Últimas horas del 26 de agosto de 1990. Stevie Ray Vaughan disfruta del mejor momento de su vida. Luego de una ardua y desgastante lucha, por fin los fantasmas de la cocaína y el alcohol que lo condicionaron durante años parecen dominados. “In Step” –su primer disco sobrio- gira y gira en las radios y le prodiga –una vez más– el reconocimiento de colegas, críticos y público. El futuro del cantante y guitarrista texano se abría de par en par y el optimismo teñía cada uno de sus movimientos. Esa noche fue una verdadera celebración de blues. Su hermano Jimmie, Eric Clapton, Buddy Guy y Robert Cray, cinco emblemas del género, en un encuentro mágico. Todos juntos cerrarían la velada sobre el escenario de East Troy (Wisconsin) con una incendiaria versión de “Sweet Home Chicago”. Vaughan estaba en el mejor momento de su carrera y parecía que nada podría detenerlo.

Yeso, papas fritas y zapadas

La historia empezó como tantas. Allá lejos, en Austin (Texas), un chico de diez años se quiebra una pierna y es condenado a reposo forzado. No eran tiempos de Internet, ni siquiera de cientos de canales en el control remoto. Pero aparece en escena un hermano mayor y le regala una guitarra de juguete: fue amor a primera vista. Jimmie Ray Vaughan le había dado a Stevie la llave para cambiar su vida.

“Decididamente él me pasó los primeros acordes y licks. Pero después me enseñó cómo aprender solo. Y ese es el camino correcto para hacerlo”, explicó alguna vez el menor de los Vaughan. A los 16 años el futuro gran refundador del blues eléctrico hacía rato que no estaba interesado en estudiar y se ganaba la vida en una oscura hamburguesería de Texas. Hasta que dijo basta y decidió jugarse a todo o nada. Renunció al trabajo y se embarcó en una febril carrera hacia el reconocimiento. En 1971 forma Blackbird, su primera banda. Pronto se sumarían a la lista otros grupos propios y colaboraciones pasajeras como Krackerjack, The Nightcrawlers, The Cobras y Triple Threat. Pero su historia grande empezó a escribirse a partir de 1980, cuando acompañado por Jackie Newhouse en el bajo –después reemplazado por el histórico Tommy Shannon– y Chris Layton en la batería formó Stevie Ray Vaughan and Double Trouble.

Suiza, Bowie y después

Stevie Ray Vaughan encontró la oportunidad para ingresar al gran mundo de la música en Suiza. Totalmente desconocido, el trío fue la primer banda en la historia del festival de Jazz de Montreaux que se presentó sin tener contrato de grabación alguno. La performance de abril de 1982 resultó tan convincente –años más tarde se la inmortalizaría en el álbum «Live in Montreaux»– que no solo conmovió al público. También encandiló al mismísimo David Bowie, quien de inmediato lo invitó a grabar en el que sería el álbum multiplatino “Let’s Dance”. Pero esa no fue la única puerta que abrió el viaje a Suiza.

El mítico productor John Hammond les ofreció un contrato para grabar en Epic y en junio de 1983 salió “Texas Flood”, el demoledor álbum debut de Stevie Ray Vaughan and Double Trouble. El disco recogió inmediatamente el favor de la crítica, el reconocimiento de sus colegas y una popularidad bien ganada. Hasta el enorme y eterno John Lee Hooker declaró que era su álbum favorito. La industria ponía lo suyo nominando al cantante y guitarrista en las categorías mejor artista nuevo, mejor disco y mejor guitarrista.

“Texas Flood” exhibía con orgullo los rasgos más distintivos de un intérprete, compositor y cantante único. Su profundo conocimiento de los diferentes referentes del género: desde los más bluseros Albert King, Otis Rush y Muddy Waters, hasta los más rockeros Jimi Hendrix y Lonnie Mack, incluyendo al rebelde del jazz Kenny Burrell. Pero toda esa información era reconvertida a través de un personalísimo filtro de efervescencia y explosión. Stevie Ray Vaughan tenía un fuego interminable en su corazón, pero –lo que es más importante– había descubierto la forma de expresarlo con su guitarra.

