De los directores de El artista y El hombre de al lado llega esta historia de un escritor argentino ganador del premio Nobel (Daniel Mantovani / Oscar Martínez) que acepta la invitación de las autoridades de su pueblo natal, Salas, de donde se fue hace casi 40 años, para ser homenajeado.

Mantovani construyó su literatura y su éxito en base a la típica mirada del pueblo chico, infierno grande, mirada que desprecia los matices y los lados b de las cosas, por decirlo de alguna manera. Una mirada asentada en los pilares acaso más siniestros de la Ilustración, esos que dieron lugar a otro dicho: el sueño de la razón produce monstruos.

Al llegar a Salas, va recuperando el contacto con quienes hicieron tanto su infancia y a la conformación de su mundo afectivo. Sin embargo, la distancia mantenida a través del tiempo impidió a cada una de las partes de la relación ver la trayectoria de la otra: la de él en Barcelona, su lugar de residencia, y las de los que se quedaron en Salas. La mejor y más intensa de estas relaciones es que la que tuvo con Irene (Adriana Frigerio), que desde que la abandonó estuvo esperando su regreso durante más de tres años hasta que finalmente se casó con el amigo pueblerino de Mantovani (Dady Brieva). Las escenas entre ellos, especialmente la que están los tres sentados a la mesa a punto de cenar, resumen en buena medida las contradicciones que se generan entre esos opuestos que se alimentan tan bien: la conservadora tradición pueblerina y los ideales ilustrados. Sin embargo, llamativamente el film adopta una mirada acaso más conservadora que la de la comunidad que intenta criticar. Mantovani, además de ser demasiado joven para un Nobel, tiene un discurso que a fines de los 90 empezaba a entrar en desuso, y que con la explosión de Internet en la primera década del siglo se convirtió en demodé; una especie de provincialismo del ilustrado, por decirlo de alguna manera, que desconoce que el acceso a los valores de la razón hoy son accesibles desde cualquier lugar del planeta, y de hecho funcionan muy bien en comunidades cerradas como las que representa Salas. Claro que la apropiación es diferente, y eso es lo que se puede observar en esa escena de la cena de los tres: Frigerio le expone sus propias contradicciones, Brieva lo prepotea; él, impertérrito.

La dupla de directores toma el camino de manual de la razón, limando esas contradicciones hasta convertir su producto en un film chato, incluso en el tratamiento de la imagen. Los motivos de tal decisión (porque se nota que cuando el film se les corre de la idea preconcebida, como en algunos gags bien logrados, lo «llaman al orden» nuevamente) son tan difíciles de descubrir como de entender, más allá de su búsqueda de reconocimiento en festivales, en uno de cuales, la Competencia Oficial de la 73ª edición de la Mostra de Venecia, tuvo su estreno mundial.

El ciudadano ilustre (Argentina-España, 2016). Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Guión: Andrés Duprat. Con: Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Nora Navas, Manuel Vicente, Julián Larquier, Belén Chavanne, Gustavo Garzón, Emma Rivera y Marcelo D’Andrea. 118 minutos. Apta para mayores de 13 años.