El Banco Central de la República Argentina (BCRA) resolvió subir la tasa de interés de referencia al 30,25% anual, con lo que limitó la corrida contra el peso que el viernes 27 había ingresado en su quinto día consecutivo.

El mundillo financiero respaldó la decisión de la autoridad monetaria. En general, la idea es que el BCRA eligió «el mal menor», que sería subir las tasas de interés frente a una continuación de la devaluación y su efecto inflacionario.

Según estas opiniones, el alza del costo de vida se encuentra en el centro de la escena porque la devaluación de diciembre, enero y febrero pegó en los precios mayoristas que luego impulsaron a los minoristas; por la suba de las tarifas de los servicios públicos; y por el alza del precio internacional de algunas commodities, especialmente el petróleo.

De acuerdo con esta visión, una nueva devaluación del peso generaría un nuevo ciclo de subas en los precios mayoristas y, al cabo de algunos pocos meses, también en los minoristas. «El BCRA considera que abril es el último mes con inflación en alza porque observa que ya concluyeron los efectos de la devaluación del verano y de las subas tarifarias. Entonces, si deja que de nuevo caiga el peso, corre el riesgo de que se produzca una nueva suba de la inflación más adelante», dijo a Tiempo un operador financiero.

La otra alternativa era subir la tasa de interés de política monetaria o de referencia, que es lo que finalmente sucedió pasado el mediodía del viernes 27. En el sector financiero consideran que es una herramienta correcta para atraer los pesos de los especuladores y evitar que se fuguen hacia el dólar. Pero no todos opinan lo mismo.

«La tasa de interés real es muy alta», había dicho horas antes Mario Blejer, ex presidente del BCRA, quien abogaba por una defensa del valor del peso por medio de la venta de reservas. Este argumento equivale a decir que la tasa en ese nivel es recesiva. De hecho, durante buena parte del año pasado una parte del gabinete del gobierno de Cambiemos se quejó en forma cotidiana contra un interés que orillaba el 28% impuesto por el Banco Central.

Hay que tener en cuenta que al ser la «tasa de política monetaria», todas las demás tasas se mueven a su ritmo: la de los créditos no UVA, la de la financiación con tarjeta de crédito o de descubiertos en cuenta corriente; la de los descuentos de documentos y facturas para pymes; y la de préstamos para capital de trabajo o adquisición de maquinaria, entre otras.

La elección del BCRA de subir la tasa de interés incluyó una arista que le devolvió algo de brillo a la opaca situación de Federico Sturzenegger, su presidente. Al subir la tasa de interés «da a entender que rompe con el mandato del gobierno que no quería una decisión así y se ubica nuevamente como defensor de la independencia del banco», observó otro operador.

De paso, la continuación de la corrida contra el peso el viernes 27 le bajó el precio a la explicación de que todo este desbarajuste se debía a la aplicación del 5% de Ganancias a los tenedores extranjeros de Lebacs, cuyo vencimiento obró el jueves 26.

La apuesta del BCRA y del gobierno es generar la base de una nueva etapa de estabilidad cambiaría e inflacionaria, que le dé seguridad a los inversores del exterior con el tipo de cambio. Sólo que sucede con una tasa más elevada que la anterior y con 4370 millones de dólares menos en las arcas del Banco Central sólo por la corrida de esta semana.