Guillermo Barros Schelotto dice que no se acuerda: que no tenía presente en la memoria que fue suplente -y entró en su lugar- el día que Naohiro Takahara metió ese gol, el único del primer japonés en jugar en la Primera División del fútbol argentino. “Tengo un lindo recuerdo de él -dice después de una práctica en Casa Amarilla-. Hablábamos, era respetuoso y tenía buen trato. Al traductor le preguntaba cosas del fútbol argentino. Se notaba que no tenía el roce de acá, pero era un tipo rápido y ágil en el área”. Takahara y Guillermo compartieron 199 minutos en el ataque de Boca durante el segundo semestre de 2001, y el 23 de septiembre, después de convertir empujándola el 6-1 ante Lanús en La Bombonera, previa tijera desde el piso, el japonés salió para que entrara el actual entrenador de Boca.

“Fue un pase en profundidad de Román -relata Jorge Martínez, el lateral derecho que lo asistió en la jugada del gol a Takahara-, y lo veo que entra por el punto penal. Define, Pontiroli ataja, y sigo en carrera. El rebote le queda a él, yo salgo de la posición para que no me cobren offside y él vuelve a empujar la pelota y hace el gol”. Martínez es hoy el ayudante de campo en la Novena de Boca. Marcelo Pontiroli, el arquero de Lanús que sufrió la goleada, sabe que fue el único gol que hizo en la Argentina. “Y fue -agrega desde su escuela de fútbol en la localidad bonaerense de San Andrés de Giles- la primera y única vez que me metieron seis goles. Cuando te meten tres, cuatro, cinco… Es una frustración, pero termina ahí”.

En el festejo del gol, que marcó a los 24 minutos del segundo tiempo, las cámaras de la televisión enfocaron al banco de suplentes, primero a Carlos Bianchi y, luego, a Takashi Watari, el traductor al que alude Guillermo. Watari, que llegó a jugar hasta la Reserva de Boca, fue el médium entre Takahara y el plantel. Watari le decodificaba las indicaciones tácticas en las prácticas. “Pero en el campo de juego, después, Naohiro entendía -dice Jorge Martínez-. Watari escuchaba la charla técnica de Bianchi y hablaba con Takahara algo muy puntual”. Hubo un día, durante un entrenamiento, que Takahara hiló una frase en castellano: “La concha de tu hermana”. Era, con el “japonés” por delante, las palabras que le repetían los compañeros como cargada. Con un diccionario pegado al cuerpo, vivió los días argentinos en un departamento de French y Coronel Díaz, con una cocinera japonesa, navegando en Internet y escuchando rock japonés.

A contramano de la historia oficial, la incidencia de Bianchi en la decisión de Mauricio Macri de traer a un japonés para globalizar la marca Boca después de ganar la Copa Intercontinental 2000 ante Real Madrid en Tokio -y antes de viajar a jugar la de 2001 frente a Bayern Múnich- fue alta. Bianchi se comunicó con el francés Philippe Troussier, entonces entrenador de la selección de Japón, para que le recomendara un centrodelantero. “Cabecea bien, tiene técnica y actitud”, le detalló Troussier, a quien Bianchi conocía de Francia por su paso como jugador y técnico. “¿Quién creen que lo trajo? ¿Ustedes se creen eso del marketing? ¿Qué marketing puede haber si después no juega bien o no juega nunca? -les dijo Bianchi a los periodistas en la conferencia de presentación de Takahara-. Pasa que hicieron una historieta y algunos piensan que van a vender las 500 mil camisetas que vende el Manchester”. En el debut de titular, 0-0 ante Colón en La Bombonera, Takahara levantó tierra en la definición de un mano a mano.

El rasgo macrista estuvo en la negociación con Jubilo Iwata. Macri, como vicepresidente de Socma, el grupo empresarial de la familia, recibió la asesoría de la automotriz Mitsubishi, que contactó a los dirigentes de Jubilo Iwata. Solo Macri, Bianchi, Pedro Pompilio e Iván Pavlovsky sabían de la contratación de un japonés para Boca. Pavlovsky aún es el vocero presidencial, ya no del de Boca, sino del presidente de la Nación. Boca pagó 300 mil dólares por el préstamo de un año, con la opción de compra de 4 millones. Tenía 22 años, 24 goles en 65 partidos, dos títulos con Jubilo Iwata, y el Mundial Sub 17 de Ecuador 1995 y el Sub 20 de Nigeria 1999. Bianchi necesitaba un centrodelantero por la irregularidad y las lesiones de Antonio Barijho. Aquel día del 6-1 a Lanús con el gol japonés también fue el de la conferencia de prensa en la que Bianchi dejó plantado, hablando solo, a Macri, luego de que le insistiera en público que se quedara en Boca.

Takahara finalmente no viajó a Tokio a disputar la final con Bayern Múnich. Su último partido fue el 19 de enero de 2002, un amistoso ante Racing, 0-1 en Mar del Plata. Volvió a Jubilo Iwata. Anotó 26 goles en 27 partidos para ser campeón, fue transferido al Hamburgo alemán, con el que ganó la Copa de la Liga de 2003, y jugó el Mundial de Alemania 2006. Hoy sigue vigente: el año pasado, a 15 años del gol, Takahara fundó el Okinawa SV: es presidente, técnico y jugador al mismo tiempo, y la camiseta del club es una copia del modelo 2001 de Boca. Okinawa SV está en la tercera categoría de la región y, en verdad, trata de paliar desde un plano social las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, aún latentes en la isla. El periodista Marcos Vázquez conoció en junio pasado -de pura casualidad- a Takahara. Una nota a él y su novia en las calles de Tokio de un programa de turistas de la TV japonesa derivó en una invitación: un viaje a Okinawa con el fin del reencuentro de un hincha de Boca con el japonés. A la vuelta a Tokio, desde el programa le avisaron que le había enviado un regalo a su hotel. Era una camiseta de Boca, la suplente amarilla y blanca de 2001, con una firma: la de Guillermo para Takahara.