El texano también fue el responsable del retorno del blues a los primeros planos durante los 80. Eran tiempos almibarados, y el género madre de todos los géneros resultaba repetidamente postergado. Hasta que apareció Vaughan. Su talento y fina estampa hicieron el trabajo. Su nariz de boxeador, su tatuaje en el pecho, las botas, el pañuelo en la cabeza coronado con un sombrero y el ocasional poncho o kimono configuraban una imagen intrigante entre gitano, cowboy y alma pedida que funcionó como un imán para el público. Y sus videos supieron captarlo muy bien.

Blues del frenesí

El éxito inmediato determinó una carrera contrarreloj de shows en vivo y discos. En 1984 salió a la calle otro disco memorable: «Couldn’t Stand the Weather», que incluía una incendiaria versión de “Voodoo Chile”. Fue el trabajo con el que ganó su primer Grammy como mejor álbum de blues. Casi doce meses después apareció «Soul to Soul», el registro que marca el ingreso a la banda del tecladista Reese Wynans. Por este álbum, más precisamente por el tema «Say What!», el guitarrista recibió su quinta nominación para el Grammy. El recorrido a máxima velocidad se cierra con «Live Alive», grabado en Londres durante 1986.

Para ese entonces, el guitarrista ya estaba verdaderamente desbordado. La muerte de su padre no hizo otra cosa acelerar el proceso de autodestrucción y su cuerpo empezó a decir basta. El alcohol estaba más presente que nunca, pero su necesidad de consumir cocaína para poder responder a una agenda inclemente lo empujó a la desesperación. Llegó al extremo de tomarla diluida en cerveza para no interrumpir su consumo frente a extraños. Un desmayo en pleno escenario, durante la gira de septiembre de 1986 en Alemania, fue la señal inequívoca de que la situación era desesperante. El diagnóstico de úlcera lacerante de estómago fue inmediato. Su vida pendía de un hilo. Decidió internarse en Londres y contra gran parte de los pronósticos… se recuperó.

“Soy alcohólico. Empecé a beber cuando tenía alrededor de 6 años. Con el tiempo y las presiones le sumé otras cosas y la situación se hizo incontrolable. Me mantenía anestesiando mis sentimientos. Tenía la  idea de que la cocaína era más segura que otras drogas. Me llevó al punto donde estaba completamente destrozado en cuerpo, corazón y pensamientos. El tratamiento me dio las herramientas para vivir sin usar estas cosas. Ahora me levanto por las mañanas y estoy cerca, realmente cerca”, explicó al respecto. 

Su reingreso al mercado no pudo resultar más auspicioso. En 1989 lanzó el que sería el último disco con los Double Trouble: «In Step». El corte «Crossfire» llegó al número uno en múltiples radios, ganó otro Grammy por mejor tema de blues contemporáneo e inició una memorable gira por EE.UU. con Jeff Beck. Pocos meses después –ya en 1990– grabó junto a su hermano Jimmie «MTV Unplugged» y «Family Style». Un Stevie sobrio y enfocado en su carrera parecía desafiar cualquier límite.    

