Pasaron 47 años desde la primera aparición de Michael Douglas en televisión con el policial The Streets of San Francisco, donde personificaba a un arrogante y hacendoso detective. Desde entonces, el protagonista de Atracción fatal (1992) y Bajos instintos (1992) ha cultivado una remarcable carrera que incluye dos premios Oscar y varios Globos de Oro. Actualmente más dedicado a la producción, el actor se dejó seducir por Netflix y la reputación del creador Chuck Lorre (The Big Bang Theory, Two and a Half Men) para caracterizar al egocéntrico  y descuidado Sandy Kominsky en una sitcom fuera de lo común.

El método Kominsky se centra en la vida de un actor devenido en profesor (Sandy) de Los Ángeles, California, cuyo éxito en Hollywood tuvo la duración del paso de una estrella fugaz. Con más de 70 años a cuestas, luego de tres matrimonios, varios amoríos con jovencitas, altibajos económicos y una hija que lo cuestiona constantemente, lo único estable para Sandy parece ser la amistad con su histórico representante, Norman Newlander (interpretado por Alan Arkin, también ganador del Oscar), que acaba de perder a su esposa por un cáncer terminal.

Muerte, soledad, demencia y problemas prostáticos hacen parte de la cotidianidad de estos dos amigos en el transcurso de su vejez. Aunque suenen más a tópicos de un drama, en la serie están lejos de ser tratados con sentimentalismos o solemnidad. Más bien, parte del atractivo de esta producción, que además de contar con dos protagonistas consagrados tiene un cameo destacado de Danny DeVito como el urólogo de Sandy, es el tratamiento hilarante y algo escatológico sobre lo que acarrea el paso de los años.

Luego del fallecimiento de Eileen (encarnada por Susan Sullivan) que marcó el fin de un matrimonio de varias décadas, Norman se encuentra devastado y cada vez se pone más gruñón. Especialmente, a la hora de lidiar con su hija adicta a las pastillas. Frente a la inminencia de la soledad, se refugia en una relación de amor-odio con su representado, a quien le reprocha su forzado aspecto juvenil y conducta bonachona. Sandy, por su parte, mientras se dedica a enseñar en una escuela de su propiedad (un ámbito que aparece poco y, salvo por algunas interacciones con tres alumnos, resulta ciertamente irrelevante en la trama) y prueba una relación con una mujer casi de su edad, intenta acompañar a su amigo pese que le tiene pánico a interactuar con ancianos porque le reflejan su futuro cercano.

Si bien el ambiente de una sitcom de media hora puede resultar un tanto ambiguo para los conflictos de personas mayores, lo cierto es que el registro sarcástico que caracteriza a Lorre logra explorar el costado cómico de situaciones relacionadas con la ingesta de medicamentos y vitaminas, el duelo, la incontinencia y el sexo después de los 70. Además, la relación entre estos viejos amigos está marcada por un contraste sobre la aceptación del paso del tiempo, reflejada en su adaptación a las nuevas tecnologías: mientras que uno reniega por las tarjetas de crédito con chips y se mofa de las charlas vía Skype, el otro intenta una serenata con un parlante bluetooth y usa Uber cuando se pasa de copas.

Aunque se lanzó en noviembre pasado, la serie atrajo muchas más miradas con la reciente entrega de los Golden Globes, donde recibió el premio a mejor comedia. Durante la ceremonia, miles de personas se preguntaban en Internet qué significaba el método Kominsky y por qué no habían oído antes del tema. Sin embargo, la crítica consideró que en esta oportunidad Netflix había acertado y, luego de tres intentos con Orange is The New Black (2015-2016) y Master of None (2018), le otorgó su primer galardón en esa categoría. Por su parte, Douglas alcanzó su quinto Golden Globe como mejor actor de reparto en una serie de comedia. Con estos dos reconocimientos, El Método Kominsky fue uno de los dos programas más ganadores de esa edición junto a El Asesinato de Gianni Versace: American Crime Story (FX). «