Se acabó la cortesía. El gobierno nacional tomó la decisión de salir a dar la pelea política de manera frontal con el firme objetivo de ubicar a la oposición en su lugar. El cambio de estrategia no solo se encarnó en la palabra de Alberto Fernández, sino que fueron convocados para llevar adelante esta tarea todos los integrantes de la coalición, desde el Gabinete, hasta los gobernadores, intendentes y legisladores.

Este viernes hubo dos reuniones en Casa Rosada. La primera fue con los voceros y la segunda con los ministros y ministras. Allí, el presidente les pidió que salieran con más vehemencia a dar la discusión política. Es que Alberto Fernández había pretendido ocuparse él solo del trabajo que históricamente está dividido cuando el peronismo está en el poder: la conducción política por un lado y la gestión por el otro. Hasta el momento, los ministros estaban autorizados a hablar solo de la gestión y a no enredarse en discusiones políticas, sobre todo en arenas opositoras. Pero la estrategia cambió. El punto de inflexión fue el poco valor periodístico que se le dio una noticia tan estructural como que Argentina se ahorró 40 mil millones de dólares con el acuerdo por la deuda con los bonistas privados. La buena nueva duró poco, sobre todo después de la profundización del cepo al dólar que, calculan, seguirá hasta fin de año. “No hay dólares, no hay”, enfatizan en Rosada.

En este contexto, todos los ministros y ministras fueron convocados a salir a defender la gestión. Hay un grupo más chico que tomó la delantera, integrado por Santiago Cafiero –que ayer confrontó en Twitter a la presidenta del PRO Patricia Bullrich–, Cecilia Todesca, Claudio Moroni y Matías Kulfas. Pero el resto también se sumó. Elizabeth Gómez Alcorta salió –después del presidente– a criticar a la Corte Suprema por su negativa a realizar la formación contra la violencia de género, establecida por la Ley Micaela. Esa línea la había marcado Fernández este viernes cuando criticó al presidente del alto tribunal Carlos Rosenkrantz, puesto por Mauricio Macri, quien quiere convocar a un acuerdo extraordinario de los miembros de la Corte para tratar los recursos presentados por los jueces Pablo Bertuzzi, Leopoldo Bruglia y Germán Castelli. “Quieren seguir manipulando a los jueces que manipularon en el gobierno anterior”, le respondió duro Alberto.

Es que en el gobierno dan por sentado que esta administración va a estar signada por la pandemia y no quieren que las consecuencias psicológicas que produce el aislamiento social sean el pantano donde se cultiva el descontento social, y mucho menos que eso devenga en aglutinamiento de posiciones políticas. El objetivo es trascender la agenda de los medios opositores, concentrados en hablarle a la población sobre temas palaciegos y porteñocéntricos. Y para eso, dicen, la única herramienta es la gestión. Evalúan que las medidas de gran capilaridad, como el IFE, no necesitaron de marketing para su instalación.

En el gobierno sienten el fuerte enojo que hay en algún sector del establishment financiero que vio que sus ganancias se redujeron debido a la caída de las tasas de un 80% a un 30%. También ven que los grupos vinculados a la comunicación no quieren que se avance con la regulación de los servicios de conectividad. A ellos también los eligió Alberto como blanco en todos los actos de gestión donde crítica a los “sectores especuladores”.

“Nos votaron para cambiar las prioridades, no hay que dejarse llevar por la creación de clima, hay que pasar a la ofensiva política y marcar presencia con un anuncio de gestión en una provincia y una ciudad por semana”, sintetizan y dan cuenta de cómo los actos de gestión, como el del Procrear en Areco, trascienden el color político de los gobernadores o intendentes. “Macri nunca fue a La Matanza”, recuerdan.

Otra de las novedades que se notan en los actos de gestión es la referencia que hace el presidente a su pertenencia partidaria. “Somos peronistas”, dijo en Areco e hizo la V con los dedos. El operativo clamor para que sea presidente del Partido Justicialista ya empezó y puede llegar a cristalizarse en el acto del 17 de Octubre, que todavía no tiene forma ni lugar definido, ya que el propio presidente descartó movilizaciones y actos masivos. Es que los objetivos del festejo del aniversario son dos: reafirmar la identidad peronista –con el ensanchamiento alfonista-lavagnista– y aprovechar la fecha para militar las medidas sanitarias para diferenciarse de las distintas expresiones políticas anticuarentena propiciadas por dirigentes de la oposición. El desafío está en encontrar una forma de mostrar el nivel de participación ciudadana y volumen político que tiene el partido de gobierno, incluso, en cuarentena. «