El presidente venezolano Nicolás Maduro jugará hoy su carta más fuerte para intentar revalidarse como gobernante, luego de cumplir un período presidencial atravesado por una severa crisis política, social y económica que en varias ocasiones pareció a punto de dejarlo del lado de afuera del Palacio de Miraflores -que sin embargo logró sortear-, a pesar de tener numerosos poderes de magnitud en su contra.  Maduro llega a las elecciones presidenciales de hoy con una oposición nuevamente debilitada, que no logró capitalizar varias de las recaídas del gobierno chavista y convertirse en una opción válida para que los venezolanos elijan en las urnas. No solo eso. Maduro es el candidato favorito a ganar hoy, con una intención de voto que supera el 50% frente a sus tres oponentes, según las encuestas que maneja el oficialismo, y con una voluntad de participación medida entre el 60 y el 70% en un país donde el voto es optativo. 

Algo absolutamente impensado hace apenas un año y completamente imposible un poco más atrás, cuando los principales sectores de la oposición agrupados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) ganaron las legislativas de 2015 asumiendo el control de la Asamblea Nacional, el Parlamento unicameral que aún presiden y desde donde intentaron promover todo tipo de acciones para esmerilar al gobierno madurista. Esa misma oposición que decidió no participar de los comicios y hoy llama a no votar. Dice que habrá “fraude” y que los candidatos que se ofrecen como alternativa son puestos a dedo por el chavismo. 

A través del creado Frente Amplio Venezuela Libre pidió días atrás a la Organización de Estados Americanos (OEA) “mayor presión internacional” para que se suspendan las elecciones, y en caso de que se realizaran, como está ocurriendo, que “no se reconozca su resultado”. En sintonía con esto, varias naciones adelantaron que no admitirán el resultado, como Estados Unidos, Canadá, y España. El llamado Grupo de Lima, integrado entre otros por la Argentina, se manifestó en contra del proceso electoral por considerarlo poco transparente. Algunos de sus miembros, como Colombia, ya se pronunciaron por el no reconocimiento. Canadá incluso aseguró que no permitiría la apertura de los centros de votación en su territorio para que voten los venezolanos que residen en ese país.

La respuesta oficial frente a esta oposición que hace años trasciende las fronteras del país caribeño es que el proceso se realizará con la transparencia que “garantiza” el procedimiento electoral. Un sistema electrónico que genera a la vez una boleta en papel que se deposita en una urna física, con la posibilidad de cotejar ambos resultados, y que además admite diversas auditorías previas y posteriores. También el hecho de que participarán más de 150 observadores de distintos países. Uno de ellos es el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, articulador del último proceso de diálogo en República Dominicana que terminó fracasando por la negativa de los representantes de la MUD a firmar un documento previamente acordado. “No tengo ninguna duda de que los venezolanos votarán libremente”, dijo Rodríguez Zapatero. Y haciendo referencia a otros procesos electorales en los que participó como observador, aseguró: “Yo vi cómo la gente votaba libremente, nadie me lo tiene que contar, yo no tengo ninguna duda de que así será este domingo».

Son más de 20 millones de venezolanos los que están habilitados para votar hoy en los  14 mil centros de votación. Los otros candidatos son el ex pastor evangélico Javier Bertucci, Reinaldo Quijada y Henri Falcón, antiguo chavista y exmiembro de la MUD, a la que desobedeció para presentarse. En el mismo acto se elegirán los consejos legislativos regionales.

Dentro del chavismo hay tranquilidad y una sensación de triunfo. La lectura que hacen es que la presión internacional desde diversos frentes (EEUU, OEA Grupo de Lima, Unión Europea) cerró filas entre los venezolanos. Incluso aseguran que el chavismo recuperó parte de las bases populares perdidas en los últimos años. El multitudinario cierre de campaña de Maduro y los números de algunas encuestas lo confirmarían. Pero ese idilio puede durar apenas un instante. El chavismo sabe, según fuentes consultadas, que el desafío más fuerte comenzará mañana, si es que los pronósticos oficialistas se cumplen. En primer lugar, una victoria de Maduro debería estar acompañada por un alto porcentaje de participación que la legitime frente al desconocimiento anunciado de varias naciones. Pero por otro lado, Maduro deberá dar muestras inmediatas de que tiene la capacidad de resolver la grave crisis económica que atraviesa su país, con un severo desabastecimiento de productos de primera necesidad, elevadísima inflación y una disparidad cambiaria que ahoga la economía doméstica.  Para ello prometió en el último tramo de la campaña impulsar «una revolución económica» para salir de la crisis. «