El mapa electoral de Cambiemos tiene un protagonista inesperado que se coló en el medio de la estrategia de la Casa Rosada. No es candidato ni miembro de la mesa chica que rodea al presidente Mauricio Macri. Se trata del presidente del Banco Central de la República Argentina, el economista Federico Sturzenegger que, a dos semanas de las PASO, es el mayor destinatario de las quejas internas del equipo de campaña del oficialismo. “Justo en este momento se nos empieza a escapar el dólar. En dos meses subió casi dos pesos y en medio de esta situación, lo tenemos de vacaciones”, lamentó un funcionario que pasa gran parte de sus días detrás de la agenda del presidente. La acelerada devaluación del peso, a esta altura de la disputa, es un padecimiento inesperado e indeseable para los cálculos electorales de un equipo de campaña que admite, en voz baja, la existencia de zonas “por ahora irrecuperables” en la provincia de Buenos Aires, que gobierna María Eugenia Vidal, una de las integrantes de la mesa chica que exhibe la mayor preocupación por la evolución de las encuestas.

A dos semanas de las primarias del domingo 13 de agosto, las versiones que giran en torno a los números que baraja el oficialismo hablan de una desventaja de siete puntos de los candidatos de Cambiemos frente a Unidad Ciudadana. Los observadores más escépticos dudan de esa cifra y la adjudican a una maniobra distractiva de la Casa Rosada. Mientras que otras fuentes, muy cercanas al equipo de campaña que conduce el jefe de Gabinete Marcos Peña, admiten una desventaja, pero reducen su dimensión: la ubican tres puntos abajo, dentro de un pronóstico que –tanto alrededor de Vidal como de Macri– habla de “un resultado cabeza a cabeza en agosto, con un posible repunte de los indecisos en octubre”, para concluir con una “victoria humilde, pero victoria al fin”.

En el sur del Conurbano bonaerense están los mayores temores de Cambiemos para la provincia, pero no los únicos. La artillería electoral del gobierno se prepara para reforzar ciudades clave del interior provincial, donde la política económica está haciendo estragos. “Tenemos que recuperar Junín, Olavarría, Azul, La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca”, detalla una fuente, con el mapa nacional en la mano. En los algoritmos que analiza el PRO, dentro de Cambiemos, los atenuantes del amargo escenario del Conurbano están en territorios propios, que podrían tener un valor simbólico destacable dentro del plan del oficialismo para rodear un revés en provincia, con buenos resultados en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán y, posiblemente, Santa Cruz. Ese reflejo defensivo del oficialismo, como ya se ha dicho, replica la fórmula que utilizó el kirchnerismo en 2011 y 2013 para “desdramatizar” los reveses electorales sufridos en el mayor distrito del país. En la versión del macrismo, esa estrategia también abona “sorpresas” en distritos de la tercera y primera sección electoral gobernadas por Cambiemos, como Quilmes y Tres de Febrero. “El tema está en las ventajas que cosechemos en esos lugares para equilibrar las zonas más difíciles de recuperar, como el sur del Conurbano”, razonó un secretario de Estado consultado por este medio.

La fragilidad de esa foto electoral desembocó en ásperos debates alrededor de Macri. La confirmación de esas internas fue advertida públicamente cuando parte del Gabinete, y especialmente Macri junto a Peña, empezaron a reconocer públicamente que hay gente que “la está pasando muy mal”, en referencia a la ausencia de indicadores positivos sobre la economía en el bolsillo del electorado. En ese contexto, el repunte del dólar y el incremento de la inflación, que ya podría cubrir en septiembre la previsión para todo el año, metió a Sturzzenegger en el ojo de la tormenta. “Ya ni el presidente lo banca, y encima ahora está de vacaciones, esto no puede pasar ahora, debería pasar después de octubre, eso es de manual”, bramó un escudero comunicacional del gobierno, que se prepara para una primavera sin brotes verdes y una posible escalada de conflictos sociales y sindicales por el deterioro de las condiciones económicas que el gobierno empieza a reconocer, mientras insiste con sobrevender un discurso de expectativas para el futuro. «