Ella es muy amiga de las denuncias y las teorías conspirativas. También, en ambos casos, de que la estridencia con que las enuncia sea directamente proporcional a su falta de pruebas. Luego de algunas semanas en su chacra, Elisa Carrió, la exdiputada que siempre está renunciando y volviendo, como un video TikTok, retomó su capacidad clarividente para el apocalipsis. Ahora por la política exterior del gobierno del Frente de Todos. Y en una ensalada en la que se mezcla cualquier cosa, rúcula con bananas y aceitunas negras, sostuvo que el problema de tener la vacuna Sputnik V es que forma parte de la “penetración de Rusia” en Latinoamérica. Y que esa influencia traerá consigo una dictadura. “Rusia ingresa a la región a través de Cuba y Venezuela. Y ahora se sumó Argentina”, dijo en el canal de noticias del diario La Nación. Se olvidó de Bolivia, pero bueno.

Nadie duda de que Rusia a partir de la llegada de Vladimir Putin al poder comenzó un camino para reinstalarse como superpotencia mundial. Esa batalla se libra en todos los frentes, también en el militar y el científico. Está apoyada en una larga historia. La vacuna rusa está  siendo reconocida como una de las mejores del mundo. Esto lógicamente es un éxito para esa estrategia. ¿Y? Acaso no le conviene a la Argentina tener un acuerdo sólido con el país que generó uno de los más efectivos remedios contra la pandemia que tiene al mundo en jaque.

No se trata de si Carrió exagera el supuesto autoritarismo ruso. Alguien podría decir: pregúntenle a los polacos sobre la política soviética luego de la Segunda Guerra. Y si, la respuesta no va a ser agradable. Las relaciones exteriores son netamente de intereses. Descarnadas. ¿Acaso Arabia Saudita no es uno de los principales aliados de Estados Unidos en el mundo? ¿Acaso Arabia Saudita se parece un ápice a una democracia occidental? Ciertamente Rusia tiene muchos más rasgos de occidente.

Siguen las preguntas: ¿Estados Unidos se volverá una teocracia por ser aliado de los sauditas? No, por supuesto que no. Son aliados porque los sauditas tienen las reservas de petróleo más importantes del planeta y norteamericanos les venden armas como para barrer con medio oriente. Y todos contentos, los saudíes y los americanos, por supuesto. 

Lo peor de las definiciones de Carrió no es que trate como niños a su  audiencia. Ella sabe cómo funciona el mundo. Lo más grave es que niega la Historia. Según Carrió, Argentina debería comprar la vacuna de Pfizer porque la produce un laboratorio estadounidense. Es decir que esa vacuna vendría supuestamente de un país que defiende la democracia. Cientos de miles de latinoamericanos muertos por las dictaduras de este continente tienen una respuesta: No es así.

Vuelven a fluir las preguntas: ¿quién respaldo el último golpe de Estado que hubo en la región, en  Bolivia, a fines de 2019? La OEA y Donald Trump. ¿Y el que se produjo en Honduras en 2009? Hilary Clinton, como secretaria de Estado de Barack Obama, viajó personalmente a la toma de posesión del presidente de facto. ¿Y el golpe contra Hugo Chávez en 2002, el que luego fracasó? El gobierno golpista que duró horas fue reconocido por muy pocos países, entre ellos la España de Aznar y el EEUU de Bush.

La lista sigue: el golpe contra Salvador Allende en Chile, en 1973, orquestado por la CIA.  El golpe argentino en 1976 que costó 30 mil desaparecidos. El golpe en Uruguay y, muchos años antes, en Brasil. Todos protagonizados por militares formados en el Comando Sur de Estados Unidos. El Plan Cóndor para extirpar la amenaza comunista de Sudamérica fue ideado por los norteamericanos y ejecutado por los militares de la región.

Carrió sabe que la única amenaza externa que tiene la democracia en esta parte del mundo viene de la embajada de la que ella es fiel amiga desde que le dieron las cajas para denunciar al menemismo. Si lo que le preocupa es defender la democracia, debería hablar con sus amigos del edificio de Palermo, frente al ecoparque. Debería convencerlos de nunca más apoyen salidas autoritarias como la que respaldaron hace poco más de un año en Bolivia. Un golpe que, por suerte, al final del camino, fracasó.