“Como todos los chicos -cuenta Ignacio Fideleff, futbolista, 28 años, cuatro meses en el club ÍBV Vestmannæyjar de Islandia-, mi hija de un año y medio se golpeó, jugando, los cuatro dientes de abajo. No se le salieron, pero le quedaron colgando, con sangre. Entonces la llevamos al hospital. No había emergencia. Presentamos mi número de documento, porque no existe la obra social privada, es todo público. A la media hora vino un clínico. La miró y dijo que tenía que verla un dentista. Hay dos dentistas en la isla. Uno no estaba, y el otro es el técnico de la selección, que tampoco estaba porque jugaban. No pasó nada. Al final se lo sacaron con anestesia, pero fue todo muy raro…”.

Es así: Heimir Hallgrímsson, el entrenador de Islandia, la selección con la que debutará Argentina este sábado a las 10 en el Mundial de Rusia, es además el odontólogo de la isla de Heimaey, a dónde se llega en ferry o avión, donde viven cerca de 4300 personas, en su mayoría pescadores, a 150 kilómetros de la capital Reikiavik. No sólo eso: Hallgrímsson se inició como técnico en el equipo femenino del ÍBV en 1993.

Fideleff pisó la isla de Heimaey en el invierno boreal, cuando escasea la luz del sol. Entre la oscuridad y los volcanes, sus compañeros le señalaron la esquina en que vive Hallgrímsson. Estuvo de enero hasta finales de abril. Partió antes de debutar en la Úrvalsdeild, la primera división. Y, entonces, desistió en ser el primer futbolista argentino en jugar en Islandia. Ahora vive en Milán y, mientras espera dejar definitivamente atrás los dolores por la operación de meniscos de la rodilla izquierda, realiza el curso de entrenador UEFA B. Le permitirá ser ayudante de campo, como supo serlo Hallgrímsson, que entró como segundo DT a la selección de Islandia en 2011, cuando asumió como entrenador Lars Lagerbäck, el sueco que estuvo en el banco el día que Suecia eliminó a Argentina en el Mundial de Corea-Japón 2002.

Zaguero surgido de Newell’s, con pasos por Napoli y Parma de Italia, Fideleff cuenta que dejó Islandia por las dificultades familiares: “Mi señora está embarazada y en Heimaey había muchos temas burocráticos. El obstetra va una vez por mes a la isla. No hay ecógrafo, ni especialista. La gente que vive ahí se acostumbra. Mi señora se tenía que mudar dos meses antes de parir en Reikiavik para tener un mayor control, y como requería mucho movimiento, nos fuimos. El costo-beneficio no valía la pena”.

-¿Cómo es el fútbol en Islandia?

-Crecieron gracias a las canchas sintéticas que hicieron en hangares. De hecho, nos entrenábamos en una con el Vestmannæyjar, aunque durante el verano el equipo juega en la cancha de césped. Hay otros que juegan todo el año en las canchas hangares, con tribuna y todo. Y el sintético es mejorado, climatizado por debajo, con riego artificial por arriba, blando, y corre la pelota rápido. Eso, desde chiquitos, les da técnica, porque la pelota no pica mal. También desde hace diez años, más o menos, juegan todo el año. Antes no podían. Después, a nivel futbolístico, consumen todo lo británico en los cuatro canales de televisión. Sobre todo el fútbol inglés, su base a imitar. Dos, tres pases, llegar lo más rápido posible al arco rival y terminar la jugada. Así juegan, vertical, rápido, pero sin técnica, y por eso pierden la pelota con rapidez, no hay tiempo de control de pelota. Salvo el Valur, que es el más poderoso y hace posesión, el resto juega así. Se entrena para eso.

-¿Y la selección?

-Son siempre los mismos. Al ser pocos, no varían. A veces juegan hombre a hombre, como lo marcaron a Robben de Holanda, que puede ser el Messi de Argentina, aunque dudo que les pueda salir bien. Por pasajes ponen un central por detrás de los centrales, no sé si con intención o por la dinámica del juego. Son muy unidos, juegan en grupo, como si fuese una comunidad.

-¿Te consultaron desde la Selección Argentina?

-No, y no creo que hubiese sido necesario. Hoy tenés la posibilidad de ver todo. Y también de Islandia. La mayoría son jóvenes y enseguida te absorben de Inglaterra y Alemania como los países más fuertes, y en menor escala, de Bélgica y Dinamarca. No vi mucho más de lo que habrá visto Sampaoli.

-¿Volverías?

-No al Vestmannæyjar. Es un lugar un poco particular, y no porque yo sea particular. Cuando llegué, me pregunté: “¿Cómo hace la gente para vivir acá?”. El que nació ahí, nace ahí. Pero hay técnicos islandeses que son de Reikiavik que van dos meses y se vuelven. Uno fue y un día se tomó el barco y se fue. No es feo ni malo. Simplemente, tenés que acostumbrarte.

-Si hubieses ido en verano, tal vez cambiaba.

-Puede ser que sí, eh. La variable fue mi mujer embarazada. Es difícil la adaptación, es raro. Como dicen ellos: “Todo si el tiempo lo permite”. Por ahí sí, hubiese cambiado. Vamos a ver qué sucede. Se comportaron excelente. Todavía hablo con mis compañeros, con el ayudante de campo del entrenador, con Derby Carrillo, el arquero, que es de El Salvador. Los chicos quieren crecer y uno mantiene la relación. Tal vez con el tiempo se pierda. Pero sigo los resultados, la liga de Islandia.

-¿Cómo vivirán el debut en una Copa del Mundo?

-Un día, me contaron mis compañeros, se cortó la luz en toda la isla durante un partido de la Euro de Francia 2016 porque no había gente controlando. Parece una broma. Hay muy poca gente. Funciona y todo bien, porque está organizado de esa manera, con lo indispensable. Apoyan todos los deportes, en especial el handball. Se juntan, salen. No son tan futboleros pero quizá con el tiempo cambien. Igual, tienen todas las entradas que le dio la FIFA agotadas y como ahora es verano, con el sol a medianoche, van a poner pantallas gigantes en las plazas.