El intercambio comercial argentino arrojó un déficit de 3820 millones de dólares en 2018, informó este martes el Instituto Argentino de Estadística y Censos (INDEC). La ventas (exportaciones) de la Argentina al resto del mundo sumaron un valor de 61.621 millones de dólares mientras que compró (importó) por 65.441 millones de dólares.

El dato es importante porque los dólares genuinos que necesita el gobierno para superar la falta permanente de moneda extranjera provienen de esta balanza. Si ella se inclina para el lado de las importaciones, se terminan yendo más dólares de los que entran. Además, si esa balanza fuera superavitaria, el gobierno y el Banco Central se evitarían tener que usar los dólares golondrina de los capitales financieros.

Con todo, este resultado no fue una sorpresa. El gobierno preveía que en 2018 el déficit comercial fuera de hasta 4600 millones de dólares, tal como lo reflejó en el mensaje que acompañó al proyecto de Presupuesto 2019, a mediados de septiembre del año pasado.

Que el déficit comercial haya sido menor a esa proyección respondió a dos razones: de un lado, una acentuada caída de las importaciones. La megadevaluación de agosto encareció los productos y servicios importados; en medio de una inflación galopante y una fuerte caída del consumo los importadores simplemente redujeron sus pedidos al exterior.

La otra razón está por completo fuera del margen de decisiones de la Argentina: si a lo largo del año se hubieran mantenido los mismos precios internacionales que en 2017, el déficit habría sido de U$S 4264 millones, indicó el INDEC. El organismo explicó que “el país tuvo una ganancia en los términos del intercambio de 612 millones de dólares debido a que la variación positiva del índice de precios de las exportaciones (5,7%) fue superior al aumento de los precios de las importaciones (4,6%)”.

De hecho, la suba de las exportaciones del 5,1% en relación a 2017 se debió totalmente al incremento del precio de los bienes y servicios que la Argentina le vende al mundo. En cantidades, prácticamente se mantuvo estable (bajó un 0,5%). Las importaciones cayeron en cantidad un 6,5% y subieron en precio un 4,6%.

Lo sucedido en 2018 es la base de lo que podría pasar este año. El gobierno espera un superávit de 5800 millones de dólares. Es decir, generar una diferencia de casi 10.000 millones de dólares respecto del año pasado.

Exageraciones

Esta expectativa es exageradamente optimista para muchos analistas. Para lograrla, las exportaciones deberían crecer unos 13 mil millones de dólares, un 21% y pasar desde los 61.621 millones de dólares de 2018 a los proyectados 74.600 millones de dólares de 2019. En tanto, las importaciones deberían subir sólo un 5,1%, hasta 68.800 millones de dólares.

El gobierno asegura que en 2019 “el impulso (de las exportaciones) vendrá de la mano de los productos primarios y de las manufacturas de origen agropecuario, producto del rebote de la sequía y, por otro lado, del aumento en las manufacturas de origen industrial, impulsado principalmente por el mayor crecimiento de nuestros socios comerciales. También jugará un rol importante el sector energético gracias al desarrollo de Vaca Muerta.”

Para que se cumplan estas previsiones, los productores de soja y maíz deberían vender su producción a fin de que las cerealeras la exporten. No está claro que esto suceda de manera masiva toda vez que entre los productores comienza a instalarse la idea de que no harán un buen negocio si venden su producción en las actuales condiciones de dólar planchado, precios internacionales bajos y retenciones. Hay algunos síntomas de que en lugar de vender la cosecha, la van a retener en silobolsas.

Otro de los supuestos es que Brasil compre productos industriales argentinos. Pero el país vecino viene de tres años con su propia recesión y tiene una capacidad instalada ociosa importante que será la primera en entrar en acción si hubiera una recuperación económica que todavía no está claro que vaya a suceder.

La presentación de Jair Bolsonaro este martes en el foro de Davos, meca invernal del capital mundial, fue “decepcionante” según los medios de comunicación financieros del vecino país ya que su brevísima exposición (usó seis de 45 minutos) estuvo más dirigida a sus votantes, con alegatos contra la izquierda, y no presentó sus planes con los que piensa atraer las inversiones del exterior.

Para analistas brasileños, la falta de definiciones se debe a los fuertes cruces que existen dentro de su equipo de gobierno en relación a las prioridades de la gestión y la forma de encararlas.

Por último, las exportaciones de gas de Vaca Muerta van a depender de que el gobierno sostenga los subsidios a la producción de gas no convencional, tema que se encuentra en debate desde septiembre último y del cual aun no hay resultado final. El gobierno busca reducirlas mientras que las petroleras quieren que se mantengan como están.

Respecto de las importaciones, el gobierno espera que caigan las de bienes de consumo y de autos y que sólo suban las de bienes intermedios (los que se emplean para producir bienes de consumo). Es probable que las importaciones de bienes de consumo caigan en la medida que el consumo de las familias siga estancado o en declive. En cambio, las importaciones de autos desde Brasil subirán si la Argentina intenta exportar autos hacia ese mercado. Los bienes intermedios serán demandados en la medida que no se producen en la Argentina y se precisen.

Hay que tener en cuenta que el crecimiento de las exportaciones de 2018 se dio de la mano de los vehículos automóviles y tractores (aumento de 1638 millones de dólares) y petróleo crudo (aumento de 1510 millones de dólares).