«Sin jugadores no hay fútbol, respeten los sueldos mínimos». La frase aparece en una bandera sostenida por jugadores de Villa Española y Miramar Misiones, en el medio de la cancha. Es la imagen que Santiago «Bigote» López eligió para su perfil de WhatsApp. Él es uno de los que levanta esa bandera: la selección de la foto es una declaración de principios. Bigote, apodo que heredó de su viejo, juega en Villa Española, un equipo humilde dentro del precarizado fútbol uruguayo. Un club -hoy en Primera, mucho tiempo en Segunda- que recibe las migajas de la torta de varios pisos que alimenta a Tenfield y empobrece al resto. La frase del trapo no surge de un arrebato. Tampoco es antojadiza. «Soy muy manifestante», dice López, de entrada, para presentarse. Hasta hace poco era un anónimo, un futbolista -34 años, montevideano, delantero, ricotero- entre tantos. Hasta que escribió una carta. Hasta que la posteó en Facebook. Hasta que la tuiteó Diego Godín y hasta que la difundió Sebastián Abreu.

Las ideas que escribió Bigote las tiene hace tiempo. Lo novedoso fue el escenario que supo leer. Montados sobre los éxitos deportivos logrados desde Sudáfrica 2010, los referentes de la Selección uruguaya se plantaron para romper las cadenas con Tenfield. Godín fue el portavoz del desplante contra Paco Casal, el patrón del fútbol uruguayo. En agosto, el capitán colgó un comunicado de los jugadores en Facebook.

Reclamaron «reestructurar y profesionalizar la relación de imagen con la AUF» y acercaron, además, una oferta para que Nike patrocine a la Celeste después de diciembre de 2016, cuando termina el contrato acordado en 1998 entre Casal y Eugenio Figueredo, hoy en prisión domiciliaria procesado por delitos de fraude y lavado de activos. El ofrecimiento de los futbolistas quintuplicaba al que presentaron Tenfield y Puma: 3.428.000 dólares anuales contra 750 mil. La resolución aún sigue abierta.

Este era el momento que Bigote esperaba. “Si los jugadores más prestigiosos habían alzado la voz con algo que nos toca, los que estamos acá necesitábamos pronunciarnos”, explica el futbolista que cuestiona el sistema del fútbol desde que visitó Cuba. Eligió el mismo método que Godín: una carta difundida por las redes sociales. “¿Por qué callar y sólo patear la pelota?”, se preguntó en ese texto el capitán de Villa Española.

-¿Por qué?

-Estamos podridos de que la plata se la lleven otros y nosotros vivamos en la miseria. Hay equipos que no cobran hace tres meses, pibes que no tienen para el boleto del ómnibus para ir a entrenarse, y esto es fútbol profesional. Es un momento en el que hay que decir “Bo, hay que parar la pelota”. Me harté y escribí la carta para también disputar sentido en los medios y en la opinión pública. Fue premeditada: la estuve pensando varios días y salió linda creo.

“Es tiempo de comernos la cancha”, escribió Bigote, que tuvo un paso efímero por Defensa y Justicia, jugó en Brasil y en Guatemala. Allí, en Municipal, fue ídolo. Ganó el dinero que nunca había ganado. Sin embargo, su impresión fue que perdió. “Me sentía un mercenario”, le contó a La Diaria, medio autogestivo de Uruguay. La estadía en Centroamérica terminó de definir su identidad proletaria. “Porque siempre creí que el que calla otorga, es tiempo de pronunciarnos”, se lee en el final de su carta.

-¿Imaginabas que ese texto iba a tener tanto rebote?

– La carta aún no terminó: sigue girando. En Facebook me llegan un montón de felicitaciones, mensajes y nuevos posteos. Lo que ayudó fue que me retuitearon Godín, Lugano y otros jugadores importantes. Ahí ves la fuerza que tienen: lo que dicen es palabra sagrada.

-¿Faltaba que esos referentes se involucraran?

-Era hora de que avanzaran. En el fútbol tuvimos pila de manifestaciones desde que nos están lucrando pero quedaron en la nada por no tener un peso mediático como el de ellos. En el ambiente, a mí y a Agustín Lucas –su amigo, zaguero ex Liverpool y Miramar Misiones, poeta y escritor- nos tildan de revolucionarios. Hace tiempo que decimos lo que pensamos, pero no teníamos esta repercusión. Ahora que ellos dieron el paso no los puedo dejar tirado: me tengo que subir al barco.

Desde 1998, Tenfield devora la torta del fútbol uruguayo. La empresa se hizo del paquete completo de la Selección: publicidad virtual y transmisiones televisivas de las mayores y de las juveniles, derechos de transmisión en las todas las competiciones, vestimenta y exclusividad en la comercialización de merchandasing. Contra eso salieron a terciar Godín y compañía. Bigote, casi en soledad, ya venía luchando. “El fútbol uruguayo está muy empobrecido. Hay un momento de crisis, pero estamos en la época de la revolución. La Selección nos mostró un camino. Nunca viví manifestaciones como las que hay ahora, estoy feliz”, se entusiasma el ídolo popular de Villa Española.

-¿El monstruo es Tenfield?

-El monstruo es la televisión. Hoy es Tenfield, mañana es Fox y pasado es CNN. El monstruo es la empresa que quiere lucrar con el fútbol uruguayo y se aprovecha de la pobreza.

Bigote divulga esos mensajes en sus lugares cotidianos: en el vestuario, en la cantina del club y en las charlas con sus amigos. También en los grupos de WhatsApp del plantel de Villa Española. “Les hago la cabeza”, cuenta el futbolista contracultural, el que contradice a quienes lo llaman revolucionario. “Me tildan así –explica– porque hay un prototipo de jugador que dice que tenemos que escuchar cumbia, que no podemos manifestarnos y que no pensamos. Yo voy contra todo eso. Creo todo lo contrario: nos tienen oprimidos y nos han educado para ser idiotas. No sé si somos revolucionarios pero tenemos iniciativa. Y ganas de despertar a los demás”.