La ruleta electoral europea comenzó a rodar el jueves en Gran Bretaña y Holanda. Hasta hoy a la noche no se sabrá cómo quedará la bola en cada distrito y cómo quedará constituido el Parlamento Europeo, la instancia legislativa de la Unión Europea. Los primeros sondeos a boca de urna, en los Países Bajos y el Reino Unido, tranquilizan en un caso mientras que en el otro, se diría que le costó la cabeza a la primera ministra TheresaMay. 

La principal preocupación en el continente es el avance de los grupos ultraderechistas, y no por su exacerbado sentimiento xenófobo, sino porque en su furor nacionalista plantean poco menos que la disolución de la Unión Europea. Grupos como el partido de Marine Le Pen en Francia, Matteo Salvini en Italia, el Partido de la Libertad en Austria, a los que se suma Vox en España, buscan limar la integración regional, a la que acusan por la crisis económica que se extiende en esa parte del mundo y afecta a la fuerza de trabajo y las capas medias de la población especialmente.

En Gran Bretaña, UKIP, el partido de Nigel Farange, es un socio privilegiado de este sector, que pacientemente viene reuniendo el estadounidense Steve Bannon en su cruzada para crear una Internacional de la derecha populista. La trabazón por el divorcio de la UE provocó una paradoja, ya que los británicos participaran de este comicio a pesar de que teóricamente ya no pertenecen a la unión. El ultraderechista Farange, que venía golpeado en la consideración pública desde hace un par de años, aprovechó el caos reinante para crear el Partido del Brexit. Los sondeos le daban un 37% de votos, muy por encima del Laborismo. Los conservadores con suerte llegarían al 10%, la peor performance en su historia. Por eso May anunció su renuncia desde el 7 de junio.

En Holanda, sin embargo, el proeuropeopartido laborista holandés (PvdA) superaba el 18% de los votos. En concreto, casi siete de cada diez holandeses votaron opciones integracionistas, contra cerca de un 20% que se inclinaron por partidos antieuropeos. 

Una noticia de alivio ya que Geert Wilders, del Partido de la Libertad de Holanda, fue uno de los primeros en plantear el secesionismo continental desde 2005 y amenazaba con un crecimiento que finalmente no se dio.

Wilders se juntó hace una semana en Milán con los otros líderes ultranacionalistas como Le Pen, el búlgaro Veselin Mareshki, el checo Tomio Okamura, el eslovaco Boris Kollar y representantes del húngaro Victor Orban, convocados por Matteo Salvini, de la Liga del Norte y vicejefe de gobierno italiano. El reclamo común es defender las fronteras de Europa, bajar impuestos y liberar al continente de los «okupas de Bruselas».  

Se supone que este agrupamiento de extrema derecha, autodenominado Movimiento Europa de las Naciones y de las Libertades, podría sumar hasta 150 bancas en el Europarlamento de 751 curules. Sería el cuarto grupo, detrás de los dos tradicionales desde la fundación de ese estamento legislativo, los conservadores y los socialistas, y peleando un espacio con los liberales.  Pero el que plantea las posiciones más disruptivas.

Ese desafío, que no es menor para la dirigencia europeísta, se suma a los otros temas que subyacen en esta elección. Como el de los recursos a destinar para la recepción de migrantes y el debate para una reformulación de la moneda común. En ambos casos, sería la respuesta a la demanda que crece por ultraderecha por no encontrar cauces institucionales. El problema de las migraciones –oleadas provenientes de regiones del mundo como Siria o Liba, donde las intervenciones militares de la OTAN y de EE UU tienen directa responsabilidad en el desastre– es uno de los caballos de batalla de los xenófobos. El otro problema es que el euro implica para algunas naciones aplicar políticas de ajuste feroz que generan situaciones sociales no menos explosivas entre los nativos. Y que las respuestas neoliberales no hicieron sino agravar.

A todo esto se suma la guerra comercial que desató el gobierno de Donald Trump y las amenazas de conflictos en Irán más las tensiones crecientes con Rusia y Turquía.   Que también afectan al continente pero hasta ahora no se dio lugar para un mayor protagonismo. Quizás desde este lunes nazca, como esperan muchos, una nueva etapa en la integración continental, con la posibilidad más cercana de que con Brexit se saquen un lastre que el expresidente francés Charles De Gaulle siempre quiso lejos del proyecto de unidad.

Este viernes hubo elecciones en República Checa y en Irlanda, ayer en Lituania, Eslovaquia y Mallta, y hoy votan los 21 países restantes de la UE. España, además, celebra municipales y autonómicas en algunas regiones (ver aparte) al igual que Grecia. También habrá comicios generales en Bélgica. «

España es una caja de Pandora

Doce de las 17 comunidades autónomas españolas renovarán hoy parlamentos y gobiernos regionales, mientras que en todo el país se elegirán 54 representantes al Europarlamento. Así como en el resto de la UE, la principal preocupación es lo que pueda ocurrir con la derecha extrema, representada por el neofranquista VOX. Pero el panorama allí tiene otros condimentos que despiertan la atención.

Hace cuatro semanas el PSOE logró pasar la primera prueba en elecciones adelantadas por el jefe de Gobierno, Pedro Sánchez. La jugada le salió bien, pero ahora espera refrendar la recuperación del socialismo para ver la posibilidad de gobernar sin la ayuda que le ofrece Pablo Iglesias desde Unidas-Podemos ni otros sectores de la derecha. 

UP enfrenta en la comunidad de Madrid a uno de los fundadores de ese espacio, Iñigo Errejón, que rompió con Iglesias y va con la alcaldesa Manuela Carmena. En Cataluña, la clave pasa por el independentismo, que creció con ERC hasta convertirse en otro factor de poder en la nación. Pero el viernes el Congreso suspendió a cuatro diputados independentistas catalanes, electos el 28A estando en prisión,  en medio del juicio por el intento de secesión de 2017. Son el líder de ERC, Oriol Junqueras, de Jordi Turull, Josep Rull y Jordi Sánchez. El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en tanto, sigue en una suerte de exilio en Bruselas. Una situación algo extraña que tal vez las urnas ayuden a resolver hoy.