«Podemos ser héroes de nuestras vidas si tenemos el valor de hacerlo». A los 17 años Sebastián Báez eligió esa frase para su perfil de Instagram, donde tiene 2974 seguidores. Hace una semana se convirtió en el número 1 del mundo en juniors –hasta 18 años– al alcanzar la final del torneo sudamericano individual B1, la Copa Paineiras de San Pablo y desplazó del primero puesto al estadounidense Sebastian Korda, hijo de Petr Korda (checo y exnúmero 2 de ATP en 1998). «Héroes de nuestras vidas», escribió en sus redes sociales. Como cualquier pibe. Aunque quizá esas palabras no sean tan casuales en él. 

La historia del mejor junior del momento tiene una estrecha relación con la historia argentina. Su papá José Luis Báez es veterano de Malvinas. Nació en Villa Ángela, Chaco, y a los 18 años salió sorteado para hacer el Servicio Militar en el cuerpo de Marina y le tocó ser parte de una dotación de un destructor en Puerto Belgrano. Durante la guerra, estuvo en enfermería y tuvo el horror frente a sus ojos. Cuando regresó a Buenos Aires decidió quedarse en la ciudad y, con el tiempo, conoció a Elena, su mujer. Se mudaron a San Martín, donde viven actualmente con su familia, y tuvieron tres hijos. Sebastián es el tercero.

«Estoy muy contento pero mi objetivo es ser un gran deportista de acá a cuatro años», dice Sebastián con la claridad de saber a dónde quiere llegar mientras cuenta también que estudia a distancia. Su comienzo con el tenis se dio desde muy chico: a los dos años agarró una raqueta de su papá y, si bien lo llevaron a una escuelita de fútbol, a él le gustaba el tenis. A los cinco años arrancó a jugar en el Club Sportivo Villa Ballester con el profesor Claudio Morelli y recién en 2010 llegó su momento. Sebastián jugó un torneo G3 en el Parque Roca, lo ganó y el premio fue practicar una semana en la academia de José Luis Clerc. Así llamó la atención de Batata, exnúmero 4 del mundo, ahora candidato a presidente de la Asociación Argentina de Tenis en las elecciones de abril próximo. Clerc fue su formador desde los 10 años y su guía en los comienzos. «Tiene futuro», repetía cada vez que lo veía jugar.  

Sebastián es diestro y tiene revés a dos manos. Desde 2015, se entrena con Sebastián Gutiérrez, del departamento de Desarrollo de la Asociación Argentina de Tenis, y su preparador físico es Martiniano Orazi, ex de Juan Martín del Potro durante siete años. «Me parezco mucho a Diego Schwartzman. Tengo mucha velocidad para llegar bien a las bolas, mi mejor golpe es la derecha», cuenta. 

Su parecido se debe a la altura: Báez mide 1,70 y, como Schwartzman, alguna vez escuchó que no tenía la altura ideal para ser jugador de tenis. Hoy es número uno del mundo y se convirtió en el undécimo jugador de la Argentina en llegar a la cima del ranking individual Juniors. Los anteriores fueron Gabriela Sabatini (1984), Patricia Tarabini (1986), Cristina Tessi (1988), Florencia Labat (1989), Federico Browne (1994), Mariano Zabaleta (1995), Guillermo Coria y María Emilia Salerni (ambos en 2000), Brian Dabul (2001) y Axel Geller (2017).

Quienes lo conocen desde chico cuentan que Sebastián era un nene tímido, pero que adentro de la cancha se transformaba: siempre mostró su carácter durante los partidos. Era calentón, tiraba bastante la raqueta y no le gustaba perder, pero con el tiempo fue mejorando sus modos. Querido entre los juveniles, llegaba a tomarse tres colectivos desde su casa para llegar a entrenarse en el Parque Roca. A los torneos siempre iba acompañado por su papá. Su primer torneo importante en el circuito juvenil fue en 2015, con 14 años ganó el Orange Bowl, en la Florida, en la categoría Sub 16 y ya estaba trabajando con Gutiérrez. La temporada pasada fue campeón del Grado 1 de Wels, en Austria, semifinalista en Washington y se metió en los cuartos de final del US Open. Gracias a esos triunfos jugó el Masters ITF de Juniors (terminó cuarto) y fue el top ten más joven a fin de año (noveno). En 2018 fue campeón en singles y dobles del Banana Bowl, ganó la Copa Gerdau y fue finalista de la Copa Paineiras, lo que le permitió convertirse en número uno. Lleva 16 partidos ganados y tres perdidos en el año. 

Su presente es también  consecuencia del apoyo de la AAT y de las becas del Enard. Báez es –sin duda– uno de los mimados de desarrollo desde hace tiempo y así le fueron diagramando varias giras para que pudiera hacer una buena experiencia en juniors. La apuesta dio resultado y desde esta semana su nombre es una de las promesas del tenis argentino.