Donald Trump sigue ganando amigos en los medios más influyentes de Estados Unidos. Y al apoyo que le brindan (y blindan) los medios de la derecha tradicional como Fox y al crecimiento que él mismo beneficia desde el gobierno como los medios de Sinclair (ver acá)  ahora le sumará la venta de Time Inc al grupo Meredith, con el respaldo financiero de los hermanos Koch. Con esta operación, la agenda ultra conservadora gana un espacio de relieve amparada en los millones de David y Charles Koch, quienes rechazan visceralmente las advertencias sobre el cambio climático y hacen lobby desde hace décadas por una drástica eliminación de impuestos para los más ricos. Entre los cuales están ellos: la tercera fortuna de Estados Unidos, un nivel de facturación anual de 100 mil millones de dólares y unos 120 mil empleados en 60 países diseminados en empresas petroleras, químicas, de fertilizantes, mineras y hasta casi 190 mil hectáreas de la Matador Cattle Company, donde pastan 12 mil vacunos de la mejor carne, según se ufanan en su página web.

La operación sobre Time fue concretada el domingo pasado a última hora y anunciada el lunes. Desde entonces las especulaciones sobre este hecho discurren por todos los medios estadounidenses, aunque no puede decirse que sorprende porque se sabía de las conversaciones desde hace por lo menos tres años.

Es una oferta por 2800 millones de dólares por una editorial que publica las revistas Time, People, Fortune y Sport Illustrated. Es bueno aclarar que Time Inc. se desprendió en 2014 del grupo Time-Warner, cuya fusión con AT&T rechaza el gobierno de Trump.

El grupo Meredith, con sede en Des Moines, estado de Iowa, a su vez, creció en torno de la revista Better Homes & Gardens y tiene varias otras publicaciones relacionadas con el hogar, la salud y la mujer. Pero además posee 16 canales de televisión locales, afiliadas unas a CBS, otras a Fox, MyNetworkTV, NBC y ABC, las cadenas más conocidas de EEUU.

Esta operación con Time genera, aseguran, un medio con impacto en 135 millones de lectores y unos 60 millones de suscriptores y una facturación de 2700 millones en publicidad.

Time venía en picada por el cambio de paradigmas informativos que se registra en todo el planeta. Y le cuesta trabajo adaptarse a la realidad de que cada vez menos personas se informan por medios en papel y que la publicad en la web aún le es esquiva. Pero nadie ignora que sigue teniendo una influencia poderosa en la sociedad. De hecho su modelo se exportó a revistas de todo el mundo, incluida la Argentina, donde Noticias aparece como un claro producto surgido de esa escuela. Hablando en plata, sin embargo, Time perdió en el primer semestre de este año unos 72 millones de dólares y de no hacer algún tipo de acuerdo de salvataje se encaminaba a la bancarrota.

La cuestión es que detrás de esta operación están los 650 millones que aportaron los hermanos Koch. El presidente ejecutivo del grupo Meredith, Stephen Lacy, aseguró que los «Big Brothers» como se los menciona irónicamente, tendrán una «participación pasiva» y que no se sentarán en el directorio, con lo que, jura, «no tendrán influencia en las operaciones editoriales o gerenciales de Meredith».

Eso despertó suspicacias entre quienes conocen como se mueven los Koch y como se mueven los empresarios en general en todo el planeta.

Es cierto que la participación parece mínima en esta etapa, pero hay una experiencia previa de cuando los hermanos intentaron comprar los ocho periódicos de Chicago Tribune y recibieron a cambio una ola de protestas que los hizo desistir. Era 2013 y gobernaba Barack Obama. Ahora son otros tiempos, pero mejor entrar de a poco antes de que aparezcan cuestionamientos.

«La revista Time no mueve la aguja sobre nada más», pontifió Jay Rosen, profesor de periodismo en la Universidad de Nueva York, ante el británico The Guardian. «Simplemente (la compra) no tiene mucho sentido para mí, a menos que quieran influir en los rankings de Fortune 500 o algo así » agregó.

Pero el sentido puede estar en análisis para el mismo medio de Bill McKibben, un militante del movimiento ecologista que suele escribir para del New Yorker. «Es una decisión empresarial muy adecuada: una forma barata de ejercer aún más influencia política», en relación con la negación del cambio climático, uno de los caballitos de batalla de empresarios como ellos que tienen, según el Political Economic Research Institute de Massachusetts. la décima compañía más contaminante de Estados Unidos.

Efectivamente, para Koch, que patrocina la fundación Americans for Prosperity y sponsorea al grupo ultraderechista republicano Tea Party, no será negocio tener medios influyentes. Hay coincidencia entre los analistas que no está ahí precisamente la gallina de los huevos de oro.

Pero puede ser más que conveniente a largo plazo mantener medios que confronten con los argumentos de científicos y especialistas de todo el mundo en torno a las consecuencias del cambio climático. Una agenda que consideran «de izquierda».

Ellos son, en realidad, libertarios. Propugnan una sociedad donde el estado sea mínimo y solo sirva para defender las libertades individuales. Nada de mantener organismos como el FBI, la CIA o financiar la Seguridad Social. En este contexto, tiene sentido contar con medios que apoyen nuevas y más contundentes reducciones impositivas como las que Donald Trump intenta aprobar.

El mandatario, por cierto, ya se convirtió en un adalid en el negacionismo climático y aboga cpor una reforma fiscal que beneficie a los más poderosos con el viejo y conocido argumento que así habrá más inversiones.

Pero todo indica que el hombre de los Koch no era el actual inquilino de la Casa Blanca sino su vicepresidente, Mike Pence, quien conoce a los Koch desde hace más de una década y recibió generosos aportes para ganar la gobernación de Indiana. No pudieron colocarlo como cabeza de la candidatura la presidencia, en 2016, pero fueron fundamentales para que acompañara en las sombras a Trump.

Si por alguna razón el polémico magnate es destituido -y no resultaría algo insólito a esta altura- el amigo de los Koch ocuparía su lugar.