Desde mayo, el gobierno comenzó de manera paulatina a autorizar el retorno a la actividad a algunos sectores productivos y comerciales. En la última conferencia de prensa, el jueves pasado, el presidente Alberto Fernández autorizó al 85% del país a “circular, trabajar y realizar sus actividades, siempre que guarden dos metros de distancia”. Afuera quedaron Capital Federal y el Conurbano bonaerense (territorio conocido como AMBA), el Gran Córdoba, el Gran Resistencia, ciudades de Río Negro y Trelew.

Estas aperturas tendrán un impacto en la economía y también en los precios y en la inflación.

Mariano Kestelboim, economista y embajador de Argentina ante el Mercosur y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), consideró difícil una disparada de precios. “El tema es complejo –dijo– porque hay varios factores a estudiar. Entre las principales variables hay que contabilizar que la depresión del consumo es muy fuerte e impide abusos en la fijación de precios o aumentos incoherentes. Además, hay congelamiento de precios en sectores estratégicos como los servicios o los combustibles”.

Con respecto a la influencia del dólar, Kestelboim observó que “el tipo de cambio oficial, que es una referencia obligada para los precios de varios sectores, se ha mostrado muy estable, aunque sí pueden generar cierta inestabilidad las restricciones cambiarias ya que algunos sectores pueden tomar los valores alternativos del dólar y tener comportamientos abusivos”.

Hernán Letcher, titular del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), tampoco ve una brusca aceleración de la inflación. “No creo que haya mucho aumento en los precios, más allá de lo que es alimentos y bebidas. A medida que se vaya consolidando la actividad tal vez sí empiecen a crecer los precios, sobre todo, una vez finalizada la cuarentena”, auguró.

En tanto, el economista e investigador de la Universidad de Moreno Agustín Mario advirtió: “En el contexto actual, con una depresión como no se veía en décadas, no veo mucho espacio para una aceleración de la inflación, aunque dependerá, entre otras cosas, de cómo se resuelva el tema de la deuda en dólares”. En ese sentido, profundizó: “En la medida en que tenemos una economía fuertemente indexada al dólar vamos a seguir observado inflación, aunque no debería acelerarse en un contexto de mayor desempleo”.

El mayor foco de posible aceleración puede darse a partir de comercios que intenten compensar las pocas ventas actuales o, en el futuro próximo, con mayores precios en sus productos y servicios.

Leve reactivación económica

Los economistas consultados coincidieron también en que la flexibilización de la cuarentena redundará en un incremento de la actividad económica.

Kestelboim avizoró una “progresiva recuperación. Estamos avanzando en ese proceso. Es por etapas, gradual”. Y por la abrupta caída de abril, cualquier empuje económico tendrá reflejo estadístico. “A nivel macroeconómico, se percibirá con mucha fuerza. Los datos de abril fueron calamitosos. Debe ser el peor mes productivo de la historia del país. La reactivación por etapas que se fue dando en mayo se va a empezar a notar en una interesante recuperación”, vaticinó.

Para Letcher, “habrá una recuperación leve” ya que “la parte importante no es que no se pueda abrir el comercio, sino el comportamiento del consumidor”. En ese aspecto, puso de relieve que los consumidores “tienen menos plata, más miedo a salir y, sobre todo, mucha incertidumbre sobre el futuro”. Todo esto puede traducirse en “un consumo conservador”.

“Los próximos datos van a mostrar una menor caída. No mucho más que eso. El segundo trimestre va a ser claramente el peor, con una caída del 15%”, analizó.

Mario observó que mientras se solucionan los problemas de oferta, subsisten los vinculados a la demanda. “La crisis es originalmente de oferta. A medida que se vayan liberando actividades, podremos observar una recuperación, pero en gran parte dependerá del estímulo del gobierno a la demanda y, dado el nivel de la caída, que parece ser muy importante, la recuperación va a necesitar un estímulo significativo, mucho más que 10 mil pesos”.

Alquileres: fue una oportunidad perdida

La negativa del macrismo a tratar el proyecto de Ley de Alquileres en el Senado implicó una nueva postergación en un tema esencial. El proyecto tiene media sanción de Diputados desde enero, pero el tema viene siendo arrastrado desde hace años.

Las organizaciones de inquilinos impulsaron durante toda la era Macri un proyecto que balanceaba la relación con los propietarios, que suelen ser los beneficiados. El macrismo sólo permitió que el proyecto avanzara en el Congreso luego de introducirle varios cambios en línea con los intereses de los propietarios y de las inmobiliarias, como los desalojos exprés.

En ese contexto, la sanción de la modificada Ley de Alquileres volvió a ser la mejor opción. “Pensamos que el gobierno no está dispuesto a discutir en serio con las organizaciones de inquilinos el tema del acceso a la vivienda. Por tanto, lo mejor que puede pasar es que se vote esta ley retocada y conservadora”, resumió a Tiempo Gervasio Muñoz, presidente de la Federación de Inquilinos.

Con todo, entre los puntos principales, el proyecto extiende los contratos de dos a tres años y establece un nuevo mecanismo de actualización anual, calculado entre inflación y salario. Además, obliga a que todos los contratos de alquiler queden registrados en la Afip, ya que se trata de una actividad con altos índices de informalidad.

“Significa un avance. Y lo mejor es que el Congreso debata este tema. Pero no es una conquista de derechos, sino una oportunidad perdida”, finalizó Muñoz.