Son muchas las historias de personas que se unen y luchan por un mismo sueño, que van hasta las últimas consecuencias sin importar el resultado. En este caso, quienes lo hicieron tuvieron la ilusión de tener su lugar en el universo del deporte argentino. Fueron los fanáticos del curling, esa especie de bochas sobre hielo que llama la atención cada vez que se disputan los Juegos Olímpicos de Invierno. Lo planearon durante un tiempo y, con mucho esfuerzo, llegaron a las más altas esferas para darle el impulso necesario en el país. Lo hicieron con seriedad y mucha pasión. Esta no es una historia con final feliz, pero sí se trata de una historia de amor. Un amor de invierno.

El curling cautiva a los argentinos cada cuatro años, como ahora en PyeongChang 2018. Durante los Juegos estallan las redes sociales con ese deporte de origen escocés y con altos niveles de fanatismo en los países nórdicos y en Canadá. Y también tuvo su impacto en la Argentina. Al menos en un grupo de jóvenes que se movilizaron para ver la posibilidad de practicarlo. Hoy, todo quedó en el olvido, pero no se dan por vencidos.

«Fue todo muy fugaz, arrancó en febrero de 2014 cuando se disputaban los Juegos de Sochi. En tan sólo seis meses teníamos todo listo para formar la Asociación Argentina de Curling. Hasta el Comité Olímpico Argentino y las federaciones deportivas nos habían dado el ok. No lo podíamos creer. Sólo nos faltó la aprobación de la IGJ (Inspección General de Justicia) y del abogado, que nunca se movió para que este proyecto pudiera salir. Me iba todos los miércoles a su oficina y había días que no me atendía. Si no fuese por la burocracia hoy tendríamos curling en la Argentina. Fue una aventura, pero le pusimos mucha pasión», cuenta Matías Montoya, uno de los impulsores de la –frustrada– creación de la Asociación.

El curling es un deporte de invierno en el que dos equipos de cuatro participantes tienen que arrimar una piedra hecha de granito, mientras dos compañeros van limpiando un camino de casi 50 metros de largo con una escoba. Es necesario tener mucha precisión y acercar la piedra a la diana central de color rojo, que es como si fuera el bochín del tejo. Ante las dudas, son los mismos jugadores los que se las arreglan para medir con una escuadra la distancia de la piedra a la diana para determinar al ganador.

Ahora, ¿cómo fue que este grupo de «locos» llegaron al curling? «Nos conocíamos de haber estudiado periodismo, todos amantes del deporte amateur. Nos cautivó la honestidad del curling, un deporte que no tiene árbitros. Después llegaron otros que se sumaron cuando armamos una página de Facebook y llegamos a ser los 20 miembros necesarios que nos pedía el COA. Elegimos un presidente, vice, tesorero, vocales, armamos un estatuto de asociación civil y hasta un logo copado. La segunda reunión la hicimos en la casa de uno de los chicos. El padre era contador y tenía la oficina ahí. ‘Listo, esta es la oficina de la Asociación’, dijo. Tuve que poner a mi primo de vocal porque a veces nos faltaba gente», recuerda Mato con nostalgia.

Montoya explicó que las reuniones se vivían con mucho entusiasmo y se hacían cada 15 días. Al principio no les importaban las dificultades ni la falta de infraestructura. «Tenemos que traer sí o sí las piedras, si no lo hacemos con pavas, pero hagámoslo», cuenta Mato en el recuerdo de la pasión de las reuniones. Algunos de ellos estaban decididos a irse a vivir a Ushuaia, donde hay una pista de hóckey al aire libre. El desgaste de los papeleos, firmas faltantes, más papeleos y los compromisos laborales de cada uno de ellos fueron el detonante para dar marcha atrás con el proyecto.

El presidente de la Asociación Argentina de Bobsleigh, Skeleton y Luge y miembro del COA, Christian Atance, explicó que «el curling es el único deporte de invierno que no cuenta con una federación con reconocimiento del COA. Tampoco hay pistas oficiales para la práctica en el país, como tampoco las hay de lunge o bobsleigh. Argentina compite en estos deportes con atletas que viven y entrenan en el exterior. En América Latina sólo Brasil tiene formado un equipo con jugadores que están en el exterior, pero desde la World Curling Federation siempre tuvieron interés en la evolución de este deporte en la Argentina. Tuvimos reuniones con ellos en varias oportunidades».

Montoya y los otros miembros originales de la Asociación se mostraron sorprendidos por la repercusión y por el apoyo que tuvieron en ese momento. Fueron contactados por federaciones de Noruega, Bélgica, Canadá y hasta les llegó un desafío para jugar contra Brasil. Un fabricante de San Juan les aseguró que les podía armar las piedras de granito.

¿No hay chances de retomar? «La única dificultad es la infraestructura. Es poco probable la práctica, pero lo queremos impulsar como interés. Las personas están. Desde España e Inglaterra nos escriben diciendo que quieren jugar. Uno solo de los 20 miembros pudo ver un partido en vivo y jugar un poco. Cada tanto nos pica el bichito de nuevo. Como ahora», explica Montoya.