Ya está en cartelera “Muerte accidental de un Ricotero”, una adaptación de la obra de Darío Fo a la historia de detención y muerte de Walter Bulacio por parte de la entonces Policía Federal, luego del recital de Los Redonditos de Ricota el 19 de abril de 1991.  

“Nací un año después de su muerte de Bulacio, pero la problemática de lo que le pasó por el asesinato de Walter Bulacio es algo que los jóvenes seguimos sufriendo”, dice Daiana Kiernan, quien dirige la obra junto a Luciano Ferrari. “Ese estado policial como herramienta de represión es algo que se puede vivir hoy: yo voy a recitales y me puede pasar a mí.”

También está el gusto por los Redondos, que Kierman comparte con Ferrari (“somos muy ricoteros”), aunque lo que les interesa es “hablar de la cultura argentina más allá de un recital de rock”. El deseo por convertir la muerte de Bulacio en un acto de reflexión artística no alcanzaba. Y ahí estaba como esperando, la exitosa pieza de Fo: “La obra de Fo es muy linda, y es muy graciosa, la nuestra es más oscura. Apenas la vimos nos pareció que estaba hecha para la historia de Walter”.

Las gestiones llevaron su tiempo (Adaptación autorizada sólo a modo de excepción, dice la bajada del título), y otro tanto llevó investigar a fondo el caso, escribir la adaptación, conseguir los derechos de temas de los Redondos, armar el elenco y aprender sobre dirección de teatro: ni Daiana ni Luciano tiene experiencia en la disciplina; ella viene de la gestión cultural autogestiva y él de la música y la docencia. 

“Tuvimos muchísima suerte porque a María del Carmen Verdú, que fue representante de los familiares de Walter, le gustó mucho el proyecto y nos facilitó toda la información. Eso nos propició un montón de información, en especial declaraciones que nos sirvieron para armar los diálogos.” El otro tema importante a resolver era el elenco. “Hay 18 personas en escena y en total trabajamos 25. Todos de manera autogestiva. Es una militancia de arte y ciudadanía.” Una militancia que antes había facilitado la red a partir de la cual empezar a buscar actores y actrices, los encargados de las luces y de todas las personas en tareas aleatorias que hacen a una obra.

“La dirección y el arte en general tienen su enseñanza académica, pero también es pálpito y acción. Escuchamos a todos los que venían del teatro y todo sabían que no teníamos formación. Ellos nos aportaron mucho, porque entendieron bien el proyecto. Supongo que tuvieron mucha paciencia también”, ríe. Y si bien en principio “todo fue raro” por esa situación, los días fueron dando forma, y la forma dando más entusiasmo para seguir adelante pese a todas las dificultades que siempre implica la autogestión, que aumenta casi exponencialmente según crece el número de personas involucradas. “Todos entendieron que la obra estaba primero que cualquier ego, que es muy legítimo en el arte.” Por eso entre las varias alegrías que van disfrutando según pasan las funciones está el “hallazgo de Santiago (Avena, el protagonista): se come el escenario; tiene 20 años y hace un personaje que padece histriomanía y es el único que rompe la cuarta pared en una obra que tiene muy marcada la cuarta pared. Y además con ricoteros que se ponen a cantar las canciones e interrumpen la obra; Santi pudo salvar todas las interrupciones con una elegancia que es un lujo”.

Que tal vez no sea aquella estrella del tema ricotero, pero que como esta Muerte accidental, brilla: “Nos llama mucho la atención que haya una obra escrita en los 70 en otro continente que hable tan bien de algo sucedido en otra época y en otro continente. Es increíble la cantidad de similitudes. Creo que eso hace tan contemporáneo al caso y a la obra. Porque está la violencia policial, que ahora se ve aunque hayamos empezado hace cinco años. A nosotros nos toca muchísimo no poder confiar en la justicia, que pasen cosas malas y la familia la tenga que remar con el abogado y no llegue a ningún lado. Que no haya culpables, juicio ni caso. Es  parte de un sistema muy corrupto.”


-Muerte accidental de un ricotero. Viernes a las 23.30 en el Teatro El Cubo, Zelaya 3053.