Los $ 28,85 que costaba el dólar a última hora del viernes fueron el corolario de otra semana agitada para el gobierno, en el que los sucesos ocurrieron a toda velocidad. Una nueva corrida cambiaria, la divulgación del acuerdo con el Fondo Monetario, la salida de Federico Sturzenegger a su cargo de presidente del Banco Central y su remplazo por Luis Caputo se sucedieron casi sin descanso.

La volatilidad fue la característica saliente de las últimas jornadas. Sturzenegger, cuya firma quedó estampada al pie del memorándum de entendimiento con el FMI divulgado el martes, entregó su renuncia al presidente Mauricio Macri apenas 48 horas después, sobrepasado por los acontecimientos. El viernes, primer día de Caputo en su nuevo puesto, la divisa empezó bajando un peso y terminó subiendo dos.

El Central y el equipo económico son dos cuerpos que el Fondo y la ley se empeñan en mantener separados pero que en la práctica funcionan al unísono. La prioridad de ambos por estos días es acabar con los cambios tan abruptos que llenan de nervios el mercado. Pero el nuevo escenario parte de una certeza: el dólar alto va a ser funcional para poner en práctica el ajuste fiscal pactado con el FMI. De hecho, el dólar logró el viernes su récord histórico ante la mirada pasiva del BCRA, que decidió no intervenir en el mercado.

La nueva divisa, con un valor 38% más alto del que tenía a fines de abril, permitirá licuar los pasivos en pesos del sector público, que se verá beneficiado de la devaluación por un doble efecto: los dólares que lleguen del acuerdo con el Fondo serán más caros y también crecerán los ingresos tributarios, al compás de una inflación mayor a la prevista. En contrapartida, caerá el peso en el presupuesto de los salarios estatales, que representan cerca del 15% del gasto público (en el primer cuatrimestre de este año insumieron casi $ 117 mil millones). También incidirán en las prestaciones sociales, que son el principal rubro de las salidas del sector público (casi 10% del PBI). Por la fórmula de movilidad modificada a fines de año por el Congreso, estas prestaciones recibirán una parte de la mayor inflación que se genere a partir de la devaluación, aunque esa actualización tardará varios meses. En cambio, la variación de los sueldos del sector ya fue pactada en apenas 15% (la pauta fijada para todos los trabajadores a principios de año, cuando el dólar todavía estaba a $ 20) y una eventual revisión fue pasada para marzo del año que viene. La racionalización del empleo público, a través del congelamiento de vacantes y de una baja en los salarios reales, es una de las promesas explicitadas en el memorándum presentado al Fondo Monetario. El objetivo explícito es bajar el gasto de personal en 0,5% del PBI en tres años.

Lo mismo ocurrirá con el stock de deuda emitida en pesos, que estaba valuado a principios de año en U$S 100 mil millones (un 32% del total), con vencimientos previstos para este año por alrededor de U$S 3800 millones. Los datos se desprenden de la información brindada por el Ministerio de Finanzas al 31 de diciembre último, cuando el dólar rondaba los $ 19. La devaluación redujo ese stock en U$S 30 mil millones y para cubrir los vencimientos de 2018 sólo habría que desembolsar U$S 2500 millones. De la misma manera, las reservas internacionales del BCRA, que estaban a la par de los $ 1,2 billones comprometidos en Lebac, ya cubren esa suma con holgura, a pesar de que el total en las arcas del Central bajó a U$S 49 mil millones.

“Toda la corrida cambiaria y el acuerdo con el FMI es funcional a la estrategia de corregir los desajustes. Un dólar más alto ayuda a licuar salarios y jubilaciones, limitar las importaciones, disminuir la salida de fondos al exterior y consolidar la recesión para ajustar la cuenta corriente. Hoy por hoy, el único techo que tiene el dólar es el riesgo de default”, explicó a este diario el economista Claudio Lozano. “La devaluación, las tasas altas, la depresión del consumo y la recesión que se va a acentuar son las soluciones que propone el gobierno para afrontar la crisis originada por la falta de divisas: cada 10 dólares, nuestro país produce 6. Para alcanzar ese objetivo, el Fondo es el socio ideal, que compensa la falta de gobernabilidad en que cayó el macrismo y que quedó expuesta luego de perder la votación por la ley de tarifas”, agregó el coordinador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) y ex diputado nacional.

