Estados Unidos padece desde hace años una epidemia de opioides que sólo en 2017 causó 70 mil muertes por sobredosis y llevó a 1,7 millones de personas a convertirse en adictas a analgésicos como OxyContin. Ese fármaco está por estos días en el ojo de la tormenta ya que su fabricante, la farmacéutica Purdue Pharma, enfrenta demandas en más de 500 ciudades del país acusada de publicidad engañosa y de no advertir sobre los riesgos del producto, que forma una trilogía del espanto junto a Percocet y Vicodin (sí, el que usaba el Dr. House).

El drama tiene una dosis de glamour y jet set, ya que la dueña de Purdue es la multimillonaria familia Sackler, mecenas de cientos de museos en todo el mundo. Sus fundadores son tres hermanos nacidos en Brooklyn, hijos de inmigrantes judíos que llegaron a EE UU desde Europa después de la Primera Guerra Mundial. Arthur, Mortimer y Raymond se convirtieron en psiquiatras e investigadores para una compañía especializada en laxantes. La familia pasó a controlar la firma en 1952 y la transformó en Purdue Pharma, un gigante de la industria gracias al éxito de OxyContin, el analgésico, promocionado y recetado masivamente.

El ascenso social de los Sackler vino de la mano de su éxito profesional. Rápidamente se convirtieron en patrocinadores de las más prestigiosas instituciones académicas y culturales del mundo. El dinero de los Sackler se volvió indeseado a causa de los estragos de la crisis de los opiáceos y de las mentiras de Purdue, que ocultó durante mucho tiempo los graves riesgos de la adicción a su medicamento estrella.

El estado de Nueva York acusó el jueves a los Sackler por transferir de manera fraudulenta fondos de Purdue para evitar que sean utilizados para pagar daños reclamados en demandas por el adictivo medicamento.

«La epidemia de opioides ha devastado a familias y comunidades en todo Nueva York», dijo la fiscal general de Nueva York, Letitia James. «Encontramos que los fabricantes y distribuidores de productos farmacéuticos llevaron a cabo por años publicidad engañosa sobre los riesgos de los opioides y no cumplieron con su deber básico de reportar conductas sospechosas, lo que lleva a la crisis que vivimos hoy», señaló. «Mientras la familia Sackler y los demás acusados se enriquecían, la salud de los neoyorquinos se empobrecía y nuestro estado debía pagar la cuenta», dijo.

El OxyContin fue lanzado en 1995 y se estima que generó más de 30 mil millones de dólares de ingresos. En 2007, tres ejecutivos de Purdue mintieron sobre los riesgos de adicción y las autoridades federales castigaron a la compañía con una multa de 634,5 millones de dólares.

La semana pasada, Purdue Pharma alcanzó un acuerdo de 270 millones de dólares en una demanda en el estado de Oklahoma, pero la compañía enfrenta cientos de causas, incluyendo las de Nueva York. Purdue Pharma no cotiza en Bolsa y tiene sede en Connecticut. Dos ramas de la familia tienen el control de la empresa a través de fideicomisos, que también está presente en el extranjero a través de Mundipharma. El laboratorio opera con ese nombre en Argentina desde 2016 y vende el OxyContin en comprimidos de 10, 20 y 40 mg.

El fiscal general de Oklahoma, Mike Hunter, quien llevó adelante la demanda, dijo el mes pasado que su oficina había obtenido documentos confidenciales que mostraban que Purdue lanzó una «campaña de desinformación» para encubrir la epidemia. «Estos documentos son una evidencia condenatoria que muestra que los ejecutivos de Purdue estaban más interesados en difundir propaganda que en evitar que el número de muertos aumentara y en solucionar el problema que crearon», dijo Hunter en un comunicado.

«Antes de la aparición del OxyContin, era muy raro que los médicos prescribieran opiáceos para combatir el dolor, pero fue tan fuerte la campaña de marketing que realizó Purdue Pharma que el OxyContin se convirtió en un éxito de venta», afirmó Brandon Marshall, profesor de epidemiología de la Universidad de Brown, Rhode Island. Una investigación realizada por Marshall y publicada en el American Journal of Public Health indicó que, desde la aprobación del OxyContin, varias farmacéuticas se enfrascaron en una carrera de marketing y «sobornos» para convencer a los médicos de prescribir los opioides.

Varios especialistas consultados por las revistas The New Yorker y Esquire también opinaron que la campaña llevada a cabo por Purdue contribuyó a que la prescripción de este tipo de medicamentos fuera menos rigurosa, lo que aumentó el número de adicciones. Sólo en 2012, médicos escribieron más de 282 millones de recetas para analgésicos opiáceos, una cantidad que equivalía casi a un frasco por cada habitante de la Nación. De acuerdo con la investigación de Marshall, entre agosto de 2013 y diciembre de 2015, varias empresas farmacéuticas, entre ellas Purdue, pagaron más de 46 millones de dólares a más de 68 mil médicos a través de comidas, viajes y honorarios para incitarlos a recetar opioides. «