En los últimos días, el gobierno salió a responder alguna de las críticas que le vienen haciendo desde diversos sectores. Lejos de representar algún tipo de retroceso, la estrategia para la coyuntura pasa por atajar la disconformidad –cada vez más amplia—, esperar que transcurra el tiempo hasta las elecciones y evitar comprometer el proyecto de largo plazo que encarna la gestión de los CEO. 

Para ello, no duda en utilizar de una manera sesgada los datos de la realidad y cuando ni siquiera eso le es posible, promete el futuro venturoso característico del discurso neoliberal. El caso de la inflación es ilustrativo. En la semana se conoció que el IPC del Indec creció un 2,6% en mayo, mucho más de lo esperado por las autoridades, llevando la inflación al 27,5% interanual, muy por encima de la meta del BCRA, de entre el 12% y el 17 por ciento. Ante ello, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, salió a aclarar que lo importante no es la meta sino que la inflación baje. Habría que recordarle que esto no es lo que está pasando, ya que antes de que asumieran el crecimiento de los precios alcanzaba el 24,6 por ciento. El futuro providencial también es alimentado por el mediático ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien proyectó que «en el cuarto trimestre la inflación debería estar en niveles cercanos al 1% mensual, y eso sería un cambio notable para Argentina», un claro pedido de cheque en blanco para la sociedad, a ser llenado tras las elecciones. Las subas de tarifas proyectadas del cuarto trimestre para servicios como la luz y el gas generan  más dudas que certezas sobre esta promesa. 

La estrategia «pírrica» de combate contra la inflación no se detiene. Según Dujovne, «estamos muy comprometidos con la lucha antiinflacionaria. Vamos a persistir (…) y a lograr reducir esta tasa». Brasil es un buen espejo para analizar este tema. Allí la inflación cayó en abril al 4,08% interanual, por debajo de la meta central del 4,5%, luego de índices más elevados en los años previos. Para conseguirlo debió atravesar una fuerte caída de la actividad económica: en 2015 y 2016 el PBI se redujo un 3,8% y 3,6%, respectivamente, y este año crecería un 0,16%, casi nada. Justo en estos días se conoció que las ventas minoristas en Brasil cayeron un 1,9% en marzo, el peor desempeño de los últimos 14 años. 

Teniendo en cuenta que la experiencia teórica y práctica de las políticas ortodoxas indica que la menor actividad afecta el empleo, y que ello es fundamental para reducir la presión salarial y contener la inflación, cabe preguntarse, ¿qué sendero debe seguir en nuestro país el nivel de actividad económica para que la desinflación buscada efectivamente ocurra? La respuesta no es muy alentadora y es precisamente en este marco que la gente no «siente» los beneficios de la supuesta bonanza. Tampoco los percibirá más adelante, pensando en el ajuste fiscal que anticipa el gobierno, aunque no le guste al ministro Dietrich, que prefiere denominarlo «responsabilidad fiscal». 

Mientras tanto, el gobierno continúa haciendo malabares con la información de la que dispone buscando que crezca algún milímetro su achatado bosque de brotes verdes. Pero el principal pilar, el consumo, sigue sin repuntar. Difícilmente lo haga con las condiciones que muestra el mercado laboral y con paritarias que se pactan en porcentajes mucho más bajos que la inflación. Incluso numerosos gremios aún no han cerrado sus acuerdos y siguen percibiendo los mismos salarios del pasado año. 

En el actual estado de posverdad, el jueves las autoridades económicas dieron a conocer un cuadro con indicadores tratando de mostrar mejoras. Se trata de una selección sesgada que deja afuera muchas variables importantes y que, así y todo, no es concluyente. Algunas muestran los impactos positivos en sectores vinculados a la obra pública, como avances en los despachos de asfalto, o producción de laminados no calientes. Pero otras muestran caídas, como los despachos de cemento. 

En el mejor de los casos, los indicadores actualizados dan una pauta de que el PBI continúa estancado. De hecho, el propio jefe de asesores de Hacienda, Guido Sandleris, dijo que el «el PBI se mantuvo levemente en terreno negativo en la comparación interanual». No hay que dejar de mencionar la inclusión del dato de marzo de actividad económica (EMAE), que el ministerio se apuró a mostrar y que aún no fue publicado por el Indec. Refleja un crecimiento del 1,7% desestacionalizado, tras la caída de enero (-0,4%) y febrero (-1,9%), dando a entender que el crecimiento habría comenzado. No obstante, para ser rigurosos es preciso analizar la tendencia y no datos aislados. El optimismo luce desproporcionado teniendo en cuenta que una situación de este tipo ya había ocurrido en noviembre (+0,84%) y diciembre (+2,08%), datos que prácticamente volvieron a “foja cero” en el primer bimestre del año. Entre los positivos (que las autoridades muestran con color verde) también figura la variación del empleo público y privado de marzo: ¡un significativo 0,1%!

Cerrando filas con el gobierno

Mientras la economía no reacciona y el gobierno da explicaciones por todos los medios, el tablero del empresariado concentrado se sigue moviendo, aprovechando al máximo los espacios que brinda la gestión de los CEO. 

Por un lado, la aerolínea colombiana Avianca obtuvo el visto bueno del Ministerio de Transporte para operar las rutas que había pedido en la audiencia pública de diciembre. La definición había quedado en suspenso por la vinculación con la empresa del propio presidente Macri y su familia, y por las irregularidades surgidas en el otorgamiento de las rutas. 

El conflicto sigue pendiente y se remonta a marzo del año pasado, con la venta de MacAir Jet, una compañía de la familia Macri, a Avian Líneas Aéreas. Una de las irregularidades que se investiga se basa en la garantía que MacAir le concedió a la empresa colombiana de que se le otorgarían todas las rutas solicitadas. No es casual que en una entrevista brindada al diario El Tiempo de ese país, el principal accionista de Avianca Holdings, Germán Efromovich, aclaró que antes de efectuar la compra consultaron con el ministro Dietrich si había algún inconveniente en intervenir en el mercado aerocomercial. La respuesta que le habría dado el ministro está a la vista: Avianca obtuvo 16 rutas por 15 años. 

Hasta el propio presidente se encuentra imputado por este conflicto. No obstante, la Oficina Anticorrupción y la Sindicatura General de la Nación autorizaron a que la compañía empiece a operar en el país, constituyendo una de las tantas aerolíneas que ya compiten con la línea de bandera. 

La otra novedad del mundo empresario tiene que ver con la incorporación de nuevos jugadores al “plantel” de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), un think tank que refleja fielmente el pensamiento del modelo de Cambiemos. Los nuevos miembros son Carlos Blaquier, Alejandro Bulgheroni, Eduardo Constantini, Marcos Galperín, Martín Migoya y Luis Perez Companc. La asociación es la principal impulsora de la concepción del Estado “canchero” –el que prepara las condiciones para que los privados hagan sus negocios—, tantas veces citado por el propio Macri, tiene como vicepresidentes a Héctor Magnetto y Paolo Rocca, entre otros, un fiel reflejo de la protección mediática de la que goza el actual gobierno. Son sectores que han crecido a la luz del Estado subsidiario, y que esperan seguir haciéndolo. La flexibilización laboral y la baja del gasto social o de los impuestos a las empresas, son algunos de los pilares del escenario que se planea construir después de octubre. El establishment no parece, por el momento, estar en retroceso. «