Mauricio Macri, en campaña, había minimizado las dificultades para resolver el problema de los precios. En un almuerzo con Mirtha Legrand aseveró que «terminar con el problema de la inflación es de las cosas más simples que tengo que hacer en caso de gobernar».

También se lo escuchó decir que «no parar la inflación es la demostración de la incapacidad para gobernar».

Algo similar había sostenido con relación a la pobreza cuando dijo que sería la vara con la que quería que fuera evaluado su gobierno. Cuando abandone el poder casi el  40% de la población estará en esa situación.

La distancia entre lo ocurrido y los planes del gobierno se pueden observar con nitidez a partir de analizar el mensaje del Presupuesto para 2017. Se trata del primer proyecto de esa naturaleza elaborado por la gestión actual durante agosto y septiembre de 2016. Allí pronosticaban que durante ese año los precios subirían entre un 12% y un 17%. Finalmente lo hicieron un 20,4 por ciento.

Pero además auguraban un techo de suba de precios de un 12% para 2018 y un 6,5% para este año. La realidad indicó una suba del 51,2% para 2018 y la perspectiva de que lo hagan por encima de un 55% en 2019. El fracaso no puede ser más resonante. Lo mismo ocurrió con los pronósticos de tipo de cambio nominal publicados en el mismo proyecto de ley que auguraban un dólar promedio de $ 14,99 para 2016, de $ 17,92 en 2017, $ 21,21 para 2018 y $ 23,53 para este año. El valor, hoy, casi triplica esos pronósticos de Cambiemos.

El enfoque para controlar la inflación utilizado por el gobierno fue el de las metas que se inspiran en la teoría monetarista que indica que los precios reaccionan al circulante monetario y que, por eso, la vía para contenerlos pasa por reducir el consumo y las emisiones.

El ejemplo argentino sirve para refutar empíricamente esa teoría toda vez que, durante la presente gestión, no sólo las jubilaciones retrocedieron un 20% al igual que los salarios sino que, además, desde el segundo acuerdo con el FMI y la asunción de Guido Sandleris la política monetario incluyó un virtual congelameinto de la emisión con el mismo propósito.

De hecho, desde el 1 de octubre de aquel año a esta parte el circulante quedó fijado en alrededor de 1,34 billones de pesos que, sin embargo, no se reflejaron en los precios que desde entonces acumularon un incremento del 50,5 por ciento.

Es que, la inflación, resulta de una combinación de causas entre las que, claro, se destacan costos fundamentales que responden al tipo de cambio y las tarifas de servicios. Dos variables que, el mejor equipo de los últimos 50 años, se mostró incapaz de controlar. «