Presiones

La carta de intención elevada al Fondo promete un tipo de cambio flexible y limita la venta de reservas del BCRA a situaciones muy puntuales en las que haya “una clara disfunción del mercado”. Ese compromiso a aceptar que el valor del dólar salga de la libre oferta y demanda no dejó contentos a algunos factores de poder. Por ejemplo a los banqueros, que se han convertido en socios estratégicos del gobierno al aportar financiamiento en situaciones clave. Varios representantes del sector se lo expresaron a Caputo, quien se reunió con ellos el viernes, en su primera gestión como titular del Central. El funcionario les pidió que suscriban una nueva serie de bonos que serán lanzados mañana para ayudar a paliar el vencimiento de Lebac del martes, que supera los $ 500 mil millones.

A cambio, los hombres de negocios les pidieron estabilidad cambiaria para que sus tenencias en pesos no se desvaloricen. El ex ministro de Finanzas escuchó algunas sugerencias en esa dirección, por ejemplo restablecer la imposición de plazos más breves para la liquidación de divisas por parte de los exportadores (el macrismo la había largado a diez años). Pero no prometió nada. “No se olviden que vamos a tener un buen respaldo de billetes”, retrucó Caputo en referencia a la primera remesa que girará el Fondo hacia el fin de semana. De los U$S 15 mil millones que desembolsará el organismo de inmediato, el Central venderá la mitad por cuenta y orden del Tesoro. En todo caso, la pasividad de la mesa de dinero de la entidad en la primera jornada bajo la dirección de Caputo fue una pauta de la orientación a seguir.

Como en Washington no quieren aportar dólares sólo para cubrir una nueva fuga de capitales, uno de los puntos que se acordaron fue que las ventas para cubrir las obligaciones del Tesoro se realizarán mediante un mecanismo de subastas dirigidas sólo al sector bancario. El nuevo sistema limitará la demanda, ya que no podrá participar el público en general, pero también pondrá un piso a la cotización, porque ganarán los que paguen más pesos.

Programa

El memorándum de entendimiento firmado por Sturzenegger y por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es un detalle puntilloso de metas en materias de déficit fiscal, gasto público y procedimientos cambiarios. Pero también habla de marcos legales para combatir la corrupción, de leyes para fomentar el crédito interno, de la creación de un tribunal de defensa de la competencia y de simplificar los trámites para la creación de empresas. Es mucho más concreto que los anteriores anuncios oficiales. Por eso hay quienes creen que, pese a sus carencias, se trata del primer plan económico integral de la era Macri.

«Este programa es mucho más sólido de lo que venía haciendo el gobierno hasta ahora. Se trata de aplicarlo y después se verá. Quizás haya modificaciones, pero lo importante es tener un programa», señaló Fausto Spotorno, director del estudio Orlando Ferreres y Asociados. En su opinión, el cambio de autoridades en el Banco Central revela problemas de fondo de la economía. «La política fiscal venía alterando la política monetaria, porque el gobierno tomaba deuda en dólares y se los vendía al Central, que emitía pesos. Claramente el Central no logró cortar los vasos comunicantes entre ambas políticas. No actuó con la debida independencia o no planteó el problema. La gran diferencia es que este nuevo programa sí corta esos vasos comunicantes. Lo único que permite el cambio de autoridades es comprar tiempo, porque la verdad es que la credibilidad del Banco Central estaba muy golpeada y es muy difícil hacer política monetaria en esa situación», agregó Spotorno. «