En el sur de España, la extrema derecha de Vox seduce a los agricultores de Andalucía al promover la expulsión de los trabajadores indocumentados. «Pero no sé qué harían sin nosotros», replica un hombre africano, mientras sale de un invernadero en El Ejido.

En esta zona de la provincia de Almería que vive de la agricultura ultraintensiva y es conocida como el «mar de plástico», una maraña de invernaderos tapiza el paisaje hasta donde alcanza la vista.

Es aquí donde Vox, cuyo respaldo permitió que una coalición conservadora y liberal asumiera el poder el miércoles en Andalucía, obtuvo sus mejores resultados en las elecciones regionales de diciembre.

La paradoja es que si bien el mensaje antiinmigrantes de Vox caló hondo en algunos sectores de la zona, la utilización de mano de obra extranjera en condiciones precarias es una de las bases del negocio de la agricultura, que desde los noventa hizo próspera a la región conocida como la gran huerta de Europa.

Subido en su bicicleta y circulando por carreteras flanqueadas de invernaderos, Issa Guebre, de 24 años, dice que recibe 36 euros al día por cultivar melones. Llegado en 2018 de Burkina Faso, tras lograr escalar la valla fronteriza que separa el enclave español de Melilla de Marruecos, asegura que su empleador «nunca» le pidió papeles y que jamás vio un inspector del trabajo.

Interrogado sobre el llamado de Vox a expulsar a los indocumentados, exclama: «¡No sé qué harían sin nosotros los africanos! En verano hace tanto calor en los invernaderos a 50 grados que ni el propietario entra».

Un senegalés que vive en Andalucía, Serigne Mamadou Keinde Diassaka, se dio a conocer recientemente al publicar un video en Facebook, que fue visto más de 600 mil veces. En él, responde a Vox desde un viñedo en Albacete (sureste) a las seis de la mañana: «Esto es lo que hacemos nosotros, los inmigrantes: trabajar».

En El Ejido, una población de 88 mil habitantes, de los cuales el 33% son extranjeros, Vox recibió el 29,51% de los votos, por delante del Partido Popular (PP, derecha) que dirige la ciudad desde hace 28 años. Casi triplicó el 11% que consiguió a nivel de toda Andalucía.

El partido de ultraderecha podría ganar en mayo la alcaldía de esta localidad, escenario de violentas acciones racistas contra inmigrantes en 2000, que dejaron unos 80 heridos, desatadas luego de que un marroquí matara a dos agricultores y de que un marroquí, desequilibrado mental, matara a una joven.

En el bar Las chozas, dueños de terrenos que comen tapas o juegan al metegol dicen que «muchos han votado por Vox» y que «los indocumentados se tienen que ir».

Andrés Fernández, de 44 años y con 2,5 hectáreas de invernaderos, afirma que «piden más de lo que deben, vienen de un país tercermundista, pero no quieren cumplir las normativas de aquí». Acto seguido, admite no obstante que «sin el inmigrante aquí no se puede vivir».

«Yo no puedo tener a gente que no tenga papeles porque si no te denuncian y tienes que pagar multas. Y si no hay trabajo para ellos, roban», tercia Francisco Gutiérrez, un productor de 55 años que dice emplear legalmente a 15 extranjeros y cinco españoles. «Ahora los agricultores prefieren rumanos, búlgaros, europeos del este: lo que haya con papeles», agrega.

De pie al lado de unos invernaderos, de rostro surcado por las arrugas y cigarrillo en los labios, Salvador se dice «sensible al discurso de Vox». No obstante, este propietario de dos hectáreas de 64 años, que rehúsa dar su apellido, concede que empleó a indocumentados. «Cuando hay que recoger 70 mil kilos de sandía, hay que contratar al que se presente», apunta.

José Cueva, coordinador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) en la provincia de Almería, explica la paradoja: «Sería pegarse un tiro en el pie ellos mismos: la expulsión de todos los inmigrantes ilegales produciría un déficit importante de mano de obra».

«La principal contradicción que ellos tienen es que por un lado los necesitan y los van a necesitar durante muchísimos años», porque esta producción a bajo costo no sería posible «sin esa precariedad generalizada», sintetiza.

«Pero por otro lado, el que mejor resumió todo esto fue el exalcalde de El Ejido Juan Enciso Ruiz (del PP, que gobernó entre 1991 y 2011), que decía que el inmigrante lo necesitaban de día pero de noche tenía que desaparecer», concluyó.