Apenas cerrado el balance anual, el gobierno salió a celebrar que cumplió con creces el objetivo fiscal que se había fijado. Según datos oficiales del Ministerio de Hacienda, durante 2017 el resultado de la gestión dejó un rojo del 3,9% del PBI, tres décimas menos que la meta comprometida en el Presupuesto. El informe resalta que por primera vez en 13 años los ingresos crecieron más que los gastos y que la reducción se logró a pesar de que se achicó la deuda flotante y que ya no se contó con el empujón que en 2016 había significado el blanqueo impositivo.

Sin embargo, en los hechos el déficit fue casi igual que el año anterior y la razón fueron los intereses de la cada vez más abultada deuda pública. De esa manera, los $ 404.142 millones de saldo negativo que dejó la comparación entre ingresos y gastos de la administración pública se engrosaron en $ 224.907 millones por el pago de intereses. Así, el total del déficit financiero trepó a $ 629.050 millones, el equivalente al 6,1% del PBI. Según ASAP (Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública), una de las entidades privadas más reconocidas en la materia, el tamaño del déficit financiero es similar al de 2016, con el agravante de que en ese año el Ejecutivo tuvo que hacerse cargo de deudas devengadas y no registradas el año anterior; sin ese detalle contable, el rojo total del segundo año de gestión macrista superaría al del primero.

Llama la atención la insistencia con que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, continúa tomando como referencia el déficit primario, cuando éste sólo forma parte de un marco mayor que condiciona tanto o más que aquel las posibilidades de acción del gobierno. «El resultado primario comenzó a usarse (como parámetro) a principios de la década de los ’90 por requerimiento del FMI, porque le interesaba que se explicite el esfuerzo fiscal del país para atender el servicio de la deuda», señaló el economista Alcides Saravia en un reciente trabajo publicado por ASAP, antes de proponer otros indicadores más amplios para medir el desempeño, como por ejemplo el endeudamiento neto. «El déficit financiero no bajará si antes no atacamos el fiscal», se defendió Dujovne.

Con una u otra manera de medirlo, el rojo de las cuentas oficiales se mantiene y algunos oficialistas evitan subirse al discurso festivo por la meta cumplida. «Estamos hablando de $ 400 mil millones de agujero, se trata de un déficit estancado. El gradualismo es inacción», dijo a Radio con Vos el expresidente del Banco Nación, Carlos Melconian, pidiendo mayor celeridad en la reducción del saldo primario, que para 2018 fue previsto por el equipo económico en 3,2 por ciento.

Consciente de esa necesidad, el gobierno planea continuar con el recorte de subsidios, que cayeron $ 65 mil millones el año pasado, y logró morigerar el gasto previsional con la reforma a la fórmula de movilidad que aprobó el Congreso. Sin embargo, desecha otros caminos que lo ayudarían a achicar ese agujero del que hablaba Melconian. Por ejemplo, dejará de recaudar unos $ 20 mil millones por la disminución de las retenciones de soja (6% escalonado a lo largo del año). También cederá gran parte de las contribuciones patronales: según cálculos del economista Claudio Lozano, la nueva figura del salario no imponible (la fracción del sueldo sobre la cual las empresas no deberán pagar cargas previsionales) significará un desfinanciamiento de $ 40 mil millones este año, que irá creciendo hasta los $ 170 mil millones en 2021. Para el gobierno, está claro, la manera de achicar el déficit primario pasa por otras recetas. «