Una semana atrás, en el Fútbol Sala, la Argentina consiguió lo que hace 23 años no puede en cancha de once: salir campeón. El sábado pasado Damián Stazzone levantaba la Copa del Mundo, en Cali, Colombia. Ahora –sábado al mediodía– está sentado en un café en Flores, en Rivera Indarte y Directorio, después de haber dedicado su mañana a entrenarse con San Lorenzo, donde es capitán. Ser campeón del mundo no le cambió nada. Parece: “El Futsal siempre fue un deporte que no tenía difusión y no era muy conocido. No estamos acostumbrados a esto. A Ezeiza llegamos el lunes a las 5 de la mañana. Cuando se abrieron las puertas y vimos un montón de gente, nos dimos cuenta de que algo raro había pasado. Nos llamaron de todos lados: radio, tele, diarios. Para nosotros es una oportunidad de difundir el deporte”.

–¿Por qué el Futsal argentino es campeón del mundo?

–Tiene una explicación. No fue una hazaña o un milagro. Hace tres años, cuando agarró Diego Giustozzi nos convenció de que teníamos que dejar de lado las excusas y entrenar más. Empezamos a la mañana en la Selección y a la noche en los clubes. Ahí emparejamos en lo físico y en lo táctico con las ligas europeas. Después fue algo psicológico, porque desde el primer día nos metió en la cabeza esto. De todos los torneos que jugamos con Diego llegamos a las finales: jugamos siete y ganamos cuatro.

–¿El conflicto en AFA no les toca?

–A nosotros no nos faltó nada. Entrenamos en Ezeiza y tenemos la cancha de Futsal, nuestro vestuario, nuestra utilería, nuestra kinesiología, gimnasio, materiales, médico, utilero. Y nos cumplieron con todos los viáticos. No nos golpea, más allá de que vemos la crisis en AFA.

–Además de jugador, sos hincha de San Lorenzo. ¿Qué se siente representar a tu país y a tu club?

–Soy hincha, soy socio y socio refundador. Desde que empecé a caminar que mi papá me llevaba a comer asados al club. Tengo amigos que conocí en San Lorenzo. La primera vez que lloré después del Mundial fue en la cena que organizó el club: entré y ví un montón de gente que me conoce de chiquito y me aflojé toda la tensión que traía desde el Mundial. En el Fustal, con la Selección, se da algo que creo que no pasa en cancha de 11: el ambiente está muy unido. Compañeros de otros equipos, técnicos de otros equipos me mandaban mensajes de apoyo porque querían que nos vaya bien. Entrábamos a la cancha y teníamos dos corazones, había mucha gente atrás nuestro.

–¿Por qué no fuiste a la quinta presidencial con el resto del equipo?

–Es una decisión personal. Creo que como deportista tengo que responder en la cancha cuando represento a mí país. Yo puedo expresarme sobre el deporte porque es de lo que sé. No creo que haya sido una falta de respeto, no manifesté nada públicamente y prefiero que quede ahí. Sentía que no tenía que ir y así lo decidí. Tampoco quiero que se haga una historia con esto y termine perjudicando al Futsal.

–Además de jugar también estudiás periodismo. ¿Relacionás el deporte y la comunicación?

–Antes del Mundial había empezado en un portal que se llama El Ojo Noticias. Me iba a encargar de hacer notas de deporte social. Quería hacer entrevistas o notas de lo que anda por atrás del deporte, no cosas de actualidad. Pero arranqué a entrenar para el Mundial y no tuve tiempo. Hice una nota nada más, al profe Fernando Signorini, porque me gusta la mirada que tiene del deporte.

–¿Y qué hay detrás del deporte?

–Me parece que mucha banalización. La mayoría de los pibes que juegan en Primera llegan de un entorno donde tal vez no tuvieron educación, una contención familiar, no tuvieron amor porque crecieron en una pensión desde los 12 años. Son pibes que quizá no están preparados para tener esa exposición, para tener mucha plata de un día para el otro y creo que los periodistas muchas veces no toman eso en cuenta y los arrastran a un lugar que a mí no me gusta. Trataría de mostrar cómo es el día a día de los pibes en la pensión. Yo veo que no los forman para ser una persona sino para ser un futbolista. Y nosotros vemos a los que llegan, nada más. Que están contentos porque tienen mucha plata, fama, las mejores minas, el mejor auto, unos relojes enormes, pero atrás de ese pibe hay 100 que no llegaron y que a los 20 años no tienen ninguna preparación: ni un oficio, ni un estudio y se vuelven a su pueblo con una mano atrás y otra adelante. Al club no le interesa ese pibe, a los medios no les interesa.

–Como deportista también podés tener un rol social. ¿Hacés algo?

–Lo dejé de hacer hace un año y medio, por los tiempos. Y me da culpa. Íbamos a un lugar en mi barrio, Mataderos, que se llama la Lechería, abajo del puente San Martín. Una vez por semana juntábamos a todos los pibes en una canchita de fútbol y les dábamos clase. Para mí, el deporte es un arma social muy importante. A través de una pelota se pueden transmitir un montón de valores.