Salir de la noche más profunda. En ese dilema está el Brasil futbolero. En otro pozo aun más oscuro se metió afuera de la cancha. Pero si de la pelota se trata, esta Copa América demuestra que todavía no cerró aquella herida del 1-7 ante Alemania, la derrota más vergonzante de la potencia más grande.

Hasta este fin de semana la Copa América pasó casi desapercibida para los cariocas; no se respiró, ni mucho menos, clima de fútbol en las calles por parte de los locales. Hicieron más ruido los colombianos (ya en viaje de vuelta a casa), los chilenos y algo los argentinos, aunque en una proporción mucho menor a la de los tiempos del primer Brasil decime qué se siente, el del Mundial 2014. Ya no hay cepo para el dólar pero el país vecino parece más lejano: son muchos menos los que viajan.

Sin embargo, aquel hit volvió a escucharse bien fuerte en la noche del viernes en el Maracaná. Sobre todo cuando el partido estaba 2 a 0 ante Venezuela. Hasta ahí la Selección no transmitía tanta tranquilidad.

Este sábado los argentinos que están y los que llegan invaden las playas de Copacabana, en un invierno que es verano bien caliente en Río. Y ya quedan pocos pasajes de micro en la Rodoviaria para el viaje a Belo Horizonte, para el clásico mundial con Brasil que se jugará el martes a las 21:30 en el Mineirao. Justo el escenario de aquel 1-7. Sí: para los brasileños será una nueva semifinal en Belo Horizonte, como aquella del Mundial frente a Alemania.

Esa imagen de la noche del 8 de julio de 2014 se prolonga hasta aquí. Ese día, mientras Alejandro Sabella iba rumbo al Morumbí para la conferencia de prensa previa al partido con Holanda, se sentía la algarabía triunfalista que cuentan los cronistas de la previa del Maracanazo del ’50, cuando los brasileños celebraron la noche anterior el título que nunca lograron ante Uruguay. Ya al salir del estadio, después de la conferencia, emergió una ciudad fantasma. El micro de prensa atravesaba arterias absolutamente desiertas. Como si hubiera pasado una bomba neutrónica y no hubiera quedado rastro de vida humana. Así en todo el país.

Los brasileños no despertaron de aquello. Por eso la victoria ante Paraguay en los penales ni se celebró. En un restaurant carioca la mitad de los comensales ni le prestó atención a la tele. La otra mitad lo sufrió, pegó un grito cuando Derlis González falló su envío, y todos pagaron la cuenta y bajaron la cuesta sin salir de ninguna fiesta. Ni un bocinazo, ni una bandera en las calles, en plena Nuestra Señora de Copacabana, en el corazón de Río.

Los argentinos tampoco tienen para tanto entusiasmo. Mientras disfrutan de un día de playa espectacular, no paran de tirar pronósticos. A menudo, quien viaja para un acontecimiento de este tipo, ya viene con una carga obligada de optimismo. De lo contrario, no haría el gasto. Entonces abundan testimonios como el de Christian Otero, de Mar del Plata: «Creo que es el momento para que aparezca el Messi que todos esperamos en la Selección, es fundamental que el martes Leo y nosotros nos saquemos esa espina de que no rinde para Argentina, es la ocasión ideal». O el de Sebastián Garófalo, mientras se toma una caipirinha en el Puesto 4: «Los dos equipos se van a respetar mucho pero creo en los tres de arriba». Pero no falta quien, o por agorero o por precavido, se va para el lado contrario, como Jonathan, de Caballito: «Hasta acá llegamos, nos comemos una goleada de entrada el martes…».

Entre los dos extremos hay razones para entender que las dos posibilidades son cercanas. Pero lo que los argentinos desean –»que aparezca Messi»- los brasileños lo temen. «Messi no caminho do Brasil», es el título de tapa de O Globo. «O rival, o dilema», agrega.

El otro tema es lo que pasará en las tribunas. Será el primer mano a mano de la historia entre Brasil y Argentina aquí, con el público mezclado. Las entradas ya estaban vendidas en su mayoría y será difícil ordenar y controlar eso. Si hubo problemas serios en el Mundial en un Argentina-Bosnia, cuando nació el hit, es difícil imaginar cómo será eso cuando las dos camisetas efectivamente estén enfrentadas. Eso que se temía en 2014 para aquella final que nunca fue, justamente por el 1-7, finalmente se concreta ahora. Es de esperar que el deshielo abrupto en el que entra la Copa América con el clásico no termine en derivaciones no deseadas. «

PASÓ PERÚ

Perú eliminó a Uruguay por penales después de empatar 0 a 0. Ahora, en semifinales, jugará  el miércoles ante Chile, otra vez en Porto Alegre.