Tres cámaras registraron el festival popular Huvaiti en los galpones culturales del barrio de Floresta. Fue en el atardecer del 3 de octubre de 2015, cuando los habitantes históricos del Corralón artístico se reunieron junto a los más jóvenes para celebrar un encuentro y hablar del pasado y del presente, ante la incertidumbre del futuro del galpón cultural, recuperado en 2005 por los vecinos y cerrado desde comienzos de 2017 por el gobierno de la Ciudad por reformas, sin claridad sobre su gestión. El Corralón de Floresta en palabras de un docente es: “La materialización de un proyecto colectivo que es de la ciudadanía”. El film Huvaiti. Salir al encuentro exhibe con dinamismo, y con escenas muy dedicadas, los testimonios y números artísticos del lugar por las tribus urbanas, los grupos musicales de pueblos originarios, las murgas, la huerta colectiva, el circo y la biblioteca popular José Luis Mangieri.

A comienzos de siglo XX, entraban por sus calles empedradas a través de altos portones, los caballos de la basura para depositar los desechos del barrio hasta que llegaron los camiones por los años sesenta. El documental Huvaiti. Salir al encuentro con dirección de Guillermo Guevara y Jonathan Dizeo, de reciente estreno en el Cine Gaumont (75 min.; proyección programada hasta el 20 de este mes), cuenta la génesis, la recuperación y el sostenimiento; de la forma en que se organizaban los trabajadores de antes y los artistas de ahora en el Corralón de Floresta. Recuerda además a través de sus protagonistas y desde las primeras escenas, cómo la última dictadura militar argentina reprimió e hizo desaparecer a compañeros de la lucha sindical en el año ‘76. El film hoy cuando el Corralón está cerrado, interpela a través de su última placa al gobierno de la Ciudad, a su compromiso por la reapertura y las condiciones de la gestión con claridad.

En charla con Tiempo, uno de sus directores, Guillermo Guevara cuenta que el estreno fue a sala llena y manifiesta la importancia de mostrar este espacio para quienes lo desconocen. Respecto del rodaje recuerda que “fue muy intenso intentar registrarlo y a la vez fue divertido involucrar a muchas personas que son parte del lugar. La gran parte estuvo ahí, fue “intenso” por el vivo que tiene. No hicimos retomas, la narración iba avanzando y la cámara se iba encontrando con lo que iba sucediendo.” Sobre el momento de la edición del material, Guevara afirma: “Estuvimos muy abocados al Corra, a luchar antes de que lo cierren y preferimos dedicarnos al lugar. Cuando cerró le dimos el envión final a la edición. Ahora tiene más significado que el momento en que la hicimos. Nos gustaría que la placa final fuera “el corralón está abierto, están todos invitados a venir”, pero esto ya no pasa. Queremos que se siga proyectando por espacios INCAA y por todo el país.”

El comienzo está rod(e)ado en el espacio de los murales y mosaicos que dibujan los paredones del lugar, pintados por diversos artistas con iniciativa propia y sin dinero, y las plazas que circulan el galpón. A través del primer hilo de la historia, las cámaras ingresan al espacio multicultural y panean sobre los grupos y agentes sociales además de docentes y antropólogos. Pero, tal vez, el mayor punto de Hivaiti es que emerge como un largometraje que establece un preciso compromiso social y político al gobierno de la Ciudad: “En enero de 2017, el Corralón de Floresta fue intervenido y cerrado por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y todas las actividades fueron interrumpidas, entrando en obras de saneamiento ambiental y acondicionamiento por 64 millones de pesos. La comunidad del Corralón espera la reapertura pautada por el gobierno en diciembre de este año, para así poder continuar con los encuentros comunitarios y todas las actividades culturales que allí realizaban.”

Aquella historia trágica de “El Corra”, como le dicen sus habitantes, se convierte en rigor de memoria sobre el barrendero sacerdote Silva y otros trabajadores desaparecidos, además del recuerdo de Christian, Maxi y Darío, “los chicos del Floresta”, los fusilados en 2001, que son resguardados en este film y corralón popular. A quince cuadras de All Boys, el lugar se estableció en asamblea como un espacio “cultural urbano, histórico y de memoria con organización autónoma, horizontal y autogestiva.” Porque el corralón de cultura y arte, con escuela, talleres, sala de exhibición fotográfica “también es esto: pala, clavas, tambores, bombos y música”, cuenta uno de sus protagonistas.

