Charly enseñando de dónde viene el poder de las canciones de los Beatles. Charly contando cómo la melodía de «Seminare» ya estaba en un tema inédito del primer Sui Generis. Charly relatando los orígenes de Serú Girán o sus días de influencia maoísta hace 47 años: «Solía decir cosas fuertes al final de los conciertos de Sui Generis. Hablaba del Che Guevara, arengaba a la gente… Entonces, cuando los maoístas estos me vinieron a hablar, me copé. En ‘Instituciones’ quería poner el Manifiesto Comunista solamente para cagarme de risa. Ya Marx me parecía re fashion… Estuve ahí hasta que dejaron cantar a los cantantes de protesta…».

Charly mostrando su admiración por Luis Alberto Spinetta o por Pedro Aznar, filosofando, cargando contra discográficas y avances tecnológicos que no hacen mejor a la música: «Jamás encuentro la voz correcta. Te volvés loco: hay demasiadas opciones. En mi época, ibas a grabar un tema, y no podías tocar otro. Tenía que ser ese  tema. Cada minuto ahí valía 10 millones de dólares y había que aprovecharlo…». Charly advirtiendo ya en 1992 que se vivía una «alegría ficticia» en el país y que faltaba trabajo.

Charly en múltiples pliegues y facetas, a lo largo de veintenas de entrevistas durante 15 años, desde principios de los ’90 en adelante.  Todo eso, y más, se encuentra en el flamante libro García, de los periodistas Daniel Riera y Fernando Sánchez (editorial Vademécum), quienes recopilaron las notas que le hicieron en todo ese tiempo, y agregaron partes inéditas y retazos que exhiben a un Charly único.

Quizás uno de los mayores logros de García sea el de mostrar otra faceta del músico, alejada de las clásicas crónicas farandulescas y policiales que los grandes medios supieron caranchear en gran parte de los ’90 y los 2000. Este es otro Charly, relajado en varios casos, didáctico, fan de las bandas que lo formaron, con una increíble capacidad de memoria y de conocimiento teórico y de la historia de la música, aun en los momentos de mayor caos. El libro también es, a su modo, una revalorización de su período más turbulento. Dice Daniel Riera: «Estábamos frente a uno de los músicos populares más importantes del siglo XX de la Argentina. El Charly del período Say No More era mucho más que caos y anarquía. Tenía una lógica, un método y una búsqueda. No es que dijo: ‘Ahora voy a hacer un poco de ruido’. Hay una búsqueda muy profunda y a consciencia de su parte».

–Parecería haber una imagen en común a lo largo de todas las entrevistas: la de Charly queriendo reinventarse todo el tiempo, fuera de cualquier conformidad. ¿Perciben algo así?

Daniel Riera: –Incluso a veces pateando el tablero de lo que él mismo había concertado con la compañía. Por ejemplo, en la entrevista inédita que tiene el libro, habla del disco (Sui Generis, 2001), que era casi un trámite en un principio, mezclar el disco en vivo de los conciertos en Parque Sarmiento y en la cancha de Boca. Pero terminó siendo cualquier cosa menos un disco en vivo, porque le dieron ganas de jugar, experimentar, porque eran sus canciones, y es perfectamente válida esa inquietud artística. En la segunda entrevista del libro, que le hice para La Maga, se vislumbra un cambio fuerte, radical, como que lo abrumó un poco la parafernalia del regreso de Serú. Me pongo en la cabeza de un tipo que sale de una internación y tiene que tocar en River y poner en marcha semejante mito. Estaba lo artístico y hasta cuestiones legales en esa vuelta… Debió haber sido muy difícil. A partir de ahí, Charly decide que le va a poner las reglas a la industria, y no la industria a él. Ahí hay algo de prescindir de ciertos esquemas del business, hasta incluso por momentos del formato canción, que es su fuerte histórico, y experimentar, hacer collages sonoros. Hay un deseo de generar un lugar donde se sintiera cómodo artísticamente, un espacio de libertad, que no necesariamente es el que la industria tiene reservado a la megaestrella.

Fernando Sánchez: –Siempre lo entrevisté en la casa. Desde 1992 hasta la última que le hice en 2004, siempre estaba con algo nuevo, y en muchas ocasiones inclusive nos mostraba lo que estaba haciendo, trabajos editados, o que estaba empezando, cosas que no estaban terminadas… Nos lo hacía escuchar con un entusiasmo casi adolescente y buscando nuestra aprobación. Era la época en la que nunca terminaba los discos: tardaba un montón en hacerlos, siempre les agregaba algo, y era uno de los conflictos que tenía con las compañías.

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–De los proyectos que menciona en el libro y que quedaron truncos, ¿cuál les hubiese gustado más que se concretara?

F.S.: –El que más me interesaba, y nunca supe cuán avanzadas estaban las negociaciones, es el famoso proyecto con Keith Richards. Hablaba muchas veces de eso, y hubiese sido una fantasía interesante verlos grabando juntos. No sé hasta dónde llegó ese asunto, si alguien realmente hizo las gestiones, cuánto de eso fue un sueño de Charly, pero me hubiese gustado.

