamos a ir a ganarle a Islandia». Es el crack que, después de la masterclass de mediocampista ante la Selección Argentina, le podrá dar una mano.

Osvaldo Ardiles, el 8 campeón del mundo con la Selección en Argentina 1978, lo conoce muy de cerca. Modrić jugó entre 2008 y 2012, antes de pasar al Real Madrid, en el Tottenham, donde Ardiles es una leyenda. «Es un gran tipo -dice Ardiles desde Londres-, ya era un futbolista excepcional aquí. Pero ha crecido todavía más en el Madrid. No me extraña que estén enamorados de él. Se supo adaptar al fútbol inglés, a la camiseta. Impresionó su juego con los compañeros y el excelente manejo de la pelota». En el partido ante Argentina, Modrić fue un haz de luz en la maraña. Le tiró la pelota entre las piernas a Javier Mascherano, antes de su gol. En verdad, la pasó, porque fue un pase. Acertó el 80% de los intentos (37 de 46) y, con siete pases, Ivan Rakitić fue el socio más buscado. Modrić y Rakitić son las caras de una nueva generación de Croacia que está en condiciones de superar el tercer puesto de Francia 1998. En Nizhni Nóvgorod, sin embargo, los croatas decían que el equipo se relaja ante los más débiles y que explota ante los más fuertes, como Argentina.

Edson Ramírez es mexicano y director de cine. Está hace nueve meses en Zagreb, capital de Croacia. Fue el tiempo de ultimar los detalles de Vatreni, el documental que cuenta una historia del pueblo croata a través de los futbolistas de Francia 98. «Modrić es el jugador con más corazón de esta selección, el que impulsa al equipo -dice Ramírez-. Es el que más expresa ese sentimiento patriótico por su país, el que lo resalta internacionalmente, y es serio, no le gusta llamar la atención. Eso es lo que lo hace muy interesante». Modrić es el líder que, cuentan, rebajó la euforia después del triunfo ante Argentina. El que mantiene unido al plantel y con los pies en la tierra. El que gestiona su físico a los 32 años con un preparador físico extra en las tardes de Madrid. El que con su cuarta Champions League alcanzó la estabilidad futbolística en relación a creación, colocación y anticipación.

«Desde hace 20 años Croacia no tiene una generación con tanta destreza para jugar -explica Ramírez-. Modrić es un caso súper particular. Él creció en una ciudad que se llama Zadar. Cuando era niño, durante el período de la guerra, fue desplazado y algunos miembros de su familia fueron ejecutados. No se sabe si fue el ejército yugoslavo o los paramilitares. Modrić es el vínculo entre esa generación del 98 y la actual más joven, con Kovačić y Rebić, entre otros, quienes ya no vivieron ese proceso, sino las consecuencias». Abuelo asesinado, padre primero futbolista y luego soldado en la guerra de los Balcanes, Modrić se crió en alojamientos de refugiados, entre las ruinas. «Rompía más ventanas con la pelota -suelen ironizar en Croacia- que las bombas serbias». Después de debutar ante Argentina en un amistoso de 2006 -aquel en el que Messi marcó su primer gol con la Selección-, Modrić juega su tercer Mundial con Croacia. Sabe que, en menor medida, el futuro de Argentina y de Messi también depende de él.