Mientras en Azopardo los dirigentes de la CGT discutían si mantenían la convocatoria a la marcha del próximo 22 de agosto, Hugo Moyano almorzaba con dirigentes de los sindicatos vinculados a la energía y con funcionarios del Ejecutivo Nacional.

En un restaurante ubicado en Avenida de Mayo al 800 Moyano compartía mesa con el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, el jefe de Gabinete, Rogelio Frigerio, y el secretario de Energía Juan José Aranguren. Un rato más tarde se sumaron  El titular del Sindicato Unidos Petroleros del Estado e Hidrocarburíferos (Supeh) Antonio Cassia, Oscar Mangone (Gas), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Guillermo Moser, de Luz y Fuerza; José Escoda y Juan García (Federación del Interior de Trabajadores de Estaciones de Servicio) y Ricardo Serafini (personal superior del Gas).

La intención de replicar el acuerdo que se llevó a cabo con los petroleros en Vaca Muerta sobrevoló la mesa. En este caso, como sucedió en la Patagonia los sindicatos se mostraron permeables a la negociación. Además, desde el Gobierno le hicieron saber a Moyano que pretenden una CGT unida, y sin fracturas de cara a los debates que vienen en cuanto  a los cambios en las condiciones de trabajo.

Los funcionarios explicaron que, así como lo harán con la reforma tributaria y la reforma política, quiere para discutir la reforma laboral una mesa que incluya a los sindicatos. En ese contexto desde el Ejecutivo estiman, con razón, que la negociación con una CGT unificada será más sencilla.

Más allá del pedido expreso por parte de los funcionarios, uno de los hombres cercano a los Moyano aseguró a Tiempo que “Hoy Hugo no puede garantizar la unidad de la CGT”. En ese marco, y pese al gesto de “los Gordos” y los “independientes” de no suspender la movilización la fractura de la central obrera sigue latente.