Las primeras medidas del presidente Alberto Fernández mezclaron acciones redistributivas, reactivantes, con otras más antipáticas, en especial la suspensión de la movilidad jubilatoria, que apunta a lograr el complejo punto medio entre impulsar los vectores que movilizan el mercado interno y al mismo tiempo conseguir equilibrio fiscal. Es una ecuación tan compleja como necesaria para poder renegociar la deuda con los acreedores y en simultáneo motorizar la producción nacional y el consumo popular. Objetivos que se necesitan el uno al otro y se tironean a la vez. 

Estos matices en los anuncios del gobierno nacional no tuvieron una traducción simétrica en el humor social ni en las expectativas de la población sobre el futuro. Durante la mayor parte de 2019, la visión de la opinión pública respecto de lo que venía por delante estaba cerca del subsuelo. La devaluación de 2018, la inflación galopante, la recesión, el incremento del desempleo, habían creado un panorama sombrío. El propio exjefe de Gabinete Marcos Peña, antes de la campaña electoral, decía: «Peleamos contra el pesismismo». La frase mostraba la conciencia que rondaba en núcleo chico del poder sobre el costo que pagaría el macrismo por la situación económica y social que sus propias políticas habían generado, algo que por supuesto ni Peña ni el expresidente Mauricio Macri reconocían.  

El cambio de signo político, en general y también en esta ocasión, trajo consigo un rebote del humor social, especialmente de las expectativas sobre la evolución de la situación económica. Según los consultores que hablaron con Tiempo Argentino, ese buen ánimo sigue en pie en el inicio de la nueva década.

«Las opiniones positivas son altas –dijo la socióloga y encuestadora Analía Del Franco–. Entre 57 y 60 por ciento, según nuestras mediciones, piensa que este año va a ser mejor que el anterior. Hay un gran optimismo en el corto plazo respecto del trabajo, de la mejora del salario».

Del Franco señaló, por otra parte, que no es igual optimismo cuando se trata de la inflación. «En ese caso está muy instalado que es un tema casi inevitable, como si no tuviera solución». 

Según la socióloga, la «buena onda» es «habitual» cuando hay un cambio de signo del gobierno. «El optimismo creció unos 30 puntos después de la victoria electoral de Alberto. Al producirse el giro político apareció una oleada de optimismo».

La socióloga sostuvo que en el imaginario social argentino hay una asociación que aún persiste entre la presencia de un gobierno peronista y la mejora de la situación para los trabajadores. «La gente cree que va a haber más movimiento en el universo laboral. Está instalado que con el PJ se piensa más en el adentro que en el afuera. Eso aparece en los focus group».

A la hora de armar el ranking de cuáles son los principales problemas del país para la opinión pública, Del Franco remarcó: «Para la mayoría son la inflación, el desempleo y el poder adquisitivo del salario».

El director de la consultora Ceis, Fernando Larrosa, tuvo una visión y números bastante similares. «Las expectativas optimistas son altas. Están entre 55 y el 60 por ciento. Es un gran crecimiento respecto de cómo venían antes de las elecciones. El cambio de gobierno cambió la perspectiva sobre lo que viene».

Larrosa, sin embargo, marcó una diferencia histórica al comparar cómo daba el mismo indicador cuando asumió Macri. «Era más alto el nivel de optimismo porque Cambiemos llegó al poder con una situación económica globalmente mucho mejor».

Larrosa –en esto también hubo coincidencia con Del Franco– destacó que para «la mayoría de la gente la inflación es el principal problema y luego el trabajo». 

El politólogo Lucas Romero es el director de la consultora Synopsis. Las cifras que maneja dan como balance un resultado que está en sintonía con el de sus colegas. «Tanto al consultar sobre el futuro del país como el personal hay una mayoría que tiene una visión optimista. Es una tendencia que se dio vuelta más o menos en julio del año pasado. La cercanía del proceso electoral fue invirtiendo las expectativas. Los opositores a Macri eran optimistas porque partían de la base de que iban a ganar. Y después, con la victoria ya consolidada, no todos los oficialistas se pasaron al terreno negativo». «Este optimismo se centra sobre la situación económica –remarcó Romero–. Cuando se les pregunta a los encuestados qué es lo prioritario que debe resolver  el gobierno, las respuestas dan 80% al sumar inflación, empleo y reducción de la pobreza».

El politólogo remarcó que estos indicadores confirman que el mensaje electoral del entonces candidato Alberto Fernández penetró en la población. «Claramente la consigna de Alberto era que se terminaba el ajuste. Eso había generado una expectativa incluso más allá de la base electoral que vota tradicionalmente al peronismo. El discurso estuvo muy centrado en revertir la situación económica».

Para rematar, el director de Synopsis le puso fecha al momento en que podrán medirse con mayor precisión los niveles de aceptación de la gestión de Alberto F. «Hay una intención de generar un shock de desinflación congelando los servicios públicos y por otro lado tratar de aumentar de a poco el poder adquisitivo de los ingresos fijos. El mes de marzo es la fecha clave. Empieza el ciclo lectivo y la vida cotidiana y se verán los parámetros reales y el primer impacto del inicio de la nueva gestión». «