D.R.: –El disco con Keith Richards hubiese estado bueno. La última vez que vinieron los Stones, Jagger dijo en La Plata: ‘Está el gran Charly García’. El disco juntos era una pretensión por afuera del business, y que a la vez tenía que ver con las razones por las que uno hace lo que hace: el deseo.

–¿Les sorprendió la capacidad de memorizar cuestiones musicales o de su historia, aun en momentos de extremo caos?

F.S.: –Sí, me sorprendió. Y ahora que volví a leer el libro me volví a sorprender. No sabía que Charly en ese contexto caótico en el que lo veíamos, era capaz de conservar tanta memoria y tan fielmente las imágenes de lo que le había pasado, al margen de que es posible que haya inventado parte y su memoria no sea tan perfecta, pero en todo caso lo hizo con una gran capacidad para hacernos creer que era verdad, así que sea como fuese estaba muy bien. La música era su cable a tierra en momentos de caos. Y lo debe seguir siendo, supongo, espero que lo siga siendo. Era a través de lo que mejor podía expresarse. En estos últimos años se expresa mejor con la música que con las palabras. La música es su idioma.

–También hay una valoración muy positiva de muchos colegas, como Spinetta y Aznar.

D.R.: –De Spinetta dice que conocerlo fue como ver a Jimmy Page, habla de la impresión que le daba ir con él caminando por la calle a comprar facturas, y más tarde escribe en la canción «Dileando con un alma»: «Si fuera un genio sería Spinetta», hay un reconocimiento enorme hacia él. Como un prócer. Desde otro lugar, quizás diferente, también hay un gran reconocimiento a lo largo de todo el libro hacia Pedro, como una megabestia, no era un bajista, era un todoterreno que empujaba y te obligaba a ser mejor, una buena competencia creativa, y lo reconoce además como un tipo superordenado y metódico que lo ponía en caja y lo ayudaba a pilotear. Con Nito (Mestre) es más ambivalente, depende el momento. En una entrevista (en la vuelta de Sui Generis) dice: «Nito se fue a Miami y yo estoy haciendo este disco». Después dice: «Siempre fue así». Como si Sui no fuera una banda, sino Charly y su compañía. El primer grupo que vio como tal, con responsabilidades creativas compartidas, es Serú. En términos de convivencia, fue su única banda.

–¿Qué representa Charly para la Argentina?

F.S.: –Este trabajo nos hizo reflexionar sobre su obra y el contexto en el que la hizo. Es uno de los cinco, pongamos diez, artistas más populares de la historia argentina del siglo XX, y parte del siglo XXI. No se puede contar la música popular argentina sin hablar de Charly García. A través de Charly empecé a conocer un mundo que desconocía y que me formó. Y además es alegría, felicidad, me provocó algunos momentos que están en el top ten de los más divertidos y copados que no voy a olvidar nunca, como Maradona. Y Charly tenía, y espero la siga teniendo, una antena, como para poder decodificar lo que pasaba en términos políticos y sociales en cada época, y generar obra a partir de eso. La oscuridad de La Máquina de Hacer Pájaros en los ’70, los discos de la primavera alfonsinista, y el caos de los ’90 y principios de los 2000 se puede apreciar en su música de entonces, que refleja el clima de decadencia de ese momento. Charly podía expresar musicalmente lo que estaba pasando.

D.R.: –Hay una antena, como dice en «Chipi-Chipi». Su música refleja a través de un modo mediatizado por la visión artística, no es que compusiera con un diario en la mano, es otra cosa. Me acuerdo de la alegría cuando sale Influencia en 2002 porque en medio de tanto quilombo del país Charly volvía por el lado de la canción. Como si fuese un alivio o un respiro. De alguna manera, sus discos atraviesan diferentes épocas y tienen una relación con lo que está ocurriendo, desde un lugar no lineal, que tiene más que ver con la sintonía de lo que ocurre, con una perspectiva. Él incluso dice que cuando escribió «Los Dinosaurios» no estaba pensando en los desaparecidos, parece increíble que así fuera, y sin embargo el significado que le dio la sociedad fue totalmente lógico, y hoy es un himno. Eso tiene que ver con la profunda conexión que tiene el artista con el mundo en que vive, y el mundo que crea a partir de eso. A mí me parece que Charly es un artista gigante y la inmersión de su obra en nuestra cultura adquieren una complejidad que requiere un cierto laburo de meterse en su historia y charlar con él y conocerlo, ese esfuerzo lo hicimos. «

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EN FOCO

Garcia – 15 años de entrevistas a Charly. De Daniel Riera y Fernando Sánchez. 205 páginas. Editorial Vademécum. 


García a la carta

Canción favorita:

«Chipi-Chipi». Es la última de sus grandes canciones que más me gustan (Sánchez).

Depende del día. Hoy pueden ser «Víctima» y «Eiti Leda» (Riera).

Disco preferido:

Creo que Piano Bar, pero capaz me arrepiento inmediatamente después de decirlo (Sánchez).

El doble Yendo de la cama al living/Pubis Angelical (Riera).

