Donald Trump ganó las elecciones de noviembre pasado tronando contra la decadencia del poder norteamericano en el mundo. Para revertir esta tendencia, quiere retornar al proteccionismo y, como anunció el jueves, retirar a su país del Acuerdo sobre Cambio Climático de París signado por su antecesor Barack Obama en 2015. Con estas medidas, el mandatario intenta devolver a su nación su anterior posición dominante, pero el tiro puede salir por la culata. 

Mientras Trump anunciaba el retiro de su país del Acuerdo y la intención de renegociarlo o de buscar uno totalmente nuevo, la Unión Europea y China ratificaron este jueves y viernes en una cumbre en Bruselas su compromiso con el libre comercio y la reducción de las emisiones de carbono. El día anterior, en Berlín, la canciller Angela Merkel y el primer ministro chino Li Kechiang, abogaron por fronteras comerciales abiertas y por la concertada reconversión ecológica de sus respectivas industrias automotrices.

El primer ministro le garantizó a Alemania, además, el apoyo de China en la reunión del G-20 (la conferencia de los 20 países más desarrollados, incluso Argentina) prevista para el 7 y 8 de julio próximos en Hamburgo.

A partir de 2018 la industria automotriz china debe vender cada año más vehículos eléctricos. Como el país asiático es también el principal mercado para los automotores alemanes, las automotrices de ambos países aprovecharon la reunión para intensificar su cooperación. 

«Los efectos crecientes del cambio climático requieren una respuesta decidida», expresa la declaración conjunta de la Unión Europea (UE) y China dada a conocer el viernes. China es el mayor contaminador mundial de la atmósfera, pero recientemente ha encarado una enérgica política de reconversión ecológica de su industria, un magnífico negocio también para sus socios europeos. Por el contrario, Trump busca aumentar las exportaciones de bienes producidos con tecnologías viejas y reducir los costos medioambientales para recuperar porciones del mercado mundial. Antes de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático que se celebrará en noviembre en Bonn habrá, por lo tanto, duras negociaciones.

La visita de Li y la declaración conjunta coinciden con la posición pública de Merkel en el sentido de que los europeos deben tomar su destino en sus manos, porque ya no pueden confiar en Estados Unidos. También Rusia salió a apoyar el cumplimiento del acuerdo climático de 2015 en un comunicado de la Presidencia. 

La simultaneidad de la cumbre en Bruselas con el anuncio de Trump indica el desplazamiento producido en el poder mundial, pero también necesidades internas de los contendientes. En Gran Bretaña hay elecciones el próximo 8, en Francia el 11 y el 18 de junio, en Alemania el 24 de septiembre, en China se reúne en algunos meses el 19º Congreso del Partido Comunista y Trump necesita recuperar puntaje entre su electorado. Todos los líderes mundiales propenden, por consiguiente, a mostrarse enérgicos y decididos. Las verdaderas negociaciones vendrán después.

Para compensar la relación con China, la canciller alemana recibió el miércoles al primer ministro de India Narendra Modi. El país surasiático rehusó la invitación a participar en el reciente Foro de Beijing y Shanghai sobre la Ruta de la Seda (la construcción de puertos, rutas, gasoductos y otros tipos de infraestructura en más de 60 países de Asia, Europa y África), mas no busca aliados en EE UU, sino en Europa.

La única líder europea que no critica a Trump es Theresa May. Viendo peligrar su mayoría en la elección del 8, la primera ministra británica ha cerrado filas con el mandatario norteamericano para contrapesar a Alemania y Francia. 

El esquema diseñado al fin de la Segunda Guerra Mundial suponía que el Atlántico Norte sería un lago interior de la Alianza Occidental. Ahora ambas orillas del océano se distancian, pero no solo por responsabilidad de Trump. En múltiples ocasiones Washington actuó unilateralmente e impuso a sus aliados las consecuencias. Entretanto, China, Rusia, India y la Unión Europea acaudillada por Alemania se han convertido en potencias fuertes e independientes. Ahora el presidente norteamericano recluye a su país en sí mismo, para preparar una nueva ofensiva. Donald Trump no es el causante de la declinación de Estados Unidos, sino su emanación.

Se ha abierto un período de alianzas cambiantes y conflictos frontales entre las potencias en el que los países medianos y pequeños seremos las primeras víctimas. Gobiernos patriotas e inteligentes están reorientándose, para sobrellevar la nueva competencia hegemónica. El argentino, no. «