Un horizonte de niebla

Primeras horas del 27 de agosto de 1990. Todavía resuenan los ecos de un encuentro inolvidable con su hermano Jimmie, Eric Clapton, Buddy Guy y Robert Cray. Pero el sueño terminó. Entre los hierros retorcidos del helicóptero estrellado en East Troy (Wisconsin) se encuentran cuatro cuerpos humanos. Uno de ellos es el de Stevie Ray Vaughan. Tenía apenas 36 años. Una madrugada brumosa y una mala decisión del piloto terminaron en tragedia. La leyenda dirá que el texano ocupó a último momento el lugar reservado para Eric Clapton. Recién el 31 de agosto se realiza el entierro en Oak Cliff (Dallas), su pueblo natal. Más de tres mil fans acuden para ofrecerle su último adiós. Entre ellos estaban Buddy Guy, Ringo Starr, Dr.  John, Jackson Browne, Stevie Wonder, Bonnie Raitt y Jeff Healy. El éxito, prestigio y reconocimiento que disfrutó en vida devienen en mito. Su música, 30 años después, sigue sonando tan fresca, apasionada e inspiradora como el primer día.«


Cómo veían a Stevie Ray Vaugahn sus colegas

* “Pasará mucho tiempo antes de que alguien vuelva a brillar así otra vez. Cada vez que tocaba con Stevie me estremecía porque sabía que estaba en presencia de la grandeza”, Eric Clapton.

* “La mayoría de nosotros toca un solo de 12 compases con dos vueltas y el resto es repetición. Stevie Ray Vaughan tocaba más y más, y siempre sorprendía”. B.B. King.

* «Era el Jimi Hendrix blanco de la guitarra», David Bowie.

* “Si hubiera estado en Chicago en los ’50, tampoco lo hubieran podido parar. Su forma de tocar era tan buena que me atemorizaba”, Buddy Guy.

* “Stevie tuvo el mismo impacto sobre la interpretación de la guitarra en los 80 que Eric Clapton había tenido en los 60”, John Mayall.


Discografía fundamental

“Texas Flood” (1983)

Un debut demoledor. Diez temas interpretados con una energía y un feeling que sobrepasan todo lo conocido. Clásicos imperecederos como “Pride and Joy”, “Love Struck Baby” y “Mary Had a Little Lamb” (B.Guy). Y joyas menos difundidas como la más funk “Testify” (G.Clinton), el boogie instrumental “Rude Mood”  o la balada “Lenny” hacen de “Texas Flood” material de consulta permanente. Y todo grabado de una sola toma, casi como un show en vivo. Sorprendente.

“Couldn’t Stand the Weather” (1984)

Sin demasiado tiempo para la reflexión o el descanso, apenas en un alto entre gira y gira, Stevie acomete con otra dosis mortal de blues/rock del diablo. En ocho composiciones se las arregla para ensanchar visiblemente su paleta de estilos. El tema que le da nombre al disco –clip incluido– saca chapa de hit al instante a puro groove. La versión de más de 7’ de “Voodoo Chile” (Hendrix) empalidece la del propio genio de Seattle. “Stang’s Swang” inmortaliza al guitarrista texano por primera vez decidido a acercarse al jazz. Y la extenuante –y exquisita– “Tin Pan Alley” regala emoción y brillo en slow blues. Irreprochable.

“Live Alive” (1986)

El obligado álbum en vivo. Stevie Ray Vaughan era un músico que se incendiaba sobre las tablas y -con toda su crudeza- “Live Alive!” le hace justicia. El registro original exigió alguna sobregrabación –las adicciones del guitarrista por aquel entonces estaban en su punto más álgido–, pero los resultados finales están a la altura de la leyenda. La perla del disco es la demoledora versión del rock “Say What!”, donde el texano encandila con su lacerante uso del pedal wah wah. Tampoco se puede pasar por alto la de “Superstition” (Steve Wonder). Necesario.

“In Step” (1989)

Su primer disco sobrio. Incluye la mejor producción de su carrera, un rol más activo de los teclados y arreglos de vientos. Es su álbum más exitoso. En parte por el explosivo hit “Crossfire”, pero respaldado por un puñado de canciones que no le van atrás en calidad. El boogie «The House is Rockin'», la melancolía del blues profundo de «Let Me Love You Baby» y «Leave My Girl Alone», y el instrumental «Riviera Paradise» -de más de 9’, otra vez acercando el blues al jazz-, hablan por si mismos. Demoledor.