Quienes manifiestan su alegría, liberación y resistencia cultural, entre otros, son los grupos que mixturan el festival multicultural de Floresta: Quiero Vale Murga, Muralismo nómade, La contracara de la Murga, Grupo de Sikus Whipala, circuito de guitarras abierto, El épico de Floresta, tangueros en el Atiko, Poesía en acción y a viva voz, Revista Urbania, Copleras y copleros de Jujuy, Córdoba, Salta y locales. También se exhiben álbum de grabados, fotografías, y perfuman las escenas los vapores de cocina al disco, después de las acciones de Partido Payaso por la Paz, números de música, y quienes en todo momento trazan las escenas que dan colorido, en su conjunto, a la resistencia filosófica y política de los viejos galpones abiertos en 1909, recuperados en 2005 y cerrados en 2017.

En la misma charla con este diario, Guillermo Guevara explica los pormenores del cuidado del edificio y de la participación vecinal. Como así también la expectativa respecto del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la incertidumbre de la gestión que se hará en el espacio.

-¿Creen que el gobierno de la Ciudad va a cumplir con su reapertura?

-Nosotros intentamos hacer una asociación civil de grupos culturales pero no se terminó de definir por los estatutos, para poder participar de la gestión del espacio. Algunos no estábamos de acuerdo con el cierre total por dos años porque se quedaban afuera muchos vecinos. Es un espacio importante para el barrio. No queremos perderle el rastro, hay visitas que hacemos para ver como se está haciendo la obra. Queremos que preserve la historia de ahí. No nos gusta en algunos casos el modo. Después del documental hubo reuniones con el gobierno con peticiones por parte de la comunidad que en parte se tomaron y otras no. Están los tiempos y modos de gobierno, pero hay una licitación oficial de una empresa. Hay partes del perímetro que se tiraron. Está delineado el proyecto, todavía no se habló de cómo eso pasaría a gestionarse y a través de quién, si de Cultura, la comuna o la Secretaría de Descentralización, dependiente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

-¿En el espacio vivía alguien?

-Antes de eso hubo gente que vivió allí, tuvo muchas etapas el corralón. Sobre el final hubo un acampe, antes del desalojo. La regla era que no se quedase a dormir pero a veces había gente en situación de calle y lo necesitaba.

-¿Cómo se organizaban?

-Hacíamos un plenario grupal con alrededor de 20 grupos, con su dinámica interna de reuniones y de actividades. Lo llevábamos a un plenario grupal y actividades en conjunto.

-¿Cómo surgió hacer el registro?

-Apareció la idea del documental entre los grupos mismos. Yo formaba parte de la huerta y de la biblioteca. Había varios compañeros y compañeras que venían del cine y se nos ocurrió la idea de registrar el espíritu del “Corra”. Por cuestiones estéticas decidimos hacerlo en plano secuencia y también por cuestiones prácticas. No podíamos hacer retomas. También porque iba a perder frescura. Se planeó hacer un festival, más allá de todos los días y se convocó a la gente del barrio y a los artistas.

-El documental está dedicado a María Estela Arnaiz y Olga Ramone. ¿Qué participación tuvieron en El Corralón?

-La primera era una compañera del corralón, murió en febrero del año pasado. Era una abuela que tenía 74 años. Fue una señora exiliada en Suecia en la época de la última dictadura. Fue muy querida por el Corralón, en el primer proceso de la película aparece su voz. Su casa quedó como centro cultural que lo gestionamos entre varios y varias del corralón. Olga Ramone es otra chica que aparece de la banda de circo, que murió en un accidente. Son dos personas importantes para nosotros.

El documental Huvaiti. Salir al encuentro, con dirección de Guillermo Guevara y Jonathan Dizeo, se proyecta en el Cine Gaumont hasta el 20 de junio. Av. Rivadavia 1635. Horarios: 12 y 18:20. Duración: 75 minutos.