Las elecciones de Estados Unidos terminaron de desnudar la crisis de la decadencia de la potencia imperial, maltrecha mucho antes de que la pandemia exhibiera la verdadera esencia de ese declive imparable.

Mientras, el “todo es lo mismo” aparece como la frase más fácil de repetir para el coro. Que republicanos y demócratas son lo mismo, debería llamar a la reflexión, no por lo que hemos conocido y sufrido en América Latina por el “consenso” bipartidista de la política exterior, sino por matices imposibles de advertir.  

El 61 % de los estadounidenses creen que están al borde de una guerra civil, lo que debería ser el indicador de una situación interna cada vez más compleja: A los 40 millones de pobres y desempleados, se une un ejército de ex combatientes de las guerras coloniales del siglo XXI, obligados a cometer crímenes de lesa humanidad contra pueblos indefensos.

El paso de la administración Trump  agravó todo, llevando la fractura social al límite de lo soportable. Nunca en Estados Unidos se habían realizado elecciones en un escenario tan complejo a nivel local y mundial y cuando ese  país enfrentaba uno de los más grandes movimientos de protestas.

Portland, Oregón, fue un símbolo de lo que estaba sucediendo, en momentos en que  EEUU ocupa el lugar 109 en desigualdad entre 159 países. más que Turquía, Catar, Costa de Marfil, Filipinas o El Salvador. A esto se agregan las consecuencias económicas de la pandemia del COVID-19 y el comportamiento evidentemente irracional de Trump. Una irracionalidad laboriosamente trabajada y extendida hacia un sector importante de la población convertida en un ejército de “zombis”, que repite el discurso trumpista en forma automática.

Según según la organización ACLED (sigla para Proyecto de datos de eventos y ubicación de conflictos armados), desde mayo pasado “se produjeron diez mil marchas populares de protesta en Estados Unidos. Un 73 por ciento relacionadas al movimiento Black Lives Matter (BLM, Las vidas negras importan) de las que participaron no sólo los afroamericanos, sino una diversidad de grupos sociales y especialmente jóvenes blancos. Fueron marchas pacíficas, reclamando justicia por los asesinatos raciales, pero el 54 % fue reprimida violentamente por la policía. 

Por su parte hubo unas 360 las manifestaciones en contra de estas marchas y participaron mayoritariamente grupos supremacistas blancos, entre los que se contaron milicias armadas y el siniestro Ku Klux Klan.

El informe de ACLED sostiene que Oregón es uno es uno de los cinco estados con mayor riesgo de aumento de actividad de grupos armados, mencionando más de 80 organizaciones de milicias de derecha.

“No se trata de algo nuevo, sino un recurso explotado por la derecha desde siempre, el problema está en los límites a que están dispuestos a llegar alentando estas contradicciones, sobre todo porque, hasta ahora, la estrategia del presidente no está rindiendo los frutos que esperaba” señala ACLED.  La ola negacionista es otro síntoma de cómo la crisis de confianza ha erosionado nuestra sociedad”.

Son muchísimo los factores para decir que nunca como ahora no todo es lo mismo, y más aún en una política exterior en manos de lo más fundamentalista de un conservadurismo tardío, que llevó al gobierno de Trump a romper con acuerdos claves para el mundo y con organismos internacionales, con un desprecio por la legalidad internacional que rompió todos los límites

Los asesores para América Latina fueron recogidos del lobbysmo más decadente, mafioso y terrorista de  la región y los personajes más oscuros de la historia estadunidense. Lo mismo para Medio Oriente, nada menos que Jared Kushner el yerno de Trump representando al ala más dura del fundamentalismo israelí . Los resultados están a la vista. El “todo es lo mismo”. es una frase en que se admite la debilidad de una cultura colonizada, y ese no es nuestro destino en el siglo XXI.