Desde 1995 que los veranos argentinos son diferentes a los anteriores. Es que aquel año se sació la sed acumulada por más de tres décadas de al menos dos generaciones, y el 9 de febrero los Rolling Stones salieron por primera vez a escena en el Estadio Monumental. Los temas en la radio, los discos de vinilo, los casetes y los ya no tan novedosos, por entonces, CDs habían perdido la exclusividad. La banda de rock más grande del mundo por fin sonaba en vivo en estas tierras y abría así una puerta que aún hoy, casi tres décadas más tarde, cuatro visitas y 15 recitales, no piensa cerrarse, esperándolos, siempre, una vez más.

La excusa fue Voodoo Lounge, el 27° álbum de estudio de la banda británica lanzado el 11 de julio del año anterior, el primero sin su histórico bajista, Bill Wyman, y que fue presentado durante un año en 130 espectáculos a lo largo de los los cinco continentes.

El histórico paso por Argentina no sólo dejó una recaudación de unos 20 millones de dólares (en épocas de convertibilidad) y unas 300 mil entradas vendidas, sino que además despertó el interés de muchos niños y jóvenes adolescentes que quedaron impactados cuando vieron esa lengua roja repetirse en su cotidianeidad. Jóvenes que tuvieron su revancha en las visitas posteriores en 1998 o 2006, y que disfrutaron con cierta madurez los shows de La Plata en 2016.

La llegada de los Stones al país más austral del planeta dejó un legado que se recoge generación tras generación. Hasta se naturalizó que la banda saliera de gira y que este confín sea un destino obligado, aunque no haya ocurrido siempre. Así, poco a poco, Argentina se transformó en el país más Stone del mundo.

«En Argentina nos recibieron con un pandemonio que no se veía desde principios de los sesenta. Los Stones nunca habían estado en el país, y nos tropezamos con una beatlemanía a gran escala, congelada en el tiempo y desatada con nuestra llegada… el ruido y la energía fueron increíbles», narró Keith Richards en su autobiografía Vida (2009).

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Es que los Rolling Stones en la Argentina son un tema social y cultural. Los rolingas, en ese sentido, son la síntesis de un proceso sociocultural. Pero también económico y político, muy fuerte y representativo de las masas. Y si bien los Stones aquí atraviesan a todas las generaciones y clases sociales, es cierto que fueron de mucha influencia en los jóvenes de los años ‘90 (sobre todo después de la visita de Keith Richards en 1992 y la de la banda tres años más tarde), en un contexto en el que las políticas neoliberales y excluyentes que se instalaron fuertemente en la Argentina de la dictadura cívico-militar -y que encontraron su continuidad durante los diez años de menemismo-, llevaban a buscar un refugio en el rock. En el rock nacional de tantas bandas locales que contagiaban y reproducían la fiebre Stone ya en los ’80, pero también en los riffs de Keith, en el baile de Mick Jagger, en la templanza de Charlie Watts, en el arte y la locura de Ronnie Wood, en la implacabilidad de Bill Wyman, en la excelencia de Mick Taylor, en la excentricidad de Brian Jones y en la fidelidad e incondicionalidad de Ian Stewart.

Pese a que la Argentina es el país de Latinoamérica con más alto nivel de inglés, muchas personas no saben hablar este idioma. Sin embargo, miles y miles de fans bailan, saltan y cantan por fonética, con singulares pronunciaciones, los temas de la banda porque simplemente la música de los Stones los enamoró y les puso los pelos de punta desde el primer día. Los llevan en las venas y por eso estos rollingas (o Stones) aprendieron de sus ídolos a tomar una actitud rockera ante la vida, sacándole la lengua a lo convencional y establecido.

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Un estilo de vida

Paradójicamente, existen personas que se dan el gusto de no asistir más a los conciertos de los Rolling Stones. Por lo general peinan canas y fueron testigos de shows hace 20, 30 y hasta 40 años atrás. Aseguran haber visto todo ya, y afirman que esta etapa, la que la generación de los treintañeros y cuarentones todavía disfruta con sus ídolos de casi 80 años, es la resaca… la antesala de un final que algún día llegará. ¿Llegará? Estos personajes, en su mayoría, no son argentinos. No viven en la otra punta del mundo esperando la confirmación de un rumor que pudiera convertirse en una nueva última visita por estas tierras. No tienen que hacer malabares económicos para viajar miles de kilómetros con el objetivo de ver un concierto y luego volver a casa. No piensan en viajar a Londres para hacer un tour histórico, recorriendo lugares que forman parte de la historia de la banda. No tienen la sed Stone que sólo el argentino sabe tener.

En la contraportada del primer álbum de la banda, editado el 16 de abril de 1964, su antiguo manager, Andrew Loog Oldham, escribió un texto en el que sintetiza lo que muchos años después sentiría el argentino que ama a la banda: «Los Rolling Stones son mucho más que una banda, son un estilo de vida». Por eso, desde 1995, no solo los veranos son diferentes en Argentina. Pasaron los Rolling Stones y se quedaron para siempre.  «