La pobreza de los pobres no es cosa de saca y pon, son tres lágrimas salobres: milonga, candombe y son. (Zitarrosa)

El Pepe suele decir que hace «apología de la sobriedad, no de la pobreza». Unos días atrás una periodista mexicana lo azuzó y él tomó aire antes de responder: «Luchen muchachos, se puede vivir porque se nació siendo un escarabajo o una hormiga, pero la naturaleza nos hizo animales conscientes. En parte, a nuestra vida, le podemos dar un rumbo; si no le dan un rumbo deliberado, no se preocupen: el mercado se lo va a dar. Y se van a pasar toda la vida pagando cuotas a fin de mes. Y soñando que progresan comprando nuevas cosas hasta que sean unos viejos inútiles. La alternativa es que parte de su vida la gasten al servicio de un poco de utopía. Si quieren intentar construir un país mejor, una sociedad mejor, para los que van a venir después de ustedes. Es una decisión consciente que en alguna etapa de la vida hay que tomar. Y que si tú no la tomas, la realidad te va a arrastrar y vas a creer que progresar significa cambiar la moto por el auto y después cambiar el autito por un Audi y así sucesivamente. Hay que elegir. Cuando seas viejo o vieja, y el reumatismo y el dolor de huesos te paralice, una tarde cuando te mires en el espejo, te hagas la pregunta: ¿habré traicionado al niño que llevaba adentro? Pero ya será tarde».

Probablemente –más aun si se tiene menos edad que quien firma este artículo, que ya cruzó los 60–, se tienda a concluir que Mujica es un jovato simpático pero que se quedó en el siglo XX, que su discurso evangelizador es tierno pero demasiado naif, que el que «no afana es un gil», o que –como diría Tinelli copiando mal a Ravi Shankar–, «si sucede, conviene». Pero quien firma este artículo propone hurgar al menos un poco más allá.

El Pepe es el mismo que le respondió sin tapujos a quien ocupará la presidencia oriental, Luis Lacalle Pou, que adelantó su propuesta de que 100 mil argentinos fueran a radicarse al Uruguay. No los argentinos que no hallen perspectivas en esta orilla. Sí, desfachatadamente, a los que plata en mano (mucha) les atraigan las condiciones jurídicas y económicas laxas. Mujica dixit: «En vez de traer 10 mil cagadores argentinos preocupémonos de que los nuestros inviertan acá». Justificó: «El rentismo no genera valor». Fulminó: «Tenemos U$S 24 mil millones desparramados por el mundo. ¿Por qué no intentamos que venga parte de esa plata?». Le faltó decir: «¿Convocamos a esos argentinos bestiales e inescrupulosos que se arrojan chanchos desde helicópteros?».

Una y otra vez, ellos y nosotros. Otra vez, el brutal provocador de Pichetto, en la vereda de Lacalle, además de sus habituales vómitos xenófobos ante bolivianos, paraguayos y venezolanos, lanzó sin pudor: «Los curas han exagerado y puesto el hambre famélico como bandera, y después quieren hacer una misa para superar la grieta, de la que fueron parte». Es mejor no hablar de ciertas cosas. Pero otro Pepe, el padre Di Paola, lo puso en su sitio: «No fuimos los curas los que aumentaron ni inventamos la pobreza, ni hicimos campaña con los famélicos. Estoy hasta las narices con el comedor, de tener que ver de dónde saco un poco de guita para comprar carne o un poco de verduras: en el 2015 no pasaba».

Son el 52% los pibes bajo la línea de la pobreza. Cerca del 40% de la población en general. «Siempre se habla de los pobres, pero de los ricos no, no del realmente culpable, no del que lo generó, nunca del capitalista, nunca del acumulador, de los mercaderes ni de la especulación…», nos recuerda desde el punteo lento y la voz agria, otro oriental, Gerardo Dorado, el Alemán.

¿Quién, Pichetto? No, Susana Gimenez: «Que se arregle todo de una vez. Que dejen de hablar de la pobreza. Si hay pobreza, que la gente vaya al campo. Fuimos el granero del mundo. Hay que enseñarle a la gente del norte a plantar, a tener gallinas en el gallinero. Qué sé yo, cosas…». Noticia vieja que no conviene olvidar. Bestialidad habitual, la de «el que mata debe morir»; la del auto de discapacitados escondido en un granero, la que estafó a la fundación del padre Grassi y le dijo «¿qué quiere padre?, ¿construir un Sheraton?»; la de los beneficios impositivos de Macri; la que medita por los incendios en Australia, pero no sobre sus palabras incendiarias. Si es que la pobreza existe cuando no se satisfacen las necesidades físicas y psicológicas básicas, sí, SG padece de pobreza extrema.

¿Quién, Susana? No, partidarios de Cambiemos, hace unos meses, en Plaza de Mayo. Tampoco hay que olvidarlos: «No somos como la indiada a la que le ponen guita para ir a la Plaza, la mitad de Bolivia», dijo un hombre. «En el ’68 toqué un pobre, yo estuve en una villa. Los de ahora son distintos, se tiñen el pelo, tienen celular, son pobres que avanzaron, se han insertado», dijo una mujer. No son ni se parecen a los que en esa Plaza, en el ’45, metieron las patas en la fuente y, de paso, se metieron con quienes representan a los que no son pobres como ellos. Ni son aquellos a los que refiere Mayra Arena, cuando explica de un modo descarnado e inteligente «qué tienen los pobres en la cabeza».

¿Quién, los partidarios de Cambiemos? No, Andrés Perciavalle, otro uruguayo, aunque suele pararse en una vereda muy diferente. En un monólogo de café concert que en 1971 causó furor, del que, tal vez, esté arrepentido, ironizaba: «¿Saben por qué pasan estas cosas espantosas, viste? ¿Quién tiene la culpa de que estemos tan mal? Que haya devaluación, aumente todo, que hagan revolución… ¡¡La gente pobre, son mayoría!! ¿Vos rubiona: alguna vez viste un pobre de cerca? Yyyyo alguna vez vi uno y me tuve que analizar dos años del shock. (…) Quieren cambiar todo el orden establecido. Visten esos colores tan deprimentes. Mandan a sus chicos a colegios del Estado gratis… ¡donde no va nadie conocido! No toman taxi, les fascina viajar en colectivo, no el 39 que va al Barrio Norte, al menos encontrás una mucama conocida… Les fascina vivir en el cul’lemonde… (…) Yyyyo digo: si no les gusta cómo está, que se vayan… Una amiga dice: ¿quién va a hacer el trabajo? Yyyo digo: que dejen todo hecho y que se vayan…».

Sí, es humor. Sí, los representa. Sí, son miserables porque no logran ver al otro como a sí mismos, lo consideran inferior y que debe conformarse con su miseria. Sí, aun creen que el pobre lo es porque quiere y que no quiere trabajar. El pudor les impide seguir afirmando, como antes, que en la villa hay antenas de tv color y usan zapatillas de marca. Sí, es el germen de la fragmentación social, la matriz de pensamiento violento que genera y reproduce el neoliberalismo.

En mi país, qué tristeza, la pobreza y el rencor. (Alfredo Zitarrosa)