Mejor recital:

Cualquiera de los del Gran Rex de la época 87-90. La presentación de Cómo conseguir chicas, por ejemplo. La banda de esos años es la que más me gusta de todas (Sánchez).

Puede ser la presentación de Peperina en Obras (1981), o la despedida de Parte de la religión en Obras (1988), o la presentación de Rock n roll yo en el Luna Park (2003), o… (Riera).

Frase de cabecera:

«Bancate ese defecto» está buenísima. A mí me sirvió mucho. (Sánchez)

«Será porque nos queremos sentir bien que ahora estamos bailando entre la gente» es una frase que me encanta. «Miro alrededor, heridas que vienen sospechas que van y aquí estoy, pensando en el alma que piensa y por pensar no es alma, desarma y sangra», es belleza pura (Riera).

La entrevista que más disfrutaron:

Además de la nota larga compuesta de varios momentos en la que repasamos su vida, la que más me gustó fue la que hicimos hablando de los Beatles. Estuvo buenísimo ese momento en que nos explicaba casi como un profesor el secreto de las canciones de los Beatles, una especie de masterclass de música que valoro muchísimo (Sánchez).

Todas tienen lo suyo, pero voy con Charly recuerda, que demandó entre diez y quince encuentros (Riera).


Extractos de un libro fundamental para la historiografía García:

-¿Como estás?

–Bien.

–¿Qué vas a hacer a Londres?

–Voy a hablar con una persona un par de semanas, un healer, un curador. Yo no sabía quién era, me dejó el teléfono una de las alumnas de Robert Fripp. Y bueno, una noche que no podía encontrar a nadie, llamé, y apareció este señor, que se llama Ken Lawton. Me preguntó cuál era mi problema y le dije que en ese momento no tenía ningún problema porque estaba hablando con alguien. Después nos pusimos a hablar y quedó ahí. La segunda vez que lo llamé le dije: “¿Casa u hotel, turista o business?”. Lo alojé en el Alvear. En esa época los alumnos de Fripp estaban haciendo una colecta para traerlo y aparecí yo y acabé con la colecta. Resultó que este Ken me conocía desde hace 20 años a través de un chino que qué se yo. Nos pusimos a hablar y coincidimos en muchísimas cosas. Me dijo si me podía curar un poco, some healing. Simplemente me tiré en la cama, y él me hablaba y me hacía un mantra. Así durante varios días. A veces faltaba por ensayos y todo eso, pero el tipo entiende todo. Se mueve entre músicos. Estuvo con Bowie, Fripp, Peter Gabriel, ahora está con U2. Sabe que somos gente que necesita curarse no precisamente de hepatitis. El tipo tiene una visión cósmica, de saber para dónde van las cosas y cuál es la forma de resolverlas. De alguna manera me vino a hacer un rescue. Vino, vio lo que pasaba y terminamos en el Roxy, los dos completamente en pedo. Después me invitó a la casa, me dijo “¿Querés venir allá?”. Me dijo que vivía en el campo, que tenía un arroyo y patos… y yo le dije: “Mirá, a mí el campo me da cosa…”, pero él insistía: “You need a break, baby”Entonces le pregunté: “¿Tenés televisión?”. Tiene. Voy con mi niño, Miguel. Además, le dije a Ken que si iba a estar dos semanas en el campo necesitaba hacer algo. Entonces, como estoy grabando la música de una película, le dije: “Ya que vivís cerca de lo de Gabriel, ¿te parecería imposible que pueda mezclar algo ahí?”. Y me dijo: “¿Quién te creés que me mandó?”.

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–¿Por qué te sacás cada vez que tocás el tema “Fax U” y te ponés a romper todo?

–Porque es el personaje, el personaje hace eso. 

–¿Y vos?

–Yo estoy tocando “Fax U”, que es pesadísimo. No sé qué decir. Hay una parte en la que rompo todo. Eso es parte del show, pero igual lo rompés, porque es así, es mucho más heavy, eso que decir fuck you. Por lo menos, “Fax U” a los norteamericanos les daba mucho miedo. Bah, qué sé yo, no me gustan el fax ni los contestadores ni todas esas cosas. Son paredes de la gente. Si vos sabés que el otro está ahí, del otro lado… Estoy cansado de los cables…

–Por eso hiciste dos discos en vivo [Cassandra Lange Unplugged], uno detrás del otro…

–No es que esté cansado, es que las cosas van para un lado que no tienen que ir, están todos equivocados. El compact disc, todo eso, está mal. No está inventado, es cualquier cosa. Por otro lado, estamos con Blaney, usamos cinta analógica y es mejor, dura más, los discos suenan mejor y, bueno, estamos en eso, sacar discos de nuevo, back to mono, porque ¿entendés? Se pierde todo. Los compact disc iban a durar para siempre y a mí no me duran ni una pasada. No tienen ruido, fenómeno, pero la música también te la debo. Eso de traducir la música a números, claro, elimina el ruido, pero con el ruido elimina también armónicos, graves, todo el ambiente que hay entre los instrumentos, qué sé yo, todo eso es una experimentación al pedo, es como la carrera espacial.