«El fútbol argentino es muy loco, muy loco…», dice –y piensa– Hermes Desio, 47 años, ex futbolista surgido de la escuela rosarina de Renato Cesarini, actual coordinador de las inferiores de Estudiantes. «En Argentina tenemos la percepción de que si el chico a los 18 años no está en Primera, no sirve más. Apuramos todos los procesos. Andrés Iniesta recién agarró la titularidad a los 23 años en el Barcelona. Todo se apura en Argentina», insiste Desio, mientras conduce por la autopista Buenos Aires-La Plata, a días de asumir como coordinador de las divisiones juveniles de la AFA con la llegada de Jorge Sampaoli a la Selección. Argentina, además de ser un país exportador de carne de futbolista en el mercado global del fútbol, perdió la paciencia con los ejemplares que suben a Primera para parar la olla en casa. Los privilegiados que logran regularidad ascienden a otro nivel, como estos jugadores jóvenes que fueron decididamente protagonistas en sus equipos durante el último torneo, aunque llegaron a asentarse, como los vinos, luego de maduraciones diferentes. Algunos se irán a jugar a Europa, como Sebastián Driussi; otros están muy cerca de irse; y los que restan –los que se quedarán– comenzarán el campeonato que viene con todas las ganancias de su lado.

Los tres palos 

Primero los arqueros, de atrás para adelante: Alexis Martín Arias (Gimnasia La Plata, 24 años) y Rodrigo Rey (Godoy Cruz, 26). Con Martín Arias, Gimnasia recibió 24 goles, uno menos que el Boca campeón. Admirador de Gianluigi Buffon, hay que ver el partido que él ganó con sus atajadas: 19 de octubre de 2016, 1-0 a Racing por la Copa Argentina, en Lanús. Rey, pilar de Godoy Cruz, inferiores en River, ya es nuevo arquero del PAOK Salónica de Grecia. 

La última línea

Entre los centrales, Juan Marcos Foyth (19) y Lucas Martínez Quarta (21). A primer golpe de vista, a Foyth le deparan años de Selección. Jugaba de enganche en las inferiores de Estudiantes, hasta que el entrenador Martín Gaimaro lo tiró a la zaga en la Séptima. Esbelto, arriesga en las salidas y conduce con prestancia más allá de la mitad de la cancha. Martínez Quarta entró por el ecuatoriano Arturo Mina y nunca más salió del equipo. Clave en el Superclásico que River le ganó a Boca en La Bombonera. Con el paso de los partidos –suma apenas 26 en Primera– dio esa sensación de experiencia, de estar hace una vida. Otro de River, que la rompió a préstamo en Defensa y Justicia: el zaguero zurdo Alexander Barboza (22). Leonel Di Plácido (23) explotó la punta derecha de Atlético Tucumán. Lateral vertical, con proyección, técnica y estado físico para la presión. 

Toque al medio

Más ofensivo, por ese lado, la alternativa es Gabriel Gudiño (25), el 8 de Atlético de Rafaela con destino de club grande. Emanuel Cecchini (20) fue uno de los artífices de la gran campaña de Banfield. Mediocampista que parte desde el centro y recorre los espacios de área a área –»box to box», nueva caracterización british, estilo Frank Lampard–. Cecchini es ese primer pase y pegada desde afuera. Santiago Ascacibar (20), también de Estudiantes y presente en el último Mundial Sub 20, como Foyth, roba pelotas como un niño levanta caramelos del piso: es un cachorro en esas lides. Le falta pulir la entrega. Bautista Merlini (21), uno de los preferidos de Diego Aguirre, ilusionó con sus ataques vertiginosos por izquierda a San Lorenzo. Encarador, veloz, a veces hiperquinético, Merlini debutó a los 17 en Platense. Aprovechó la oportunidad, como Ezequiel Barco, 18 años, el más joven de esta selección, que impresionó por su personalidad y coraje en Independiente. Los enganches aún viven: Emanuel Reynoso (Talleres, 21), el zurdo cordobés, es riquelmeano: toque, panorama, y quizá aún algo falto de gol. Otro zurdo, con porte similar al del Mago Rubén Capria, en esa posición, es Gastón Giménez (Godoy Cruz, 25). Le falta despegar, aunque bien vale detenerse en sus pases gol, su guante-botín, su ritmo y pausa.

Bien arriba

En el ataque hay tres con características diferentes y muy buenos: Cristian Pavón (21), aun con errores después de sus apiladas seriales, en ese instante de las definiciones, fue insustituible y una de las figuras de Boca. Fue el único que jugó los 30 partidos del torneo. Indescifrable en el mano a mano por las puntas, gambeta a flor de piel y bomba en el pie derecho. Driussi (River, 21), el atacante total, pasó al Zenit de Rusia por una millonada. Hace casi todo y bien. Este fue su campeonato, su consumación, después de cuatro años, ya que debutó en diciembre de 2013. Fue el segundo goleador del campeonato, con 17 tantos. Lautaro Martínez (Racing, 19 años), que estuvo en el pasado Mundial Sub 20, es el delantero con una atención superior a la media. Potencia, manejo de los perfiles, profesional. Un escalón abajo, terminaron in crescendo Marcelino Moreno, el wing de Lanús de 23 años, y Nicolás Leguizamón, el centrodelantero de Colón de 22, a quienes ya les echaron el ojo los peces gordos.

¿Qué debe atribuirse un jugador para mantenerse y sobresalir en el fútbol argentino después de debutar en Primera? Responde Desio: «Ante todo, capacidad, aprovechar la oportunidad, y luego también esa cuota de suerte, lógicamente, porque también entra en juego el gusto de cada entrenador; por ejemplo, si hay un técnico que llega a la Selección y le gusta jugar con extremos en lugar de dos delanteros, a lo mejor queda en el camino, y no quiere decir que sea malo. Por ahí se mueve el tema». Antes de llegar a City Bell, donde practican los juveniles de Estudiantes, antes de mudarse al predio de la AFA en Ezeiza, Desio dice: «Un jugador quizás alcanza la madurez a los 25, 26 años, y nosotros le estamos pidiendo a un chico de 18 años que resuelva como un adulto». Todos, a su manera y en sus momentos, resolvieron como adultos. Ya son eso: jóvenes grandes jugadores.